galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

AIRIÑOS, AIRIÑOS, AIRES…

En esta primavera de cuarentena tengo para ti cuatro paisajes diferentes que me emocionan. Una sierra, un río, un valle y como telón de fondo, el atrio de una iglesia. En ellos lo natural despierta el sentir poético del país y renace el sentimiento de Rosalía y de Cachafeiro, de Ramón el campanero y de otros ilustres que nos hicieron soñar. Ya sé que estos días no puedes salir de casa, pero utiliza la imaginación como transporte ideal para inhibirte de los problemas que nos acucian. Te cuento.

En la sierra, la del Candán, nacen dos ríos mayores. El Umia y el Lérez, descienden por ella, ligeros, bebiendo belleza al mismo tiempo que crean un indestructible camino entre la piedra aún por labrar.

El Sar, sin embargo, es río menor pero de mayor fama; porque es poesía y sigue la ruta del peregrino hasta morir en el río del Apóstol, que es el Ulla.

El Val da Mahía bebe agua del Tambre en su principio y del Sar en su final para reverdecer su piel, el reino de la placidez y del romántico sosiego, en el que se escucha la música de las campanas de la inspiración.

Tampoco esta vez -llena de sustos en la globalidad del Planeta- me he olvidado de ti que has de vivir una pandemia lejos de tu país natal. Así que ahí te van estos “Airiños, Aiririños aires…” para que disfrutes de la Tierra; porque cuentan mis estadísticas que el Candán, el Sar, A Mahía y Bastavales fueron testigos de muchos miles de partidas hacia ese mundo que hoy habitas.

LA SIERRA

 La sierra en realidad son dos sierras, la de O Candán y la de O Cando, que prolonga la primera hacia el sur. Protegen toda la Terra de Montes, donde aún hoy se escucha el lamento de la gaita llorando tu ausencia, porque el joven gaiteiro, mi amigo Antón, imita al viejo maestro de Soutelo, Avelino Cachafeiro.

Seguro que te llega el eco a través del viento que cobra fuerza en el monte Seixo, la cumbre, desde donde se entiende mejor Galicia, ya que desde ella se alcanzan los mil verdes y los azules marinos.

Todo cuanto aquí nos rodea es motivo para que la gaita lamente ausencias, por eso la sierra recita en alto el poema rosaliano. Este es el paisaje del paraíso perdido de tus recuerdos y el que dio origen a la común enfermedad de la morriña, que los que la sufrimos alguna vez la sentimos más dentro que un coronavirus.

Así  que cierra los ojos y bebe el agua que todos lo cura, la de los dos ríos con denominación de origen de esta Terra de Montes, que saludan a todas las aldeas serenas, a los cruceiros y a los hórreos, a los puentes medievales, a la laguna sagrada donde se libró la mayor de las batallas y al monasterio de Aciveiro, un lugar de rezo reconvertido en área de reposo.

Estas son las perspectivas que conducen, irremediablemente, a la nostalgia…

EL SAR

          Tierra, antes y ahora, siempre, fecunda y bella.

              Viendo cuán triste brilla nuestra fatal estrella, del Sar cabe la orilla…”

              (Rosalía de Castro)

Nace el Sar en Bando, en las proximidades de Santiago. Y debe hacerlo con vocación peregrina, puesto que bordea la ciudad del Apóstol, en donde tiene colegiata propia, magnífica, poco frecuentada por el turismo masivo.

A mí me gusta, sin embargo, llegar a él orilleando el Riamonte, que baja encañonado entre los montes Liñeredo y San Marcos, por el Val da Mahía, en su inicio verde sobre el otro verde.

Pero el Sar es el río de Compostela. Y también de Ames, Brión, Rois y Padrón. Cuatro municipios a los que el pequeño río ofrece paisajes románticos que nos hacen recordar a Rosalía. Ya se sabe que el Sar presta título a su mejor poemario en lengua castellana.

