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CARLOS GARDEL EN LA HOGUERA

GARDEL +

 

Por Rodolfo Jorge Rossi

Edmundo “Pucho” Guiborg, reconocido escritor y periodista, una noche se hizo presente en el café. La conversación giró sobre su amistad con Carlos Gardel. De la pasión que compartían por los pura sangre, las mujeres y la cocina francesa. Señaló la tendencia del Morocho a engordar; los sacrificios que hacía para bajar de peso. Contó anécdotas muy graciosas sobre la vida de ambos en Manhattan, trabajando para la Paramount. Hasta ahí todo era  felicidad, pero luego de mirar para atrás y cerciorase de que no había moros en la costa, don Edmundo dijo, bajando la voz: quiero contarles algo de lo que nunca hablé, a Carlitos lo asesinaron. Susurró luego: lo mató la Iglesia Católica.

Tras cartón contó la siguiente historia.

“Los curas nunca quisieron a Gardel porque era la imagen del demonio. Y el delirio contra el Zorzal se acentuó cuando el tenor Enrico Caruso expresó públicamente su admiración por el Morocho: “tiene una lágrima en la garganta”. La Iglesia tampoco quería al tenor italiano, porque era amigo del filósofo esotérico George Gurdjieff, putañero y gran hereje. Al morir el  cantante, en 1921, los curas se calmaron, pero la inquina estaba latente.

En el momento que adquiere relevancia internacional, allá por 1930, Carlitos es presentado ante el público mundial como “la voz de Dios”.

Esa calificación despertó en el papado el odio dormido: es el momento en que deciden tomar cartas en el asunto.

Durante el Sínodo anual reunido en Roma en 1933,  el Papa Pío Xl, analizó junto a los cardenales vida y obra del Zorzal, ahí deciden eliminarlo.

—– ¿Por qué era considerado diabólico? 

—– Su vida distinta, original, sin prejuicios irritaba a los curas. Existencia comenzada en Toulouse, Francia, cuando nació como Charles  Romuald, hijo del amor. Rechazada su madre por los convencionalismos de la época migran a Buenos Aires; Carlitos tenía dos años. En la Reina del Plata, doña Berta se empleó como planchadora; el hijo se crió en la calle.

Ni siquiera la presencia de un Santo, Ceferino Namuncurá, compañero de coro con los salesianos, logró redimir al díscolo Carlitos; se destacó en la escuela primaria por blasfemo. Exhibía, además, un notable cross de derecha. No tenía problemas de aprendizaje, pero su conducta rozaba lo marginal.

—– Se lo pasa escupiendo imágenes religiosas, se burla de la Virgen, es un impío, -dijo un cura azorado, a la madre, que había sido llamada para que sacase al niño del colegio-.

“A Carlitos no le importaba nada. Solamente era feliz en las calles del barrio del Abasto, rodeado de curdas, cirujas, y delincuentes.

Doña Berta se desprendió de su hijo; éste fue alojado en lo de una vecina, llamada Rosa Franchini. Al terminar el colegio primario Carlitos tomó conciencia de su don celestial. Los que lo escuchaban cantar quedaban  deslumbrados; solos frente a Dios.

Cayó preso varias veces y su garganta, entonando canciones criollas, conmovía a la taquería, recuperando, siempre, la libertad.

Detestaba la autoridad; a todo lo que esta representaba. Con los  curas la relación iba del asco a la risa. A los trece años se hace  amigo de Luís Sanguinetti, propietario de la cantina “Chantacuatro” dónde canta  todas las noches por la comida. Descubre el aplauso y el viejo vino Carlón.

Se escapa de la casa; lo encuentran varios días después en un prostíbulo de Florencio Varela. Se hace cantor de quilombo, traba amistad con cafiolos y pupilas. Las putas lo adoraban.

Pregunté:

—— ¿Dónde se conocieron?

——  Lo conocí en un comité Conservador del barrio de Balvanera. Nos hicimos muy amigos, los dos teníamos el mismo origen; hablábamos  francés. La amistad se consolidó en una gira que hicimos a Brasil. El actor Elías Alippi formaba parte de la compañía teatral. Los tres nos hicimos inseparables.

