galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

ASI FUIMOS… Y ASÍ SOMOS

Lo que yo llamo “Galleguidad” es mucho más que un sentimiento. A los más de tres millones de personas que residimos en Galicia hay que sumar un  millón más, la cifra de residentes en el exterior; hombres y mujeres que cuentan con dos patrias: su país de residencia y su tierra natal que mantienen viva en el recuerdo, sobre todo en los tiempos difíciles.

En Latinoamérica viven aún 800 mil hombres y mujeres de origen gallego, a los que debemos una buena parte del desarrollo de este país. Y muchos de ellos han sabido incorporarse con éxito a los distintos sistemas socioeconómicos de los estados en los  que residen.

En cualquier rincón del mundo encontraremos siempre a un gallego,  porque la emigración  escribió –desde el siglo XIX-  muchas de las más importantes páginas de nuestra historia.

Por eso la Galicia del exterior es mi mayor motivo de orgullo y admiración. Bien sabemos que mucho de lo que hoy somos se lo debemos a ellos, a los que se fueron. Este país avanzó gracias a la inolvidable huella que en él dejó un buen número de corazones errantes…

Hoy quiero dedicarles a todos ellos, tras el estrés de unas elecciones generales,  esta portada gráfica que bien nos define como éramos y como somos.

Muchas penas de aquella postguerra, sobrevenidas por el hambre y la escasa relevancia laboral de la mujer, las curaron las fábricas de conservas, pioneras en dar empleo femenino en los pequeños pueblos de la costa.

Hoy, las conserveras gallegas sobreviven mejor que ninguna otra industria a estos tiempos de inestabilidad y siguen siendo las mejores embajadoras de los productos de nuestros dos mares.

Por su materia prima y por el esmerado trabajo de nuestras mujeres, la conserva gallega está considerada la mejor del mundo.

Los músculos en tensión, las pulsaciones a todo ritmo, las venas colmadas de júbilo para despertar un corazón somnoliento. El sudor fluyendo por la plenitud de la piel…

Unos juegan y otros gritan. Veintidós corren detrás de la pelota y miles se divierten. 

Jugar. Correr. Divertirse. Practicar. Un estadio que se llena. El triunfo o la derrota.  En equipo,  sobre el césped.

Es el futbol de nuestras pasiones que en Galicia ha ido de menos a más y de más a menos. Aunque este año todos esperamos que vuelva a ser de primera… Como siempre.

Es en la propia tierra donde  hallamos las raíces más  profundas de la música de Galicia: en la banda, nacida en la aldea para la fiesta patronal y religiosa.

La aldea es la vida en común junto al paisaje admirable que nos cautiva; y la banda el fruto del esfuerzo generoso de las gentes que la habitan.

Disfrutar la aldea es sentir el canto rumoroso del río, con fondo musical de saxofón… Admirar el románico de la iglesia bicentenaria y  compartir la marcha procesional el día de la patrona… Sentarse en el rincón mágico del espacio más bello para gozar la clásica banda sonora de cada atardecer, mientras ensayan los músicos.

Nadie sabe exactamente donde empieza el arte y donde la artesanía. Mis viejos de la aldea dicen que artesanía es aquello que, siendo artístico, también es útil para las tareas del campo o del hogar. El arte, digo yo, debe de ser eso que llaman artístico pero con una elaboración más creativa.

He aquí dos ejemplos: los cesteiros y peneireiros de Palas de Rei, en aquel pasado de subsistencia y el ceramista de Buño que herederó su técnica de los abuelos y estos a su vez de los romanos.

Para mí el arte empieza en la modernidad de Buño, de Niñodaguia, de Gundivós

La de antes quizá te la creyeses más y quizá te hubiera gustado,  incluso, pertenecer a la Unión de Hermanos Proletarios. Hoy dicen de ella que es un mal necesario y los comentaristas opinan que hemos ganado cantidad pero perdido calidad, mucha calidad.

