galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL DECESO DEL PATRIARCA

Por Javier García Pena

Cuando en La Habana una paloma blanca se le posó en el hombro a Fidel yo ni me enteré, porque era un niño de nueve años que aun estaba bajo dos regímenes fascistas españoles: el de Franco y el Opus Dei  de sus amigas, las monjas. Un año más tarde me escandalizaría de asombro al comprobar, en directo,  que hacía más de medio siglo, en un pequeño país de América del Sur, un hombre educado y electo Presidente en democracia, había enseñado a su pueblo por qué  dios debe ir con minúscula y la Iglesia y sectas similares deben subsistir sin ayuda del Estado. Entonces entendí la diferencia que media entre un cordero y un hombre. 

Cuando Fidel hizo frente primero a la corrupción interna de su patria y luego a la prepotencia yanqui, vi en él el continuador de la obra de Artigas y Martí. Un día, habiendo pasado demasiado tiempo, dejé de simpatizar con su conducta. Ni el fanático Franco llegó al extremo de impedir que la pobre gente saliera civilizadamente en busca del futuro que se les negaba en su propia tierra. Algo sucedió en la mente del esforzado guerrillero. Quizás la embriaguez del poder absoluto. Tal vez inseguridad de sí mismo al frente de la recuperada nación, tanto como seguro se sintió cuando de luchar a muerte se trató. Tal vez no confiaba en el buen fin de su admirable obra inicial. Y se encerró en sus miedos, que, al fin,  era humano.  

Había dejado de estar al lado de su pueblo para convertirse en su cancerbero. Ni Artigas ni Martí lo hubieran aprobado. Tal vez ni el Che.  Durante años mantuve la esperanza de que un día, dirigiéndose al mismo pueblo por el cual se había jugado su valerosa vida por verlo desembarazado del corrompido régimen títere de Batista, pronunciara algo así como…

—- Amado pueblo de Cuba: han pasado… (diez, quince,veinte años) desde que comenzó mi lucha inicial acompañado de un puñado de héroes, que dieron lo mejor de sí por liberarnos a todos. He hecho lo que consideré mejor para Cuba. Por tanto, entiendo llegado el momento de  llamar a elecciones generales. Tal vez me crean merecedor de continuar y se lo agradecería, pero en tres meses convocaremos elecciones totalmente libres.  Que por la libertad hemos luchado y vencido. 

Desgraciadamente, ese día no llegó jamás.  Mi admiración será, por siempre, hacia aquel valiente que se alzó como un nuevo  Artigas contra la tiranía de un imperio. No por su patética imagen de anciano egoísta y aislado. Prefiero recordarlo como aquel que, del brazo del Che, en Moncada, Playa Girón, Bahía de Cochinos, comandaba a los que iban » matando canallas con su cañón de futuro».