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AHORA MOIX QUIERE MATAR AL MENSAJERO

Manuel Moix, el pintoresco fiscal Anticorrupción que nos ha impuesto el PP, plantea ahora “la necesidad de sancionar a los medios de comunicación que publiquen filtraciones de los sumarios secretos”. Lo ha soltado como quien no quiere la cosa en una de las muchas entrevistas que le hicieron estos días, en los que Moix evacuó encima de sus subordinados y echó toda la basura encima de las más elementales normas de honestidad y seriedad que se han de seguir en un departamento vital para el funcionamiento de la Justicia.

—- Soy partidario de estudiar medidas para evitar que las filtraciones socaven el estado de Derecho.

A Moix le encantaría sentar en el banquillo a todos los medios que han destapado los casos de corrupción que él se ha negado a investigar, entre otros, tres denuncias contra Ignacio González, anteriores a la que originó su ingreso en prisión; las tres dependían exclusivamente de su diagnóstico profesional.

—-  Quizá el problema que tenemos en España es que no hay un medio eficaz de luchar contra ellas, porque no hay una sanción prevista, salvo que se averigüe quién es el filtrador. En otros países, como Alemania, se sanciona directamente al medio de comunicación. A lo mejor, si nos planteamos esa posibilidad habría menos filtraciones y se perjudicaría menos al estado de Derecho.

Y así con fiscales como Moix… golfos como Nacho González estarían gozando de fortunas amasadas a base de mordidas, que encarecieron el gasto público en un doscientos por cien.

Menos mal que el ministro de Justicia dice no coincidir con la opinión de Moix. Rafael Catalá cree que “no hay que utilizar las sanciones para encontrar un equilibrio entre el derecho a la información y el derecho a la intimidad de las personas”. Aunque me parece a mí que las personas que delinquen deberían perder ese elemental derecho.

Los periodistas de investigación basan sus informaciones en documentos que prueban la existencia de delitos, especialmente en los múltiples casos de corrupción que han dado a conocer, incluso antes de que llegaran a los tribunales, como ocurrió con el Caso Bárcenas destapado por El País y El Mundo. Es probable que si no existiese el periodismo de investigación o se cercenara la libertad de prensa, muchos de los corruptos confesos y convictos camparían a sus anchas por el mundo de las comisiones ilegales.

Que sepa el fiscal Moix y quienes como él promulgan la caza del mensajero, que los buenos periodistas siempre hallarán la forma de destapar la indecencia, antes de que ellos tiren de la cadena para que no queden huellas de sus asquerosos excrementos.