Te envío su brisa, que son los airiños que hacen remover el agua de este paisaje admirado, agua que bebe el valle sorbo a sorbo, por enrevesados senderos, redescubriendo nuevos rastros, creando un indestructible camino y dejando su huella entre árboles de impredecibles raíces.

Porque el trayecto del Sar por A Mahía es perfecto, sobre todo en aquellos espacios en los que la naturaleza tiene vida propia.

Cuando pasa por Padrón bajo el puente medieval y junto a la vieja alameda, el pequeño río ya va sediento de mar, pero no llega nunca a él, porque se lo bebe el Ulla, que en Galicia consideramos río xacobeo.

EL VALLE

El Val da Mahía es extenso, y tres municipios –Brión, Rois y Ames- ofrecen mil aldeas para vivir en medio de la hermosura, también próxima a los centros urbanos. En los pequeños lugares, en el atrio de sus iglesias o a la orilla de sus pequeños ríos, es donde reconocemos el espíritu de Rosalía y el paisaje que inspiró su obra poética.

                          Adiós, ríos; adios, fontes;

                          adios, regatos pequenos;

                          adios, vista dos meus ollos:

                          non sei cando nos veremos.”

Recitabas tú, amigo ausente, a Rosalía aquel día de la partida y yo encuentro una vez más los airiños de esta tu tierra… junto al valle.      

En los ríos y en los pequeños regatos.  En los paisajes verdes que se sobreponen a los otros verdes.

En las carballeiras como la de Santa Minia.

En Ponte Maceira.

En Aguapesada.

En el Camino de Fisterra-Muxía.

Porque hay infinidad de senderos por los que viajar a través de la historia, con un cruceiro en cada esquina. Conducen a viejos castros como el Lupar o a puentes romanos como el del Río Tinto.

Se camina, se monta a caballo, se persigue la aventura en canoa por el río grande que es el Tambre…

El Valle es todo él un delicioso paisaje que, como no, inspira… y se añora.

BASTAVALES

                                      …Cando de lonxe vos oio,

                                        penso que por mín chamades

                                        e das entrañas me doio…”

                                       (Rosalía de Castro)

Me quedo hoy en Bastavales para llevarte a través de los airiños aires la música inconfundible de sus campanas. Es la parroquia más famosa de la comarca.

Se lo debe a Rosalía y a sus Cantares Gallegos, que hicieron repicar con fuerza poética las campanas de la iglesia de San Xulián. Cuenta la literatura que Rosalía de Castro  las escuchaba desde la pequeña aldea de Soigresa.

Los templos de Bastavales viven siempre, con mucha intensidad, la expresividad cromática primaveral, mezcla de glicinia y “raioliñas” de sol entre cielos grises que presagian un chaparrón cada hora…

Y te digo los templos porque en San Xiao de Bastavales no repican las campanas de la poesía, pero sí los restos románicos de una iglesia que, aunque reconstruida en el siglo XVII, es muy anterior a la de San Xulián.

Las auténticas “Campanas de Bastavales”, claro, son las de San Xulián… Un templo construido en el 1768, de cruz latina y una sola nave, con varios retablos de gran valor artístico y magníficas imágenes de diferentes épocas.

Pero San Xulián de Bastavales es un bellísimo conjunto monumental que también forma la barroca capilla del Carmen y el atrio, al que llaman el Balcón de A Mahía.

Dicen que la iglesia mira cara a occidente para así entroncarse en la leyenda xacobea.  Algunos ven desde aquí, desde la puerta principal, las torres catedralicias de Compostela e imaginarios peregrinos bebiendo en las también poéticas orillas del Sar.

Lo cierto es que, desde este lugar se alcanza toda la belleza del Valle y muy cerca, en la aldea de Beca, vivió la Reina Lupa de la leyenda. Por eso se llama Castro Lupar a los restos de la antigua capital de la galaica tribu de los Amaeos.

Pero el presente de Bastavales aún nos permite el asombro, sobre todo cuando el joven campanero, más actual que su padre,  repica las campanas, para que bailen al compás de la muiñeira… y te lleguen a ti sus ecos en la lejanía.