galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

CARLOS VELLO, LA QUINTA ESENCIA DE LA PINTURA

     

         Hace tiempo, mucho tiempo,  que no le veo pero le sigo. Fue siempre mi amigo y uno de mis pintores favoritos. Con él tuve la suerte de convivir en mi edad de oro, cuando escribir me resultaba más fácil y aún poseía esa facilidad de palabra que me permitía decirle mis sentimientos al viento, a través de la Radio.

        Carlos Vello es un pintor de los quintaesenciados,  capaz de recorrer los mil vericuetos del arte para no dejar a nadie indiferente. Y es además, un tipo divertido. De lo más divertido que te puedes encontrar en Ourense.

   

          Nos conocimos una tarde en el Tucho, aquel viejo “Voltaire” de la plazuela del Cid, juntamente con el revolucionario Vidal Souto y Alexandro, mi querido loco. Recuerdo que la taberna estaba llena de turistas que levantaban una jarana insoportable y decidimos marcharnos de la ciudad en busca de “La Paz Espiritual”…

        La encontramos en una taberna de San Ciprián das Viñas en la que fraguó un grupo intelectual muy interesante, base de una generación de pintores y escritores que dimos cierta continuidad a aquello que don Vicente Risco llamaba los “Artistiñas”…

      

         Pero aquella etapa me resultó corta porque tuve que dar muchos pasos fuera del país antes de reencontrarnos todos en el Gran Vigo

       Mi compañera, Gloria,  dice que en aquel tiempo cometíamos muchas locuras; pero  yo conservo grandes recuerdos gracias a mis amigos pintores y escritores, con los que aprendí a navegar por un mar de letras y colores.

        Y sí. Fue en Vigo donde mejor descubrí el arte y los artistas. En los amaneceres y las madrugadas de sal en Samil, escuchando al cantor amigo recién llegado de la Argentina, mientras Carlos hacía “un retrato a plumilla” a la joven bailarina del Riomar próximo…

            

       Por aquel entonces, Carlos Vello te decía…

      —- ¿Tes unha Coca Cola? ¡Solo é para botarlle unhas gotiñas na xarra de xenebra, para disimular!

      Se la bebía de un trago, una jarra entera, y allá marchaba a “Elektra” a mover el esqueleto… Luego bajaba a pié, casi siempre sereno, la calle Urzaiz

     Aquella noche, sin embargo, iba por el medio y medio, dirigiendo el tráfico, hasta que lo encontramos Alexandro y yo y nos lo llevamos a casa en donde dijo:

      —- Alexandro… Imos pintarlle un cadro a Gloria, que nos ten aguantado moito…

      —- Imos para a cama, se che parece, que estás pasado…

      —- Non, non; que teño unha idea…

     Y allá aparecieron los cachivaches que pacientemente había guardado en una esquina del balcón Gloria… Y pintaron y pintaron. Ambos a medias, un cuadro inacabado que figura en el pequeño museo de mi amiga Nelly  

    

      Al día siguiente, Carlos Vello,  siempre “te quería” y te llevaba a comer al Hotel Bahía, que interpretaba era el mayor lujo de la épocaTomaba cerveza para eructar antes de comer y siempre le decía al camarero…

     —- ¡Para que pon todo esto! ¿É unha ferreteiría ou un restaurante?

    Y su mirada penetraba como aperitivo en todos los cuerpos femeninos que había en la sala, desnudándolos y diciéndoles siempre lo mismo…

    —- Perdone, soy pintor y me gustaría hacerle un retrato a plumilla…

    Alexandro, que era el guapo del grupo con sus ojos azules, decía que eso del retrato a plumilla en muy pocos casos le dio resultado

 

      Éramos jóvenes, demasiado jóvenes. El que mas y el que menos –pero con muchísima menos gracia- hacía lo mismo que Carlos Vello. Nos cultivábamos y al mismo tiempo nos divertíamos; y he de confesarte que a esa etapa le tengo que agradecer mi madurez como persona y como profesional

     Porque la amistad, sobre todo la  de Carlos Vello, me sirvió para enriquecer tanto mi cultura como mis principios, esos en los que he asentado todo cuanto he hecho hasta ahora en la vida.

     Carlos Vello es actualmente uno de los pintores gallegos más respetados, pese a esa genialidad que aún de cuando en vez le convierte en un excéntrico social. Yo creo que ese es su juego.

     Por ejemplo, le acaba de contar a la periodista de “Mundo Ourense”, Paula Lodeiro que, dice Carlos,  “recién cometió la tontería de casarse”, lo siguiente:

     —- Si mi pintura gusta en Ourense a la mayoría de los ciudadanos es un síntoma, muy malo,  alarmante. Me indica que debo urgentemente revisar mi obra, ya que posiblemente exista algún fallo importante.

     Esto tiene una explicación: Carlos Vello nunca quiso ser profeta en su tierra después de haber pintado, durante cuarenta años de su ya larga vida, quizá más de dos mil cuadros. Y casi toda su obra, la mayor parte, nunca se quedó en Ourense. Siempre fue viajera porque en su ciudad de residencia no le gustó nunca exponer.

   

       Ahora, en la madurez plena como pintor, casi toda su obra se va a Pamplona… Quizá por ese exilio artístico, ha cambiado radicalmente de vida… Hace poco, un amigo común, me dijo:

     —- A Carlos Vello no le conocerías ahora. Porque por no ser, ya no es ni hippie…

    Y debe ser verdad porque ni fuma, ni bebe… Aunque,  eso sí, le siguen gustando las mujeres…

     —- Entre los treinta y los ciento diez años de edad. Es para hablar con ellas de cultura –le dijo a Paula.

     La pintura y Tapies son sus pasiones actuales y es casi imposible ver en este artista a aquel otro de los años sesenta y setenta que pasó de ser un monaguillo de los que comulgan dos o tres veces al día, a tener la personalidad de un agnóstico y de un anarquista, al que le gusta leer buena literatura, venga de donde venga; cuando antes negaba todo derecho a los se expresaban en lengua castellana porque él era “galleguista”…

  

        Su pintura es excepcional. Ha de ido a más a través de los años… Prácticamente empezó en los setenta, que es cuando se dedica en exclusiva a pintar, dice él, que…

         —- Coincidiendo con mi liberación definitiva de esa plasta de expediente de exención del servicio militar por hijo de viuda.

         Y lo que es más importante. Sigue siendo un buen gastrónomo, así que uno de estos días viajaré a Ourense para devolverle alguna de aquellas comidas que pagó en el Vigo de los setenta… justo cuando se tomó la vida en serio. (Esto último aún me suena a broma)…