galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

ASESINOS DE ANIMALES

Yo apenas había traspasado la frontera de la adolescencia y allí estaban ellos, en la taberna, bebiendo y riendo sus hazañas…

—- Ista semana caeron tres…

—- Teño que ir a Chaín, que deixei cebo por alí…

—-  Eu ando detrais dun lobo que sempre que me ve ouvéame… 

Ahora que te interesa tanto el mundo de los vampiros y de los “lobishome”, te diré que existió en Galicia una casta humana de depredadores sin la suficiente inteligencia como para comprender la importancia del equilibrio ecológico.

Eran malvados y sádicos con toda especie que se moviera por los bosques del país. A veces, incluso les requerían las “autoridades” de la época para “ordenar la pervivencia”  de una especie concreta de animal que, en su libertad, mostraba su desacuerdo con las leyes que dictaban en Madrid quienes nunca habían pisado un monte…

Los tramperos -así les llamaba la gente de bien-  pertenecían a una especie única sin nombre ni apellidos. Se les conocía a todos por un apodo acorde con su salvaje “oficio”; y se repartían el territorio de tal manera que cada uno solo actuaba en su zona.

¡En todos los bosques del país había un trampero

Aquella fraga de Chaín era perfecta para la convivencia animal. Solo crecían en ella las especies autóctonas. La atravesaba un regato truchero con el mismo nombre. El suelo estaba alfombrado por un manto de hojas mezcladas con las “landras” caídas de los carballos. Había comida en abundancia para todos: para el gato montés, las nutrias, las ardillas, los lobos, el jabalí, los corzos, el urogallo… Todos amanecían con canciones de miles de pájaros creadores de la gran sinfonía natural de cada mañana.

Era el bosque de mis escapadas, donde me sentía libre… En este lugar maravilloso aprendí el nombre de cada uno de aquellos animales e incluso de cada ave… Allí trepaba por los “carballos” para observar el paso del zorro con su elegante cola sin que sintiera mi presencia…

Cuando me subía al más alto… veía Ourense en su pozo profundo con corona de niebla. Los Chaos de Amoeiro, donde se ponía el sol. Y presentía el Miño procurando la ciudad desde Os Peares.

Por el Camino Real, desde Cudeiro, caminaba una hora para llegar a Chaín, el paraíso que me descubrió mi madre en una mañana de otoño con calor primaveral…  ¡Imagínate que recuerdos me trae aquel bosque!

Supe que al trampero de Chaín le llamaban “Pichatorta” en la taberna. Me desveló  su territorio porque un buen día habló de la nutria, el armiño y la marta, especies   muy comunes, entonces, en el regato…

El “Tarabelo” decía, eufemísticamente…

—- Estes son os millores cazadores, os millores…

El “Tarabelo” era un zalamero para el que “todo el mundo era bueno si se bebían un par de jarras de un tinto peleón que él elaboraba”, vete a saber con qué aditivos, además de la garnacha de sus viñas…

Cuando los “tramperos” habían injerido un par de ellas, eran mucho más locuaces y contaban entonces sus repugnantes hazañas…

Los “tramperos”, sin embargo, gozaban de las simpatías de los “labregos” y en los ayuntamientos, si presentaban la “alimaña” viva, les pagaban un premio en metálico. Imagínate como sería la conciencia ecológica de aquella época –finales de los años cincuenta- que en Madrid se había creado una Junta Nacional de Animales Daniños

Cuando los escuchaba en la taberna,  aquellos hombres y aquellas prácticas me parecían propios del Neanderthal… 

Una fría mañana de diciembre, “Pichatorta” subió a Chaín en busca de su premio. El día anterior había colocado cinco trampas: una pegada al regato, otra junto a la que yo llamaba “la cueva encantada”,y las otras tres repartidas en la carballeira. Pero…

—- Cago en tal… ¡Non caíu ningún!

Todos los animales del bosque se habían confabulado para permanecer en sus refugios cuando apareciera “Pichatorta” la siguiente vez… Ya se conocían todas las trampas y a este tramposo, que yo jamás le llamé “trampero”…

Las recogió todas, malhumorado y soltando improperios por aquella boca de feroz depredador humano sin presa… Se sentó en una piedra y decidió volverlas a colocar. ¡La peor decisión que pudo haber tomado!

Actuó con rapidez para no ser visto por nada ni por nadie. Cambió de lugar la de la cueva y las de la carballeira. Le quedaba la del regato…

En esto que aparecen por un lado dos nutrias… Al otro dos martitas… Las ardillas saltaban todas enloquecidas por los árboles… Los lobos aullaban en la cercanía… Se escuchaba de todo menos cantos de pájaros…

“Pichatorta” quiso recoger la trampa y salir de allí zumbando  pero pisó el percutor y las dos sierras cayeron contra su pierna, fracturándola y haciendo que la sangre saliera de la herida a borbotones…

Llegó toda la manada de lobos y se dieron un banquete… Quince días tardó en dar la Guardia Civil con el esqueleto de aquel “Trampero”, que cayó en su propia trampa.

No sé si fue aquel suceso el que tuvo la culpa; lo cierto es que por la taberna de Jaime “Tarabelo” no volvieron a verse tramperos y jamás volví a notar la presencia de depredadores humanos por el bosque de Chaín