galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

BRYNJAR BJARNASON

UN GUERRERO EN EL FIN DEL MUNDO

Este verano me encontré ascendiendo el monte sagrado de Fisterra a  Brynjar Bjarnason. Fue el primer y único islandés que conocí, porque, a lo largo de mi vida, siempre suspendí en Islandia y a esta mi edad me parece ya imposible aprobar la asignatura.

Por eso me puse a su lado y traté de entablar una conversación que me parecía imposible hasta que me dijo…

—- Yo hablo español.

Acababa de conocer a mi primer islandés y le comprendía, así que di gracias a todos los dioses que los galaicos adoraron en Duio, por poner en mi camino a un personaje tan interesante como curioso.

Comenzando por el motivo que le indujo a llegar hasta allí, hasta ese lugar mágico donde el horizonte esconde la casa donde duerme el sol, esa que fascina a tanto peregrino a Compostela.

—- La meditación. Ese es el motivo de yo andar por el Camino de Santiago.

—- O sea, lo espiritual… ¿Eres cristiano?

—- No, no. La meditación no es espiritual. Es la única forma que tenemos los humanos de encontrarnos con nosotros mismos sin interferencias religiosas.

Brynjar se había echado a andar a los veinte años y recorrió casi toda Europa por caminos de peregrinación. Le hubiera gustado llegar al Tibet pero sus posibilidades económicas no se lo permitieron. Claro que aún no firmó la treintena y aún está a tiempo de cumplir viejos sueños…

—- Antes tendré que volver a Islandia, a mi pueblo, a Húsavík. Tendré que volver a trabajar durante un tiempo. Volver a embarcar a la pesca del bacalao. Es la que mejor se nos da.

Me estaba imaginando a Brynjar en medio del mar, comparándolo con aquellos mariñeiros gallegos que pasaban más tiempo en St. John’s  de Terranova que en Vigo; gente nuestra de la que hablaba con mas devoción que de los santos el cura Guillermo Alonso, un gran tipo que ejerció como capellán del “Stella Maris” y nunca comía bacalao porque…

—- Nuestra gente las pasa putas, amigo. Deberíamos hundir esa flota…

A Brynjar no le parece dura la pesca del bacalao porque dice que más duro…

—- ¡Es el hambre! Hubo un tiempo, de niño, que en Húsavík pasamos hambre. Hoy Islandia es un país rico. Somos pocos, pero vivimos bien. Como en Galicia.

En esto, vemos como pasan los barcos de Fisterra que van en busca de la vida en esta Costa de la Muerte. Tengo la sensación de que Brynjar, conocedor como ellos del lenguaje de las mareas, también los admira…

—- Nunca sabes si vas a volver pero estás curtido en todo: sustos, travesías agotadoras, tormentas, el frío, la mala mar, el viento. Pero cuando estás bordo formas parte del equipo, somos como arena de una misma playa…

No me extraña que a Brynjar le parezca mucho más interesante caminar hasta el fin del mundo que postrarse en la catedral magnífica ante el apóstol Santiago.

Cuando se lo comento, es rotundo…

—-  Lo de Santiago está bien como leyenda pero ni siquiera los católicos se creen que ha venido a Galicia a predicar y mucho menos que está enterrado en esa iglesia…  

Este islandés es todo un cajón de sorpresas y un gran cronista de viajes. Me contó todos los detalles de su caminata desde la Plaza del Obradoiro hasta que llegó a Fisterra, describiendo lo que percibió a la perfección…

—- Un paisaje silencioso es el de A Barcala. El de A Mahía resiste y alimenta la vida individual de Galicia.

También me contó que le habían contagiado un bien inigualable, la dulzura de vivir; esa forma agarimosa de recibir al caminante que tienen las gentes de Ames, Negreira, Mazaricos o Dumbría.

Y fue Brynjar quien me contó aquel día la leyenda de Vákner, un monstruo que algunos estudiosos actuales relacionan con un lobishome y con el fáfner del norte de Europa, un dragón al que la fábula sitúa también en el Pico Sacro.

—- De su existencia escribió el Obispo de Arzendján, que para los católicos fue un famoso mártir armenio.

Es la única referencia que se conserva sobre el monstruo. La historia del Camino cita al obispo como peregrino entre 1489 y 1496 y el texto por él firmado dice así:

“Recibí la bendición de Santiago, me puse en camino y llegué a la extremidad del mundo, a la playa de la Santa Virgen, a un edificio que fue construido por la propia mano del apóstol San Pablo y que los francos llaman Santa María de Finisterre. Padecí muchos trabajos y fatigas en este viaje, en el cual topé con gran cantidad de bestias salvajes muy peligrosas. Encontramos el Vákner, animal salvaje grande y muy dañino. ¿Cómo, me decían, habéis podido salvaros, cuando compañías de veinte personas no pueden pasar?».    

A pesar de tratarse de un escrito breve, el ayuntamiento de Dumbría lo quiere recuperar como una muestra más de la importancia de la literatura del Camino a Fisterra y de su tradición oral.

Tiene gracia que Brynjar se llame así y me hablase del “Vákner”. Su nombre significa en su cultura “guerrero”. Me lo imaginé enfrentándose al monstruo y venciéndole con toda facilidad ayudado por los dioses galaicos.

Pero si Brynjar cobró amigos en Galicia esos fueron los percebeiros de Muxía, a los que jamás olvidará como mitos sobre rocas de sal, que se mecen, como las olas que los baña, entre la vida y la muerte.

El guerrero me dijo ese día:

—- Esta gente atraviesa la frontera del miedo con pasmosa libertad. Los admiro por cómo se enraízan en las piedras y como viven esa su aventura diaria vestidos de cansancio…

Son sus héroes y con ellos hemos quedado dentro de un par de horas en la taberna del puerto. Antes, al igual que les pasó a los soldados romanos, nos asombramos una vez más con ese universo marítimo en el mismo instante en el que el sol se retiraba a descansar, inundándolo todo de luz celeste y oro.