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EL HOMBRE QUE AMA A LAS VACAS

La historia de Manuel Suárez es la de un niño que nace rodeado de prados verdes en una aldea de Vilasantar y se acostumbra a jugar con las vacas del abuelo como si fueran sus compañeras de tránsito por este perro mundo. Se enamoró de ellas y las prefirió a cualquier otro animal. Casi te diría que eran sus mascotas.

Cuando se hizo cargo de la granja de su padre ya tenía 24 frisonas y las mimó como si fueran sus hermanas, procurándoles más compañeras para que convirtieran Cezar en el reino de su especie. Llegó a tener 140 reses que atendía él solito, trabajando de sol a sol.

Pero no daba abasto y la crisis de la leche lo empeoró todo. A Manuel, el hombre que ama a las vacas, se le fue la olla y comenzó a protagonizar la historia más triste que se recuerda en Vilasantar.  

Para entonces, agotado, dejó de ordeñarlas y muchas de ellas sufrieron mastitis. Él se limitó a dejarlas en libertad para que invadieran prados ajenos, porque llegó a un punto en el que ya no podía ni darles de comer…

—- Manuel… ¿Non ves que as túas vacas están a morrer de fame?

—- Pois mellor que morran aquí que nun matadeiro.

Sus vecinos no comprendían tanto amor por unas vacas esmirriadas que paseaban su extrema delgadez por el pueblo causando problemas y lo denunciaron a la Guardia Civil. Fue cuando el Seprona descubrió que tanta vaca no cabía en tan poca granja y le requisó parte de su ganado. Manuel se resistió y agredió a un agente. Luego, se fugó llorando por sus vacas.

La gente de Vilasantar ya lo daba por muerto cuando reapareció en el Centro Reto de Santander. Regresó a su casa. En la granja habían muerto cincuenta de sus vacas más queridas y sus padres se habían ido a vivir con otro hijo porque les había dicho…

—- Calquer día nesta casa vai pasar unha desgraza…

Tenían miedo de Manuel.

Al  hombre que tanto amaba a sus vacas no se le permitió volver con ellas. Ahora era su hermano José Luís el administrador único de la granja por deseo de un juez. Él había vuelto a Cezar “en un profundo estado de deterioro aunque se orientaba en espacio y tiempo”.

Se le amontonaron los problemas. Sin padres y sin vacas,  un fiscal le acusó de maltrato animal y pidió para él el internamiento en un “centro adecuado” además de la prohibición de ejercer como ganadero durante un período de cinco años.

Los agentes del Seprona habían escrito en su informe…

—- Se hace evidente un creciente síndrome de acumulación compulsiva de animales.

Y el juez de instrucción Roberto Barba, decano de Betanzos, escribiera en el auto…

—- En el interrogatorio hemos podido apreciar a una persona que no comprende la dimensión del problema en el que está inmersa, ni tampoco el alcance de sus actos.

En el informe pericial consta que…

—- Sufre un trastorno delirante de tipo persecutorio.

Manuel Suárez, ahora que ya toma sus medicinas, no comprende muy bien por qué el juicio al que se enfrenta tiene que seguir adelante. Tampoco entiende porque lo denunciaron sus propios vecinos  si él solo sentía amor por sus vacas. Y aún goza del afecto de otros ganaderos de la comarca de Vilasantar…

—- Antes de perder a cabeza foi un adiantado o seu tempo.

—- Non tiña boas instalacións pero en xenética iba por diante de nós.

—- As súas vacas eran das mellores da bisbarra porque era moi hábil na hora de cruzar o gando.

—- Foi unha pena.

También Manuel Suárez se ha convertido en un personaje de cine. Su historia la va a contar el director italiano Alessandro Pugno, que ya realizó las primeras investigaciones tanto en Vilasantar como en Betanzos.

—- Es un caso similar a un relato escrito por Giovanni Verga, “La Roba”, que cuenta las peripecias de un ganadero obsesionado con tener muchas vacas.

Pero el hombre que ama a las vacas está muy triste porque ya no puede hacer otra cosa que ver como pastan en el prado próximo. Como le dijeron… se limita a tomar su medicina.