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BALTASAR GRACIÁN, CUATRO SIGLOS DE SENTIDO COMÚN

“Toda la vida ha de ser pensar para acertar el rumbo”. Enreda con la prudencia Baltasar Gracián en su densidad, que bien gusta de ello su explícita sabiduría, y en Oráculo manual y arte de la prudencia ya advierte, desde su primera propuesta, de su vigencia: “más es menester para tratar con un solo hombre en estos tiempos que con todo un pueblo en los pasados”.

Por Alberto Barciela

No escribió el jesuita para necios, bien advierte de ellos, casi tanto como de los aduladores. Se dirige a los capaces, como individuos y como colectivo. El siglo XVII se hace actual al leerle. El ejercicio requiere detenimiento. Sus requiebros expresivos exigen atenta e inteligente predisposición, por las sugestiones. Es obligado reflexionar cada expresión. Lo barroco de su decir se compensa con el descubrir cuánto de verdad se esconde en esa prosa hermosa y espesa, reincidente en advertencias útiles, plena de propuestas que sólo el ingenio humilde y atento alertará de entre las ramas de un fractal de sabiduría. Árbol sin hojarasca. Y aun así, nos dice:

—- “No basta lo entendido, deséase lo genial”. 

Sin pedir tanto alcance,  no hay meandro que no conduzca al río de saberes y utilidades que se proclamaron desde una España, la de entonces, de intelecto oro, fineza en corte y pícaro discurrir. Y quien nos enseña sus grandes capacidades, nos advierte que “sin valor, es estéril la sabiduría”. El maestro ha de “dar entendimiento. Es de más primor que el dar memoria, cuanto es más. Saber, o escuchar a quien sabe”. No es extraño, pues, que recomiende, y no es poco, “vivir a lo práctico”, en presente, atentos al discurrir de cada día con sus avatares, alegrías y pesares.

—- “Tratar con quien se pueda aprender”.

Acogerse al arte para no cojear ni de erudiciones ni de alardes y cumplimentar las consabidas deficiencias de formación y de formas sociales. Dejarse seducir por las referencias de la experiencia y el saber eximido de vulgaridades, rutinas, afecciones, humores inoportunos y vagos decires.

—-  “Saber con recta intención. Asegura fecundidad de aciertos”.

Y nada de bromas, ni en esto ni en lo otro. Audacia sí, pero sin alardes.

El vivir enseña y los años aprenden. Se sonríe ante lo vulgar, pero sin carcajearse ha de corregirse, librándose de engaños –“la verdad es de pocos, el engaño es tan común como vulgar”-, estratagemas y malos sistemas políticos, sociales, económicos. Que antes se corrompe el ser que su cuerpo. “Milicia es la vida del hombre contra la malicia del hombre”.

—- “Hombre sin noticias, mundo a oscuras”.

El vigor de las reflexiones de Baltasar Gracián justifica su relectura en este mundo superficialmente global. Tanta es su actualidad, que ni los perversos ni las livianas, ni los de centro ni los de al lado, siquiera los enredantes de Internet, podrán presuponer cuatrocientos años a lo dicho:

Fortuna y Fama. Lo que tiene de inconstante la una, tiene de firme la otra. La primera para vivir, la segunda para después; aquella contra la envidia, esta contra el olvido. La fortuna se desea y tal vez se ayuda, la fama se diligencia; deseo de reputación nace de la virtud. Fue, y es hermana de gigantes la fama; anda siempre por extremos, o monstruos, o prodigios, de abominación, de aplauso”.

La aludida Fama no es cuestión de audiencias ni de altos vuelos precisamente, sí de cortesía, de verdad, de esfuerzo, de constancia y de suerte.

Estrategia vital.

—- “El No y el Sí son breves de decir y piden mucho pensar”.

Para jugar la vida es útil una cierta estrategia: alerta –“para prevenidos no hay acasos, ni para apercibidos aprietos”–, precisión –“arte en el apasionarse, erudición, medidas ambiciones, galantería en hechos” –, discreción –“cuanto más luce una antorcha, se consume más y dura menos” –, “imaginación templada” –como la estimación o el juicio–, equidad, disentir lo justo –“tanto huye de ser contradicho el cuerdo como de contradecir”–, vivacidad y “despejo”, resolución, moderación, entereza, excelencia y eminencia, “gusto relevante”, conseguir y conservar la reputación, para lo que habrán de cuidarse las compañías.

—- “La mejor treta del juego es saberse descartar”.

—- La reflexión en el proceder es gran ventaja en el obrar”.

