galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

CRIA CUERVOS…

CUERVO +

Por J. Javier García Pena

 

Sucedió mucho antes de que se descubriera la fascinación que los Grandes y Pequeños Hermanos ejercerían sobre una buena porción de la humanidad espectadora.

Internet, en pañales, era dominio de unos pocos iniciados.

La dinámica de aquel popular programa se basaba en concursos de preguntas y respuestas al alcance cognoscitivo de los grupos estudiantiles de enseñanza secundaria y similar franja etérea, pero de institutos diversos, que se enfrentaban y renovaban semanalmente,

Dos juveniles antagonistas, cuyos cuerpos desaparecían parapetados tras un compacto atril, emergiendo solamente sus bustos en algo así como un moderno remedo de los clásicos de Cicerón o Platón sobre una columna de mármol, representaban a cada grupo en puja.

Se les permitía, si los urgía la duda en sus vacilantes respuestas, consultar a sus respectivos condiscípulos que, desde las tribunas, aplaudían y vitoreaban ruidosamente cada acierto del participante, o abucheaban el yerro del contrario.

Las demostraciones de entusiasmo eran coronadas, al final de cada competición ganada, por un original y esforzado salto vertical del moderador del concurso, veterano conductor de larga permanencia en los medios televisivos, sumándose a la explosión de contento del campo ganador. Ese salto, cada vez más esperado, impulsado cual resorte por sus rodillas flexionadas, llegó a convertirse en sello distintivo del programa.

La peculiaridad de la competición residía en que la única forma de colaborar que se les permitía a los tribunos parcializados era la silente gestualidad.

Es decir, podían dar rienda suelta a su imaginación simbólica  expresando de mil formas corporales y faciales la naturaleza del objeto o concepto a responder.

En caso de emitir el mínimo sonido vocal, la participación del alumno concursante sería multada.

Esa vez, como tantas otras, la última pregunta fue formulada y la cara de estupefacción del adolescente reflejaba que, muy probablemente, fuera la primera vez que escuchaba el inicio de la frase cuyo desenlace debería contestar en menos de treinta segundos:

—– ¿Cómo continúa el siguiente refrán: Cría cuervos y…?

Ahí comenzó su peregrinar azorado de rostro en rostro y contorsiones de sus compañeros más ilustrados, en busca de la otra mitad del enunciado.

Consultó labios, escrutó símbolos manuales como un sordo agredido por una multitud, cotejó posibilidades, intentó discernir qué le querían decir veinte bocas gesticulantes que concluían dibujando un insistente rictus maxilar, cuál un pez boqueando fuera del agua, dedujo lo que querían expresar aquellos reiterados tocamientos de cabeza, de gargantas y de ojos. Adivinó contraseñas.

Por fin, parecieron despejarse todas sus dudas.

Con una ancha y ufana sonrisa dio por resuelto el enigma propuesto.

El previsiblemente elástico salto del moderador, ya pronto para su entusiasta  despegue vertical, se vio abortado por la tan inesperada como contundente respuesta:

—– ¡…y te comerán los piojos!-

No recuerdo una carcajada coral televisiva más espontáneamente  genuina.

Tanto toque de cabezas y gargantas, tanto galimatías  gestual, lo indujo a pronosticar, con toda lógica, un seguro destino de miseria para cualquier emprendedor que acometiera tal proyecto.

Aún hoy, al recordar aquel bello y sano concierto de risas bien juveniles -y otras no tanto-, producto de una sana ingenuidad, mezclada con desconocimiento y apremio horario, no puedo-ni quiero- evitar el placer de carcajearme a gusto, como entonces.  

ESPIRAL EN AZUL (2)