galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

CON SABOR A OTOÑO

El otoño es policromía de hojas que vuelan sobre el bosque, al recibir la brisa melancólica que escala la copa de los castiñeiros.

El castiñeiro es el corazón vegetal que late en la vieja aldea y la castaña su fruto. Ambos son la vida y la tradición; y de ellos emanan los ritos de incierto origen que seguimos cada año, cuando el sol ya no quema.

Es el árbol sagrado que trepa por las laderas desafiando precipicios y es su fruto de sabor único, porque casa con casi todo.

Ya huele a brasa de magosto en la villa próxima y a carro de castañero urbano en la ciudad antigua. La castaña y el fuego son los elementos que dan rigidez otoñal a las esotéricas formas de la magia; las que cuentan los abuelos, inspirados por la llama misteriosa de una lareira.   

No es un árbol de río, pero sí de bocaribeira. Al castiñeiro le gusta sentir la humedad de la niebla y la lluvia fina, antes de obsequiarnos con su fruto, la castaña, que vuela para buscar la tierra y morir en el fuego.

Los soutos solo son de castaños y no hay aldea de Ourense o Lugo que no tenga el suyo. Son famosos los soutos de castiñeiros de Trives, que vigilan el discurrir del río Navea, antes de desembocar en el Sil.

El castiñeiro es un árbol milenario, de larga vida. Los ancianos son de tronco hueco. Pero dicen que de ellos sale el mejor fruto.

En toda Galicia  abunda la toponimia relacionada con este árbol: hay mil soutelos, souteliños y soutomaiores. Y numerosos apellidos ilustres como Castaño o Castiñeiras.

Esto indica su importancia a lo largo de la historia: porque era el árbol más importante de la vieja aldea: Suponía y aún supone buena madera para los ebanistas y carpinteros; incluso sus varas son ideales para la cestería y tonelería.

También es planta medicinal: sus hojas y su corteza son astringentes contra la diarrea y en infusión valen para la tos y el mal de garganta. Incluso su flor, la candea, dicen que es el origen de la mejor miel.

Pero sobre todo hemos de tener en cuenta su fruto, la castaña: fue vital, el principal alimento para la supervivencia de tiempos felizmente olvidados. Hoy, en la moderna gastronomía, ya es otra cosa.

A la castaña le arrebataron protagonismo en las cocinas gallegas el maíz y la patata, traídos hace siglos de América, pero fue el alimento base de cuanto ser humano y cuanto animal doméstico o salvaje habitaba la media montaña de Lugo o de Ourense.

Hoy es postre de otoño y guarnición de platos elaborados con imaginativas y nuevas formas, especialmente los que tienen como protagonistas principales a la caza. Personalmente gusto muy especialmente de las croquetas de castaña, toda una exquisitez heredada de mi abuela.  

Cuando llega el otoño vuelve a ocupar el lugar que le corresponde en la mesa, en la fiesta e incluso en las ciudades, en donde pequeños carritos-locomotoras aparecen en la esquina clave para dejar en el aire el inconfundible olor de la castaña asada.

Además, la castaña es la gran protagonista que quiere recuperar su condición de elemento importante en la economía rural. La Ruta Europea de la Castaña nació con vocación industrializadora pero también crece como vía turística y la Indicación Geográfica Protegida Castaña de Galicia supuso su internacionalización.

Si vas a París no dejes de visitar el restaurante del cocinero ourensano Juan García y verás como devoran los franceses el marrón glacé que inventó mi inolvidable amigo Pepe Posada.