galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

Rosa Amoedo, emigrante de trinchera.

¿Y qué quieres te diga? Los gallegos seguimos emigrando y ni lo hacemos por aventura ni por placer. Simplemente porque aquí hay pocas oportunidades profesionales en algunos oficios que, como el mío, se estancaron con el tiempo en las mieles de los éxitos del pasado.

Así que, aquel incipiente sector audiovisual de los noventa,  que llevaba camino de industria y daba empleo a más de tres mil trabajadores, depende ahora de los caprichos de programación de una televisión oficial y de algunas privadas “low cost”, que es lo que nos trajo la famosa TDT.

Menos mal que no hay bien que por mal no venga y tenemos, entre muchos fracasados, algunos triunfadores en el arte de hacer cine y televisión.

El mapamundi audiovisual está lleno de gallegos y gallegas, pero esta vez me voy a negro en pantalla para iluminar la sección de peluquería de los camerinos de la ABC americana y meterme en los entresijos del programa “The View” por cuyo plató, si no pasas, no eres nadie en los Estados Unidos y menos en Nueva York.

Allí te puedes encontrar con Rosa Amoedo Amoedo, de Paredes, Ponteareas, que escribió el guión de su vida escapando de las improductivas leiras minifundistas de su pueblo para pelearse en la jungla neoyorquina, esa misma desde donde el poder financiero juega con nuestros cuartos como si lo hiciera al Monopoly.

Rosa Amoedo limpiaba las oficinas de la Gran Manzana y lo que hiciera falta, al mismo tiempo que se iniciaba en la peluquería… Y de aquel entusiasmo vino este éxito en el 2009.

Porque es todo un éxito que una extranjera gane un Emmy como peluquera de programas,  en el epicentro del americanismo mas patriótico; y tiene, a mi entender, mucho más mérito que el Oscar del mismísimo Almodóvar.

—  ¿Y cómo fue que te admitieron, Rosa, en un mundo tan elitista como el de la tele, donde abunda el nepotismo en el empleo y los favores se pagan caro?

—  Una amiga me dijo que necesitaban a alguien en “The Wiew” y allá me fui, decidida, sin nada que perder. Superé la prueba y desde hace dos años, aquí me tienes, peinando a Joy Behar y a los invitados más relevantes…

—   Como Clinton y Obama…

—   Me siento muy a gusto, la verdad. Es un trabajo extraordinario en el que tengo la oportunidad de estar con gente muy importante…

—   Que además suele ser muy “sencilla”…

—   Pues sí, aunque no lo creas. Incluso haces amigos.

(Aquí recuerdo mis tiempos de presentador, cuando mi mejor amiga –al margen de mi mujer- era siempre la maquilladora que me hacía mil confidencias antes de cada programa, para tranquilizarme. Pasó el tiempo, ya se me nota el invierno en los ojos, pero seguimos siendo amigos…)

¿Cuántas peluqueras y peluqueros de este país darían lo que hiciera falta por estar en “The Wiew” y conseguir el Emy?  Seguramente todas y todos, aunque solo fuera para reírse de algún directivo tontorrón, ese que solo sabe taconear por los pasillos, estirado y que va de visita a maquillaje para mirarse en el espejo… ¿Le conoces?

Rosa Amoedo tiene ahora 44 años y tres hijos.  “The View” (El punto de vista) es uno de los matinales más importantes de los USA y su relación con la ABC parece la de una pareja bien avenida.

Cada mañana se las ve con el pelo de alguien famoso y se fotografía con él.

— A Obama no tuve que peinarle porque venía preparado por su equipo. Es muy simpático, muy agradable. Me encantó conocerle…

Pero esta mujer que vio largamente cumplido el “sueño americano” en tiempos de crisis, sigue siendo una más entre los emigrantes gallegos que residen en Estados Unidos.

— No, no tengo doble nacionalidad, tengo tarjeta de residencia. Aunque soy emigrante me siento bien aquí…

— Entonces, Galicia

— No, sí yo pienso volver a Ponteareas algún día. Me compré allí un piso…

— ¿Antes o después de trabajar en la ABC?

— Poco antes. La vida cambia mucho,  pero… Cuando estás fuera de ella solo vives pensando en enraizarte,  de nuevo,  en la Tierra que viste por primera vez…

Rosa Amoedo es la historia viva de una emigrante de trinchera que le ha ganado la guerra al fracaso… ¡No sabes lo que me alegro, chica!