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CARTA DE UNA ANALFABETA

CARTA

Por Loreto Ibañez Fontán, desde Chile.

Es -ya sabes- la primera carta que te escribo y espero, como siempre, todas las críticas posibles, pues la principal razón que tengo para amarte es esta admiración que es idolatría.

También sabes de sobra, más allá del tiempo y de las razones terrenas, que sin ti yo jamás hubiera sido capaz de nada… ni siquiera de poder decirte nada.

Este amor que te profeso es tan único que bien mereces ser mi amo; porque tú has sido y serás siempre mi maestro. Yo era tan débil, tan pequeña, y sin embargo me abriste todos los sentidos al mundo.

No leía yo ni los periódicos y, si bien sabía leer, era una analfabeta. Pero tú amor, me vas forjando con soberana paciencia.

Ni todos los dioses del Olimpo hubiesen dado más a mi mínima existencia… (¿Notaste que usé la palabra «Olimpo»? )

La física cuántica, la filosofía, la literatura y todas las ciencias y las artes que tú me mostraste, me hicieron la mujer nueva que hoy soy en tu nombre; esa que puede leer más allá de las revistas de moda y los horóscopos, la que sabe de Galois y de Chopin, la que aprendió que las palabras son mucho más que la mera unión de letras.

El Universo, amor, eso me diste… El Universo que está más allá de la cocina, la casa y el barrio en que vivimos.

Hoy soy una hembra distinta que, como señora que soy, también sabe cuándo debe cerrar la boca y escuchar en silencio; como cuando leo y no sé cómo, pero entiendo de poesía y geometría.

Dime… ¿Cómo lograste este milagro? Hoy me siento plena y espléndida como cualquier protagonista y, cuando miro y beso tu boca, pienso en Cortázar; así como cuando cocino, sé que es alquimia…

Gracias mi vida, maestro, creador de mi existencia por este renacer tan bello e infinito.

Hoy sé plenamente que el mundo no termina en tus razones ni en tus quejas. El mundo que me regalaste no tiene final. Has hecho de mí lo que soy, lo que siempre debí ser más allá de tu creación de ese lejano principio.

Puedo ver, pues tú me diste ojos. Sé leer, y lo que es mejor, puedo pensar, relacionar, decidir… ¿Es que no te diste cuenta que me dabas Libertad?

Gracias por todo amor, por todo lo sacro que hoy descubro en mí. No me olvides. Mira que ya sólo soy capaz de habitar en tu nombre, pues tú mismo me enseñaste a escribirlo.

LORETO +++