galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

AQUEL POEMA DE CELSO EMILIO FERREIRO

Aquella noche en El Portón, en la Caracas luminosa y noctámbula de mis treinta y pico, la joven del arpa cantó “Moraima”… y yo me quedé prendado de lo bien que tocaba, de la dulzura de su voz,  pero sobre todo de lo pasional y amorosa que resultaba la letra de aquella canción que poco tiempo después se convertiría para mí en uno de mis poemas favoritos.

Es curioso cómo se entrecruzan los recuerdos…

Supongo que muchos andaluces imagináis a Moraima a sus quince años, ya casada con Boabdil, heredero del trono alhamar. Un poeta árabe la describió como  “una hermosa dama de rostro admirable a través de cuyas tupidas ropas adivinábanse unos hombros, unos brazos, unas caderas y un talle de clásicos y opulentos contornos…”

Los gallegos, sin embargo, asociamos a Moraima con la excelsa mujer de un poeta nuestro al que unos odiaron para que otros lo admiráramos hasta lo infinito… Perdonadme, pero a sus quince debió de ser  mucho más hermosa que la hija de Alí al-Attar para merecer el poema…

…Cando quero vivir
digo Moraima.
Digo Moraima
cando semento a espranza.
Digo Moraima
e ponse azul a alba…

Una tarde en Granada, metido de lleno en los recovecos maravillosos de la palatina ciudad de la Alhambra, recordé los versos que por primera vez escuché como canción de amor en la cálida noche de Caracas… Y volvió a sonar el arpa de aquella joven y sobre ella el verso en su voz…

Fue cuando, en el fondo de mi mente, se entrecruzaron las dos “moraimas”

…Cando quero soñar
digo Moraima.
Digo Moraima
cando é noite pechada.
Digo Moraima
e ponse a luz en marcha…

Es curioso,  pero cuando yo conocí al poeta,  donde más le odiaban era en su lugar de trabajo. En la Hermandad Gallega de Venezuela. Entonces había demasiadas “planchas”, que es tanto como decir demasiada política. Unas eran de derechas y las otras de izquierdas. Los de la Plancha 1 no soportaban a los de la Plancha 2 y viceversa. Y así hasta que pasaron los años y alguien puso sensatez donde reinaba la idiotez.

Está claro que un poeta como él no podía soportar otra guerra, pensaba yo, mientras firmaba en el libro de honor de la Hermandad, años después, como Botón de Oro que soy y presumo agradecido, que ya son otros tiempos…

Cando quero chorar
digo Moraima.
Digo Moraima
cando a anguria me abafa.
Digo Moraima
e ponse a mar en calma.

Por eso, por la “guerra de las Planchas”, el poeta dejó Caracas, me contó mi primo Álvaro, que era un incondicional de su “Longa noite de pedra”.

Luego, volví a verle otra tarde ya en Vigo, paseando por Castrelos sus recuerdos, eso sí, del brazo de su Moraima

Cando quero surrir
digo Moraima.
Digo Moraima
cando a mañá é crara.
Digo Moraima
e ponse a tarde mansa.

Moraima es la madre de mi amigo Luís al que conocí como socialista de sangre y al que ahora asocio a la cultura, que es refugio de náufragos de las ideologías cuando un crepúsculo se las lleva hasta mucho más allá de las Cíes.

El poeta, ya te imaginas, es Celso Emilio Ferreiro, el padre de mi amigo Luís. Con él me hubiera gustado hablar mucho más de poesía y de ese mundo oscuro que se esconde detrás del exilio, pero,  cuando estaba escribiendo, un buen día se lo llevó la Santa Compaña y, claro, ya no volví a verle…

Cando quero morrer
non digo nada.
E mátame o silencio
de non dicir Moraima.

Si viviera hoy Celso Emilio tendría ciento siete años, pero ya te dije una vez que un poeta nunca muere…

(Aprovecho para expresar mi más profundo agradecimiento a Suso Vaamonde, a Ana Belén y Milladoiro; y a María do Ceo… porque han atrapado en vinilo y en CDs el espíritu poético de “Moraima” que sigue reconfortando algunos de mis atardeceres en Carreira).