Prudencia en todo y sin prisa – “pasión de necios”. “Dos males juntos: apasionarse y por vicios”. Tender con entereza y rectitud a la perfección sabiéndose incapaces de alcanzarla. Lo que importa no es tanto su cantidad como su calidad. “En los conceptos, sutileza; en las obras, cordura”.

—- “Prevenga la prudente reflexión la vulgaridad del ímpetu”.

Advertir lo chabacano, espantarse y huirlo como el capricho, las medianías o las demasías, las victorias o las tentaciones vulgares y, aún más, la necedad, que todo lo malo incluye y de todo usa. Chanzas las justas. Tener amigos y ser benevolentes. Y más discreción, sin olvidar que “las cosas no pasan por lo que son, sino por lo que parecen”. Y evitar competir.

—- “Nunca lo verdadero pudo alcanzar a lo imaginado”.

Ajustar, pues, ambiciones; no confundirlas con sueños. “Huir de los empeños”, que es tanto como renunciar a las cosas, por demás inútiles.

Fake news del siglo XVII:

—- “La esperanza es gran falsificadora de la verdad: corríjala la cordura.”

—- “Atención al informarse. Vívese lo más de información. Es lo menos lo que vemos; vivimos de fe ajena. Es el oído la puerta segunda de la verdad y principal de la mentira. La verdad ordinariamente se ve, extravagantemente se oye; raras veces llega en su elemento puro, y menos cuando viene de lejos; siempre trae algo de mixta, de los afectos por donde pasa; tiñe de sus colores la pasión cuanto toca, ya odiosa, ya favorable. Tira siempre a impresionar: gran cuenta con quien alaba, mayor con quien vitupera. Es menester toda la atención en este punto para descubrir la intención en el que tercia, conociendo de antemano de qué pie se movió. Sea la refleja contraste de lo falto y de lo falso.”

El tiempo es bueno cuando es del tiempo, en su longitud, en su amplitud, en su fondo, y el hacer le ha de corresponder en justo alcance. “Hombre en su siglo. Los sujetos eminentemente raros dependen de los tiempos. No todos tuvieron el que merecían”. Y aunque la Eternidad, salvo la divina de creyentes, no importe, “lleva una ventaja lo sabio, que es eterno; y si este no es su siglo, muchos otros lo serán”.

Los consejos son evidencia de sentido común:

—- Hacer bien a todas manos, buenas palabras y mejores obras, amar para ser amado.”

“No hacerse de mal querer. (…) A los hombres juiciosos – el que  todo lo descubre, advierte, alcanza y comprehende- los temen, a los maldicientes aborrecen, a los presumidos asquean, a los fisgones abominan, a los singulares los dejan. Muestre, pues, estimar para ser estimado, y el que quiere hacer casa hace caso.”

—- Las más de las cosas dependen de la satisfacción ajena.”

—- Lo malo es muy creíble y cuesta mucho de borrarse.”

—- “Cultura, y aliño. Nace bárbaro el hombre, redímese de bestia cultivándose. Hace personas la cultura, y más cuanto mayor. En fe de ella pudo Grecia llamar bárbaro a todo el restante universo. Es muy tosca la ignorancia; no hay cosa que más cultive que el saber.”

Y la felicidad es resumible, pues “no hay más dicha ni más desdicha que prudencia o imprudencia. Grande infelicidad ser para nada; no menor querer ser para todo.”

—- “Arte para vivir mucho: vivir bien.”

—- “Hombre universal. Compuesto de toda perfección, vale por muchos.”

—- Lo bueno, si breve, dos veces bueno; y aun lo malo, si poco, no tan malo.  Más obran quintas esencias que fárragos; y es verdad común que hombre largo raras veces entendido, no tanto en lo material de la disposición cuanto en lo formal del discurso.”

 —- “No hay cosa que no tenga algo bueno, y más si es libro, por lo pensado.”

Eso digo yo, Baltasar Gracián, para demostrar que cuatrocientos años no son posteridad suficiente para tanto saber, universal y eterno.

Y termino con la prudencia de esperar correcciones a mis muchos desaciertos, que tampoco serán para tanto y “siempre se ha de tener que desear”. Si hasta aquí he llegado es por “seguir los alcances, con palabras de seda, y saber entretener la expectación” sin intromisiones y atender a los requiebros, sin rencor, digo yo, que atiendo las advertencias y me vale. La capacidad y la grandeza se han de medir por la Virtud, no por la Fortuna. Ella sola se basta a sí misma…

 —- “Vivo el hombre, le hace amable; y muerto, memorable”.