EL MOTIVO – Por Joan Mateu, desde Barcelona
Le habían arrancado las uñas y clavado unas astillitas de madera en la carne mientras les preguntaba a gritos el motivo de su tortura.
El dolor cuando encendieron las maderitas fue insoportable. Los verdugos, completamente vestidos de negro, le miraban a través de sus máscaras sin pronunciar palabra.
El reo, con la mirada les imploró piedad cuando le ataron al torno y en cada vuelta, loco de dolor por la rotura de sus articulaciones, chillaba preguntando porque le hacían eso.
Le dolía tanto todo el cuerpo que sólo atinó a llorar cuando se le acercó el más alto de los verdugos con unas tenazas para arrancarle los dientes.
Medio ahogado en sangre y pedazos de encía, pedía que le dijeran que había hecho.
Con el último aliento lo recordó… suspiró y pudo morir tranquilo.