galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

AMARELO DE CASTRO, INVENTOR DE LA GALLEGUIDAD

 

               —- La Galleguidad es un sentimiento extendido por todo el mundo.  Desde Alaska a Ushuaia. Desde Hammerfest hasta Cape Town. Desde Compostela a Sidney

               —-  Ya, pero… ¿En qué consiste?

                —-  En amar a Galicia estés donde quiera que estés y no olvidarte nunca de tus raíces por muchos años que hayan pasado desde tu éxodo…

                —-  ¿Cuánta gente pertenece a este mundo de la Galleguidad que tu describes?

                —- En sus principios eran millones de personas… Hoy quedan, de los aquí nacidos, alrededor de medio millón… Pero sus descendientes también forman parte de este nuestro mundo… ¡Es una cifra incalculable!

               Fernando Amarelo de Castro es el inventor de la Galleguidad, bella palabra que sustituye en mi corazón y en el suyo al de “emigración”. Porque emigración se asocia malamente con fracaso, con los buscavidas. Y nuestra gente, la que pertenece a la Galleguidad Exterior, será más pobre o menos rica,  pero no hay que encuadrarla nunca en el subgrupo de los fracasados, sino en el de los supervivientes…  

               Porque son los protagonistas principales de la época más difícil de nuestra historia y los actores del hecho social más relevante de ella.

              Haber sido durante doce años el máximo responsable de la política encaminada a preservar la Galleguidad en el Mundo es, a mi modesto entender, el trabajo más bello que a uno le pueden encomendar…

               Porque Fernando Amarelo de Castro es una de esas personas de amplia biografía. A mí me gusta recordarle a la gente que no fue un político al uso; antes había sido un ilustre jurista que impartía el conocimiento, entre otros centros, en la Universidad Complutense de Madrid.  

            También fue profesor de directivos en la Escuela de Empresa San Fernando, asimismo en la capital del reino; y fue el responsable de los cursos máster aquellos de “Nort Consult” que se valoraban infinitamente en los currículos…

            Cuando Amarelo de Castro llega a la política ya había dado millones de pasos fuera del país, que es cuando se descubre el verdadero significado de la palabra morriña.

           —- La morriña es mucho más que la saudade. La saudade es solo la añoranza y la morriña es un sentimiento melancólico porque añade un componente de amor a la Tierra, no solo a las personas o a las cosas que uno deja cuando se va.

           Con Fernando Amarelo he compartido mucho tiempo de mi trabajo y también de mi ocio. Es un amigo al que estimo como persona y como conversador. Por eso aprecio mucho ese su incansable espíritu viajero que le llevó a dar cien vueltas al mundo o lo que es lo mismo haber volado casi cinco millones de kilómetros.

          ¿Qué significado tenía tanto viaje? Yo creo que Amarelo, en el fondo, quiso ser uno más de ese mundo de la Galleguidad y no solo el Secretario de “Relaciones con las Comunidades Galegas”, como designó a su departamento en el gobierno de la Xunta de Galicia no por casualidad, sino por evitar la palabra emigración que se había usado, casi siempre, de manera despectiva:

          —- ¿Ese quen é?

          —- ¡Bah! ¡Un emigrante!

          Siempre se les minusvaloraba salvo cuando regresaban ricos después de «hacer las Américas».

          —- Entonces eran «indianos», la categoría inmediata superior…

           Los gallegos que tenemos la suerte de vivir en La Tierra somos así: de memoria frágil y despectivos con el vecino de enfrente. Por eso algunos olvidan que aquellos emigrantes, indianos o gallegos del exterior -llámale como quieras- curaron mucha hambre por aquí, hace medio siglo…

          Pero volviendo a mi personaje de hoy.  No hubo un solo centro o asociación de gallegos y gallegas, por muy lejano que se encontrase, que no recibiese al menos una visita de Amarelo

         —- ¿De dónde vienes esta vez, Willy Fog?

         —- De Sidney…

         —- Pero tú duermes en el viaje…

         —- Como un reloj…

         —- ¿Y como está aquella gente?

         —- Bien, mucho mejor que los de Latinoamérica…

         —- ¿Ven “Desde Galicia para el Mundo”?

         —- Todos los sábados, después del Telediario Internacional.

Amarelo levantó un cruceiro en Ushuaia

          Fernando Amarelo llevaba en aquellos viajes un solo equipaje: el de la esperanza de la vuelta a casa para aquellos cientos de gallegos con los que compartía problemas, algunos insalvables. Para ellos era “el Doctor que curaba la Morriña”. Al menos, durante unas horas o unos días, desaparecía el “mal” de aquellas almas errantes, porque él les devolvía a La Tierra con sus relatos.

         Todos los meses iba de centro en centro. Era como su razón de ser. Y ese especial sentimiento de Galleguidad nos lo contagió a cuantos tenemos algo que ver con ese mundo nuestro que habita en el exterior del país.

        Aunque no siempre fue tratado justamente. Recuerdo aquella tarde noche en Caracas un chorreo de Fraga por no sé qué estupidez que había cometido otra gente.

       También recuerdo cuando el propio Fraga rechazó su nombramiento como Conselleiro de Emigración , arrinconándole como diputado en el Parlamento de Galicia

       Y recuerdo también la comida de despedida, con mi gente, cuando ya se va, cansado de tanta “política”, sin que  nadie retenga su conocimiento, que aún es mucho.

       Ahora, ya ves.  Fernando Amarelo de Castro es un jubilado que ni siquiera tiene ganas de escribir a pesar de tener buena pluma. Eso sí, lleva al colegio a sus nietos que son el mejor premio de los muchos que ha recibido por su labor…

      Recuerdo un DGPM que grabamos en Gandarío, con los hijos de su Galleguidad. Se sentía el hombre más feliz del mundo porque había conseguido que aquel grupo de chicos disfrutase por primera la Tierra de sus ancestros…

      ¡Y no era para menos!    

       También me acuerdo de su sonrisa olímpica en la residencia de Panxón, en uno de los muchos “reencuentros” que tuvo con los “mayores de la diàspora»…

 Fernando y Assam, en el entierro de Fraga.

       Me quedan por contar cinco millones de experiencias con Fernando Amarelo de Castro, tantas como kilómetros hizo por ese mundo donde tenemos otros tantos gallegos amigos…

       Puede que él también se decida un día y saque su pluma del cajón para escribir tanta vivencia…

       Antes, un día de estos, tengo que viajar con él a Muras, su patria chica, y consolar a nuestro común amigo, el alcalde Isaam Algnam Azaam, por lo mucho que sufre Siria, la tierra de sus orígenes…