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CHERCHEZ LA FEMME!

Por Alberto Barciela

La Real Academia de la Lengua (RAE) respondió, el miércoles 20 de febrero de 2019, en Twitter, a la consulta de una usuaria identificada como Betibú que preguntaba por qué el adjetivo ‘marrón’ no se convierte en ‘marrona’ cuando acompaña a un sustantivo femenino, dejando caer que podría tratarse de una discriminación a “las marronas”, y su contestación se ha hecho viral en las redes sociales. La RAE respondió que “hay adjetivos de dos terminaciones, como “rojo, -ja”, “amarillo, -lla” o “listo, -ta”, y otros de una sola terminación, válida para el masculino y para el femenino, como “marrón”, “azul” o “imbécil”.

El feminismo como conflicto se eleva por encima de una diferencia exacta de sexo, aunque no lo excluye, y abunda en la idea cultural de una supremacía masculina, evidente en lo cultural y difícilmente demostrable en lo particular. Es una lucha justa y muy actual, contiene reivindicaciones de todo tipo y otras más prosaicas. Todo construido bajo una deseable idea de igualdad de derechos, reconducción de los roles sociales hacia una indiscriminación de género -por ejemplo salarial- y de erradicación de la violencia machista -también de la que algunas mujeres practican contra los hombres-. Hay quien se ayuda de todo ello para ejercer un posicionamiento social y político.

La violencia es execrable sea cual sea el género que la exhiba y venga de donde venga. Casi lo mismo se puede decir de la desigualdad, salvando excepciones derivadas de los talentos personales -nunca de género- que afectan a lo físico -genética, coeficiente intelectual, etc.-, y se derivan de la formación o de la situación económica y social de cada quien. En determinados ámbitos se podrá avanzar, pero en las capacidades físicas masculinas y femeninas hay que adaptarse a las determinadas realidades. Los cupos pueden corregir ciertas divergencias en lo político, pero la eficacia que para una empresa pueda suponer la presencia de un género u otro en su consejo de administración o en su plantilla de personal, depende de factores ajenos al sexo de cada uno -el cerebro y la cerebra, no son distinguibles con plena corrección y alcance, aunque a todo habrá de llegarse-.

Nada de cuanto cito tiene que ver con la gramática, con la reinterpretación parcial e interesada del conjunto de normas y reglas que nos facultan hablar y escribir correctamente una lengua -no un “lenguo”-, y que nos han permitido entendernos, dialogar y expresarnos, a través de los siglos, con evoluciones y adaptaciones propuestas por el uso y aceptadas por los académicos y lingüistas.

El feminismo -expresado así, en masculino singular – es un movimiento respetable -por cierto, nunca se dirá “nunco” ni  “una movimienta feminista”-. Ni la pimienta es pimiento ni la “pilota pilota”, ni las diputadas y diputados asisten a la “Congresa”. Los trabalenguas y los juegos de palabras, son otra cosa -no “coso”-. Siquiera el idiota será idioto, por más que se esfuerce.

El feminismo ha logrado muchos y notables avances en defensa de las mujeres, y diré que para bien de los hombres, de la sociedad y del propio desarrollo de los pueblos. Por favor, no nos confundan y permítannos contribuir a la igualdad entre géneros, con serenidad y sin estériles confusiones lingüísticas, lo que sobran ya son analfabetos funcionales.

Recuerden la anécdota narrada por Francisco Umbral, en su libro “Los alucinados”:

Un día, yendo en coche Pío Baroja con unas marquesas, le explicaban que la mujer ha progresado mucho y ya hasta conduce automóviles:

– No veo yo -contestó- que el taxista sea el modelo de la inteligencia occidental.

Pues eso, cuidado con las comparaciones, que los hombres no somos perfectos.