Imponía. El viento azotaba mar y
tierra para confundir su música con el sonido de las olas de la playa que se
elevaban… inmensas. Fuerza 8, que se dice. Yo apenas dominaba el coche y el
esqueleto de la vieja fortaleza pedía socorro a Nosa Señora, como si fuese un
náufrago de aquella dorna que los jóvenes de San Vicente intentaban llevar a
puerto.
En esto que suena el teléfono…
— Se fue la luz. Está sin luz
media Galicia.
— Supongo, hace mucho viento y
caen cuatro gotas.
— Pues déjate de hacer fotografías
y vente para casa.
En esto, bajé del coche junto a la
pequeña capilla donde la Virgen cura el “meigallo” de la fecundidad, aunque si
ella no te hiciese caso dicen las meigas que es tan efectivo tomar un baño y
esperar que nueve olas se deshagan contra tu cuerpo; eso sí, un amigo mío
cuenta que eso hay que acompañarlo luego con una noche playera en buena
compañía.
A mí el vendaval me estaba curtiendo
todo; la cara, el tronco y las extremidades. Bailaba yo como cada último
domingo de agosto bailan aquí, bajo un manto de guirnaldas y bombillas de
colores, los romeros que vienen a rezar y a lo que caiga…
Este sábado tal vez no fuese una
buena elección venir a la playa de A Lanzada para imaginar las invasiones normandas.
¿O sí?
Verás, en un momento el vendaval se
disfrazó de ciclón y hube de refugiarme cuatro horas en los “pendellos” de este
entorno, que huele a mar bravo y deja entrever como era este mágico lugar en el
siglo X.
Del “Castellum”, del que habla la
historia, quedan unos muros mitad sillares mitad pedruscos. Cuesta en tal día
como hoy –con este tiempo- retrotraerse a como era esto hace mil años, cuando
el obispo de Iria Flavia, Sisnando II, se empeñó en construir lo que debió ser
una estupenda fortaleza defensiva para evitar las invasiones de los piratas.
Pero antes del “Castellum” la
fortaleza fue castro, como atestiguan restos romanos aquí hallados. Así que me
imaginé al Legado Marco Vinicio y a su Legión, allí acampado, contemplando el
infinito mar que solo ocultan las islas Ons.
—-
¿De qué te ríes?
—-
Hombre, suena a novela…
—- Pues la escribió un tipo tan
sabio como aquel canónigo de Compostela, López Ferreiro, que en el siglo XIX
redescubrió la tumba del Apóstol…
No cabe duda de que todo este
entorno fue en su origen una aldea prehistórica, que luego se convertiría en
castro y que sería cristianizada como tantos lugares de Galicia.
Por eso, Sisnando II mandó construir
también un magnífico templo, románico, de ábside semicircular, un santuario
para honrar a Nosa Señora, la que cura el “meigallo” y le enseña el rumbo de vuelta a los que
navegan estas difíciles aguas, al menos en días como el de hoy. Porque…
Te digo que en verano, con el mar en
calma y el sol invitándote al baño, todo este conjunto luce muy turístico. Pero
con temporal, este promontorio es atalaya única para vivir, desde la barrera,
lo más parecido a la tormenta perfecta a bordo de un velero…
Así que, como habrá más tempestades
en nada, aprovecha para vivir una aventura única y de paso revivir la historia…
Procura ir a media mañana para luego
acercarte a O Grove y darte un homenaje con los mejores mariscos del mundo,
regados con buen albariño, si has vivido los mismos sobresaltos que yo…