galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

ALVITE Y NACHO, PERIODISTAS.

 

Nunca en mi vida he sido partidario de las asociaciones profesionales porque, ejemplos tengo, te dejan en la estacada en ese momento crucial que todos pasamos a lo largo de nuestra vida; sin embargo doy por buena la costumbre de asistir a la entrega del Premio “Diego Bernal” que anualmente otorga la Asociación de Periodistas de Galicia, presidida por Arturo Maneiro y en cuya directiva tengo compañeros y amigos de toda la vida, como Javier García Sánchez.

Este año un acontecimiento familiar  me impidió compartir mesa en el “Puerta del Camino” y bien que lo sentí, porque el galardonado fue José Luís Alvite, periodista de raza que domina el arte de unir con sentido las palabras y que no pasa por su mejor momento.

@  C. PASTRANO  06/07/11 JOSE LUIS ALVITE, COLUMNISTA Y ESCRITOR.

Traigo hoy a esta sección a Alvite y a otro periodista al que no conozco personalmente, pero que seguía y sigo… porque me gusta su muy personal estilo de charlar con la gente sobre el papel de prensa  y lo que cuenta en su espacio libertario www.rabudo.com.  Me refiero a Nacho Mirás Fole, que es otro genio de la Literatura periodística, uno de los maestros en los que debemos de inspirarnos todos los que aspiramos a que nos llamen escritores algún día, si es que llegamos a vivir ese día.

José Luís Alvite –al que conozco hace muchos años pero con el que no hablo desde hace otros tantos-  es el último mohicano de los articulistas de prensa de esta Galicia nuestra… comparable, a mi entender, con los editorialistas históricos. Ya sabes, Cunqueiro en el Faro, Risco en La Región, Fole en el Progreso…

Alvite me ha hecho reír con sus “odiosas” comparaciones, cultivé el conocimiento con sus documentadas narraciones, aprendí lo que era una “sana crítica”, pero sobre todo conocí a mi pueblo retratado todos los días en múltiples personajes e incluso a través de sus objetos personales.

José Luís Alvite es un gran tipo que no merecía un cáncer, ¿Sabes?

No sé si ya te lo conté pero te lo repito; porque hay que ser muy valiente y tomárselo con mucha filosofía para decírselo a todo el mundo en Twitter:

 —– Me han diagnosticado un cáncer de pulmón y otro de colon. Nunca pensé que envidiaría el estado de mi coche.

Esa fue su manera de contarnos a todos que el puto cáncer se le había metido en el cuerpo y yo lloré ese día al imaginármelo con una sonrisa a lo Gary Cooper.

Nacho Miras

Mas me emocionó aún este hombre, Nacho Mirás, al que he leído tantas veces y que nunca fui capaz de sentirme tan cerca de él como cuando escribió aquello de…

DIOS NO ES DE LETRAS

Por NACHO MIRÁS FOLE

Leo la declaración de mi maestro y amigo José Luis Alvite contando que tiene dos cánceres y me desplomo.

Me desplomo primero por él, porque Dios está demostrando esta temporada que lee poco, que no es de letras y que toca de oído, esparciendo mierda sin ton ni son. ¡Rencoroso! Alvite, incluso con la ITV caducada, es el espejo periodístico en el que me miré cuando yo tenía diecinueve años y él ya era un veterano de este oficio de contar la vida. Por cierto, entonces su coche, en el que llegó a vivir, ya era un desastre, todo lleno de colillas y de recibos de Fenosa. Pero me gustó el reflejo que me devolvió aquel retrovisor torcido un día que estábamos parados frente a la puerta del Maycar.

Yo no le llegaré jamás a mi maestro ni a las uñas de los pies, ya no digo escribiendo, que tampoco, sino a la categoría de sus enfermedades. Comparado con lo suyo, mi tumor en el cerebro es, de momento, acné juvenil, un molesto grano en el culo. Pero mi grano, mi Casiano de renta antigua, se empeña en seguir complicándome la vida. En los últimos días me ha costado echar mano de algunas palabras. Recordad que está cerca del área de la memoria y del lenguaje, ahí metido, jodiendo. Esta mañana, por ejemplo, no era capaz de decir “campo”, lo mismo que ayer por la noche se me resistía “modalidad” en una charla en furgoneta que ahora no viene a cuento. “A mí me pasa a menudo”, me dicen los amigos para quitarle importancia. Ya, pero a mí no. Hace unas horas, paseando por Concheiros, he vuelto a tener un dejà vu horroroso, de nuevo el visionado de una película vieja en la que salgo yo.

Mi neurólogo de guardia, que siempre me coge el teléfono, me ha contado que el tumor se manifestó, primero, con un tremendo ataque epiléptico que llegó a partirme la espalda y que ahora lo hace de esta manera. Guerra psicológica. Y que por eso, precisamente, hay que extirparlo. Durante el fin de semana, el acojone ha subido algunos peldaños, así que lo que hago es poner tierra por medio y sacar a pasear a mi inquilino de renta antigua, él y yo, solos.

Ayer, en Vigo, eché a andar desde la casa de mis padres, cuando me di cuenta había llegado desde A Salgueira a Teis -hay un cacho tremendo- y todavía me quedaban fuerzas para regresar en el coche de San Fernando y recoger las tres barras de pan que me había encargado mi madre. Desde el viernes habré caminado varias decenas de kilómetros. No me gusta el monte, prefiero la humanidad.

En Vigo, donde nací, tengo la curiosa sensación de que apenas veré rostros conocidos. Y así es. Me marché de esa ciudad a los 18 años y el paisanaje apenas me suena más que me puede sonar una calle de Salamanca.

Eso en Compostela no ocurre: voy saludando sin parar, como un concejal cualquiera, pero prefiero eso a meterme en un tramo del Camino de Santiago lleno de coreanos que me dan lo mismo. En cualquier caso, ambas ciudades se me quedan pequeñas y volaré a mi tercera casa, a la ciudad de los prodigios, en cuanto tenga ocasión.

Hoy he llorado bastante, he reído menos. Por suerte, tengo a mano personas que saben darme unas hostias, ya sea en persona, por teléfono o por Whatsapp -bendita herramienta- en cuanto la mirada se me nubla más de la cuenta. Siempre creí, camarada Alvite, que las carreras no serían posibles sin toda esa gente que está a los lados de la carretera animando a los ciclistas. Gracias a ellos nos queda un montón de recorrido, a ti y a mí. Te quiero, maestro; y ahora que no puedo conducir, ya sabes: mi coche es tu casa. 

lluvia de estrellas

Nacho, José Luís. Con el corazón en la mano os digo que ninguno de los dos os merecíais esto. Pero en esta batalla no estáis solos. Hay una legión de gente del oficio que nunca reza y sin embargo ha ido a Google a por el texto del olvidado Padrenuestro para ver si le convencen a Dios y lee un poco. Por mi parte os envío un abrazo y os digo que me gustaría que nos viéramos algún día, los tres, paseando por el espacio, tirando estrellas desde el cielo,  para que se deshagan en las plazas de Compostela, en el viejo monte Libredón, como hace tantos siglos que ya no me acuerdo.