Un hecho relevante consagra la valentía de Carlitos; la Iglesia lo toma a mal. En diciembre de 1915, saliendo del Palais de Glace, una patota encara  a Elías Alippi y le dice que no pise más el lugar porque lo quieren libre de judíos. Carlos Gardel reacciona defendiendo a su amigo. Uno de los agresores, de apellido Guevara, con un arma apunta al corazón de Elías. Gardel se interpone y recibe un disparo en el pecho. Se salva de milagro. En ese momento la Iglesia le empieza a prestar atención. No puede ser que un criollo ponga el pecho por un rusito. Algo raro pasa con el muchacho. A partir de ahí asignan a Carlitos un seguimiento especial; termina en lo que dije al comienzo, cuando lo presentan como la voz de Dios.

No saben cómo eliminarlo. Así llegamos, como les conté, al Sínodo de 1933 donde el Papa Pío XI, encarga al Cardenal Pacelli que durante 1934 -cuando se realice el Congreso Eucarístico Internacional en Buenos Aires- tome los recaudos del caso y encargue  eliminar al Zorzal.

Su muerte debe ser como la de Giordano Bruno, en la hoguera. El fuego  tendrá ahora un efecto disuasorio, ante el avance de la ciencia, el tango y el anarquismo.

Pucho interrumpió su relato para pedir una caña. Todos los presentes en el café en esa noche memorable lo mirábamos azorados; solemnes como en misa, esperábamos el desenlace de la historia.

Guibourg tomó un sorbo del brebaje, carraspeó y con los ojos húmedos por la emoción, continuó: “Pío XI le recalca a Pacelli que no puede fallar. Que no pase lo de Galileo Galilei que se retractó ante el inquisidor y después siguió cantando.

Durante el “Congreso Eucarístico”, en Buenos Aires, Pacelli se conecta con los peores sectores de la Iglesia. Ordena:

—— Carlos Gardel es el Anticristo y debe morir en la hoguera. No tiene moral, es hijo del amor, puso el pecho por un judío y se presenta como la voz de Dios. En definitiva: un guacho de lo peor.

La orden se cumple en Colombia el 24 de junio de 1935; Carlos Gardel es inmolado en Medellín.

Esa noche Roma está de fiesta. El Papa Pío XI organiza una orgía para festejar la muerte de Carlitos. Los frailes se pasan con el escabio. Después de la medianoche se producen corridas y forcejeos; al amanecer se escuchan tiros. Los curas, desbocados, apuñalan a las putas en las escaleras del Vaticano. Lo que sabemos a ciencia cierta es que todos los cardenales terminaron en cana. Se dice –no puedo afirmarlo- que intervino la mafia y quedaron en libertad al otro día. No sé, reitero, no me consta.

Los festejos en Buenos Aires los dirigió  el director de la revista católica Criterio, monseñor Gustavo Franceschi, rodeado de los miembros más encumbrados de la Curia. El cierre de la feliz velada lo realiza el lamentable monseñor levantando la copa: “brindo por el bellísimo fin del Zorzal Criollo crepitando en la hoguera. Ha muerto un  tenorio de conventillo, gran cafiolo de arrabal. Para rematar con una frase digna de un gran hijo de puta:

—— ¡Como sería de gaucho Gardel que murió asado!

Terminado el relato nos quedamos en silencio. Guibourg encendió otro cigarrillo; llamó al mozo y dijo:

—— Preguntá el resultado de la quinta carrera de Palermo.

Luego, mirándonos conmovido a través del  humo que subía hacia las pálidas luces del techo, cerró la noche: ante la ausencia de un ser supremo, frente a un Dios que se ha olvidado de nosotros, que nos sumergió en la confusión más absoluta, solo nos queda la devoción por Gardel que es, sin ninguna duda, la voz de ese Dios ausente. Carlitos, a través de su música, ha demostrado que es el camino, la verdad y la vida.

Su gran legado es el tango; quizá la única prueba concreta de la existencia del hombre.

SALIDILLA