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BENEDICTA SÁNCHEZ Y LA TEORÍA DEL TODO

Por Alberto Barciela

Algunos investigadores optimistas creen que llegará un momento en el que, con el ritmo actual de avances científicos, alcanzaremos lo que se ha denominado como la Teoría del Todo – conjetura hipotética de la física teórica que explica y conecta en una sola el conjunto de los fenómenos físicos conocidos-. Intuyo posibilidades, pero no sé mucho al respecto o no me he imbuido lo suficiente del tema o siquiera he preguntado a mis amigos expertos en Modelos Cuánticos o Campos Unificados – creo que en lingüística o en filosofía podrían muy bien equivaler al Sincretismo-, pero sí me ha hecho reflexionar acerca de las explicaciones más sencillas.

Estoy persuadido de que tan solo hay una máxima categórica: no hay nada absoluto. Lo dice la milenaria sabiduría asiática: se necesita toda una vida para entender que no se puede entender todo. El ser humano será incapaz de explicar nada en su integridad. Quizás las mayores hazañas se hayan correspondido con el nombrar a dioses o crear esperanza, ello sin base empírica real, aun respetando la Fe como eje dinamizador de todo lo desconocido.

De poder alcanzar una explicación racional, sea la que fuere, todo tendría que haber sido dicho o formulado en el momento inicial, inaugural -si es que lo hubo como tal- del mundo y nos obligaría a hilvanar una y otra vez hallazgos, torpezas, y a formular convencionalismos antiguos, inútiles todos ellos ante la enormidad variable de un mundo, en constante evolución, que aspiraría a entenderse a sí mismo en un momento único.

He observado, he escuchado, he prestado atención humilde, casi suave, a los días y a las criaturas, me he sentado en la naturaleza bajo sombras y a pleno sol, he sentido, me han amado y he correspondido, he leído y reflexionado, y ahora que ya he olvidado casi todo lo sencillo, recurro a mis apuntes, casi siempre breves, de pensamientos, palabras sueltas, casi escurridizas, ideas incompletas o sugerentes argumentos apenas esbozados. Me gusta pensar que los buenos autores lijan cada texto, cada pensamiento, toda inspiración, hasta que solo quede la verdad, al menos la suya. El artista sólo ve verdades antiguas con una nueva luz, porque no hay nuevas verdades, una pincelada de Matisse. Y si las hubiese, pienso, el mundo seguiría en fase de creación. ¿No es eso la expansión permanente?

Todo se ha dicho ya. Pero yo permanezco atento al susurro de lo que vuelve, de lo que pueda aclarar en novedad aquello que ya sucedió. El silencio también ocurrió, pero es la algarabía lo que uno espera para gozar de alguna verdad, entrecruzada de años y de misterios. La marea parece acomodarse, pero refluye, eclosiona y retorna, en una estadística impropia de la naturaleza. Hoy todo me parece dulce y esperanzador, es una impresión de un día aparentemente gris, pero lúcido. Tengo la sensación de que algo se va a aclarar para siempre. Pienso en la fiebre que me atenaza a la cama, en la gripe como motivo de mis elucubraciones. Y sonrío para mis adentros, consciente de mis propias ironías justificativas. ¿Alucino?

El rumor nace de la clandestinidad, de la multitud agostada en siesta, uno a uno, dos a dos. La masa necesita alimentarse con el estropicio ajeno, con la fragilidad del uno elevado a protagonista de los demás. La diatriba danza en la plaza con sus atributos de mirada entre disimulada e incisiva sobre alguien que sólo sabe que ayer pasó la tarde postrado, y que siquiera intuye que el manantial hecho fuente en teóricas lenguas viperinas, en forma e intención, le describe como ciudadano, como persona, incluso como posibilidad de ser mártir para sí mismo. La Teoría del Todo no deja de ser un entretenimiento, una frase en una hoja volandera en el otoño de una vida.

Si todo se ha dicho ya y es resumible nunca lo será en una teoría, lo será en una ley definitiva. Si fuese posible, hemos de saber que el silencio sigue albergando al menos una respuesta inédita a una solución conocida, es algo más que una cuestión de formulación y nos sorprenderá en su simplicidad. Individual y colectivamente caminaríamos hacia la resolución de un misterio que siquiera somos capaces de intuir. El libre albedrío carecería de sentido. Es más si retrocedemos en busca del mismo ¿qué explicación tiene todo lo que ha ocurrido hasta ahora?

He expresado mi idea de que no hay causas definitivas, ni explicaciones, ni razonamientos, ni remedios… El ser humano apenas alcanza la compresión puntual y escasa de lo que sus sentidos y entendimiento le permiten percibir y comprender en un ahora. Aun así, es probable que la evolución se encargue de confirmar y luego corregir todos los planteamientos definitivos de los que seamos capaces como especie racional -incluso el presente pensamiento-.Todo se explica en sí mismo, pero todas las explicaciones resultan insuficientes.

Benedicta Sánchez, fotógrafa y actriz de años de experiencia y novedad, lo explicó muy bien en sus últimas palabras al agradecer el Premio Goya a la mejor actriz revelación dedicándolo a “miña terra meiga”. Quizás su poderosa magia nos permita intuir que lo que merece la pena es vivir cada momento con la intensidad de la aldea, de la tribu, de entender que el otro existe, de lo próximo y alcanzable, de compartir, y de dejarse sorprender con lucidez. El resto parece un cuento sin final feliz, al menos en lo físico.

Gracias Óliver Laxe por este regalo inesperado.