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EL EJEMPLO DE LAS MUJERES GALLEGAS

Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal.

Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán y Concepción Arenal.

Por RAQUEL SERTAJE

Hace unos días, alguien difundió en los medios el manuscrito de acta de defunción de Rosalía de Castro. “Doña Rosalía de Castro, sin otro apellido, de cuarenta y ocho años, dedicada a las ocupaciones propias de su sexo….casada con el Sr. Manuel Murguía, de profesión, escritor». Con estas escuetas palabras, el funcionario de turno dejaba patente la mentalidad imperante de su tiempo.  Semejante demostración de ignorancia, se expandió como la ola de Rocío Jurado, dejando tras de sí un sin fin de comentarios indignados.

Aunque ciertas afirmaciones -siendo juzgadas con una mirada retrospectiva- no merezcan ningún tipo de empatía, no podemos ignorar el contexto histórico del que provienen. Cuando estas palabras fueron escritas, corría en España el siglo  XIX, y es una realidad sobradamente triste y conocida que por aquel entonces la presencia de la mujer en la vida política o académica era prácticamente nula. Sin embargo, esto no fue un impedimento para que muchas mujeres reivindicasen derechos fundamentales e igualdad entre los sexos, lo que de aquellas, en una sociedad obstinadamente machista y patriarcal, sonaba a ciencia ficción.

Y es que ya lo decía Emilia Pardo Bazán cuando protestaba que para el hombre español todo debía de cambiar, menos la posición de la mujer en la estructura de su mundo extremadamente ególatra. Fueron mujeres como Rosalía, Emilia o Concepción las que no se resignaron a acatar lo normativa de sus tiempos. Ellas se impusieron y revelaron, bien porque tenían un espíritu luchador o bien porque no podían dejar que su maestría viviese a la sombra de sus contemporáneos. Fueron mujeres en todo el sentido de la palabra: Valientes, seguras de sí mismas, conscientes del mundo, obstinadas, cultas, curiosas, amantes y amadas.

Ellas vieron y sufrieron el yugo de la desigualdad como ninguna. Emilia, con un dominio absoluto del lenguaje, Humanista, Independiente, Feminista y gran trabajadora (considerada como la primera “escritora”, ya que ella asumió que su manutención dependería exclusivamente del fruto de su trabajo)  murió en 1921 sin haber podido cumplir su sueño: Ser miembro de la Real Academia de la Lengua Española. No fue hasta 1979, cuando el tsunami progre estaba a punto de invadir la Península, que los guardianes de la Institución por fin se decidieron a revocar el escrito de 1853 que denegaba la presencia de mujeres en la Academia.

Y es que la lucha por la igualdad jamás habría avanzado sin el apoyo de hombres liberales que lucharon junto a las féminas de su tiempo a las que querían más como compañeras pensantes que como seres-objeto.  Decía el padre de Doña Emilia, que en nada se diferencia el hombre de la mujer, pues no puede haber dos morales distintas entre los sexos.

Pero volvamos a las féminas, las que tomaron la iniciativa, la palestra o la palabra con la misma perseverancia, obstinación y maestría que cualquiera de sus contemporáneos para allanar el terreno a las que veníamos. Volvamos a España, en donde figuras de semejante envergadura ni de lejos tienen el reconocimiento que merecen. Si Emilia Pardo Bazán, quien ya escribía poesía a los 9 años y a los 16 ya estaba publicando artículos en el Almanaque Gallego y quien aprendió alemán e inglés sólo por el placer de poder leer a sus admirados escritores en su idioma original, hubiese sido inglesa… Habría ya un centenar de películas y biografías sobre su vida, estatuas por todo el país, sería lectura obligatoria al mismo nivel que muchos de nuestros grandes literatos. No sé, se me viene a la cabeza Jane Austen, por ejemplo. Hagan sus comparativas.

Hubiera sido Rosalía, de glorioso espíritu céltico y prolífica escritora, que encumbró la lengua gallega al lugar que justamente le correspondía, algo más que una “mujer de” de haber nacido en otras latitudes? Llevarían muchas más estaciones de metro y plazas el nombre de Concepción Arenal, la ferrolana que abrió las puertas del mundo laboral a la mujer española? Quizás. Y es que a pesar de que los tiempos han cambiado, ciertas costumbres han permanecido. Por hábito o porque sí. Ya es hora de que cambien.

“Es hora de que las mujeres recibamos el mismo trato y tengamos los mismos derechos que los hombres”. No son palabras de una sufragista del s. XIX. Tampoco de una feminista del siglo XX. Son bien recientes. Las decía Patricia Arquette al otro lado del Atlántico el pasado 22 de Febrero en los Ángeles, al recibir  el Oscar como mejor Actriz de Reparto.

Hoy a 26 de Febrero del 2015, sigue siendo imperante que se levante la voz, que se reclame, que se reivindique y que se evite por todo lo posible la perpetuación de una aberración ideológica que sólo ha servido para mantener y frenar el progreso de la humanidad.

SALIDILLA