La política y los políticos no tienen, con la que está cayendo, un buen cartel. La sociedad les responsabiliza de todos los males existentes, que parecen provenir de su mala gestión.

Yo, sin embargo, creo que en la política actual, como en el resto de la sociedad, hay de todo y para todos. Si bien es cierto que la política se ha convertido en una opción de trabajo muy bien remunerada para algunos, mientras, antes, por lo que contaban los abuelos y la historia, era un afán vocacional al servicio de los ciudadanos.

Tenía Vigo un barrio de pescadores, el Berbés, con una playa pequeña en la que varaban sus gamelas en la puerta de sus viviendas, hasta donde llegaba el agua.

Sin embargo, la modernidad trajo el cemento y este tapó la ría para que las mujeres, acostumbradas a la espera, ni siquiera pudiesen contemplar como regresaban los barcos a motor. Y hubo algunos que no volvieron.

No hace mucho que un arquitecto al que se le encomendó la tarea de restaurar plaza y edificios del Berbés, puso unas gradas de cara a la fachada para que la gente pudiese ver como se recuperaba el pasado.

Vázquez Consuegra pensó que así se olvidarían de la riada de coches, sustitutos de aquel mar que podían admirar cuando vivía el abuelo.   

Por cierto, el abuelo decía que en el país había antes tantas vacas como habitantes, quizá por ello cada municipio fomentaba varias “feiras” al mes. Pero el concepto es el concepto y aquella “nosa feira” es ahora un mercadillo en el que hallarás de todo menos vacas.

También se le dice feria, en castellano,  a los certámenes y exposiciones, de mayor o menor importancia, con recinto propio de esos que cuestan un pastón. Como por ejemplo el recinto ferial Semana Verde de Galicia. Ahí  sí hay vacas todos los días porque es donde se celebra la mayor subasta de ganado del país y varias exposiciones al año.

Aunque, si te soy sincero, desde que jubilaron a mi amigo Pepe Maril, el recinto de Silleda… “esmorece”.

El Ourense perdurable que decía el inolvidable Pepe Conde Corbal  ha cambiado para mejor. Una de mis postales favoritas de la ciudad antigua es esta del cimborrio de la Catedral. Y lo es también en estos tiempos, cuando hay que constatar la excelente recuperación del casco histórico, entre As Burgas y el viejo templo.

Aquí bien se nota el paso del tiempo y sobre todo la preocupación municipal y autonómica por la conservación de nuestras zonas monumentales, base importante para un activo turismo cultural.

Está cerca. Solo tienes que traspasar la imaginaria muralla de la ciudad medieval para contemplar cómo esta Compostela del nuevo milenio la  transformó. La vieja aldea con hórreo es ahora periferia y en ella también crece, granítica y vertical, una nueva villa que ha desterrado para siempre la negra sombra, porque encontró la luz en su nueva geometría.

Además tiene un multi-jardín que verdea su paisaje para que paseen gentes con dulce y calmado ritmo.

La frontera imaginaria es la de las “portiñas”, donde el camino viejo matiza aún las perspectivas de la montaña, que sorprende al viajero por su grandiosidad y también por la antigua dificultad de la serpenteante vereda cuyo silencio rompían los cascos de las mulas de los arrieiros y de los burros de los contrabandistas.

El paisaje cambió con la autovía llena de coches, indiferentes al ganado que se sigue tomando la vida con calma y con motores que tapan ahora el ladrido del perro que anunciaba la llegada de la gente.

El Padornelo y la Canda, son “as portiñas” por donde se marchaban aquellos segadores en busca de la vida, que entonces encontraban en Castilla.

FINAL:

          Mi agradecimiento a la Fundación Abanca por el regalo inestimable de los libros que me permitieron descubrir el Archivo Pacheco y el viaje del fotógrafo Jean Dieuzaide, inspiradores ambos de esta muestra digital.