galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL INVIERNO PRIMAVERAL

En la aldea se agradecen mucho los días de primavera en invierno. Maruja dice que ella lo nota porque amanece más temprano, pero no es eso. Si el sol no encuentra obstáculos, ni en el cielo ni en la tierra, inunda la estancia de luz y te invita a abandonar los sueños para que te asomes a la ventana cuanto antes procurando la policromía del paisaje.

Entonces… se produce una explosión de color que resalta los ropajes naturales de la más inmediata perspectiva, en la que resaltan las mimosas de la ladera del Monte das Pedras, todas amarillas, intensamente amarillas…

¡Es como si la aldea quisiera mostrar también su actitud solidaria con las víctimas del Juicio que se iniciaba en Madrid!

Permíteme un inciso: ayer me preguntaba Font, mi amigo anarquista…

—- Oye… ¿Los gallegos que opináis del Juicio?

—- Ni Manuel ni yo comprendemos que se juzgue a la gente por sus ideas, como en los viejos tiempos.

A pesar de los lamentos que pronuncian esta vez las radios, procuro abstraerme en los pequeños detalles, que en mi mundo todo se mueve sin prisas. En la cercanía ves a Manuel con sus ovejas por el camino del agro, a Marina pasito a pasito hacia su leira, dos cuervos se posan en la glicinia recién podada, Asunción pasea su abrigo nuevo por la carretera, Pancho recoge los últimos grelos, José sigue cortando leña, dos urracas me hablan desde las palmeras, Rati corre por el jardín detrás de un mirlo, pasa Domingo en su coche con remolque, también veo a Carmela cortando hierba con guadaña… Aquí la vida es tan tranquila que, de verdad, solo me interesan hoy los colores del país. Verás.  

El alto cuerpo montañés ofreció pocos días su blanco refulgente de la cumbre y da la impresión de que ahora quiere ponerse su traje de flor silvestre. La acuarela marina resalta su figura con el azul de la calma. Y el valle se pone brillos de plata mientras el río se acuesta cansado sobre la alfombra verde.

Estas son mis postales, esta semana…

BLANCO

Esta postal muestra el invierno inmediatamente pasado, en su mayor parte, al pié de una lareira. Esos días en los que mirábamos por la ventana el alto de la sierra, cubil del corzo valiente que huía del lobo hambriento.

Ahí tienes el fin y el principio de lo infinito, que aún se extiende, inalcanzable,  hacia el cielo y hacia el abismo.       

Pero tú aún sigues pidiendo impaciente la llegada del arcoíris primaveral, ese que por la aldea dicen que siempre  viene tarde, mal y arrastras.

PLATA

El invierno primaveral te trae esta vez una postal de plata sobre el río para que las emociones naveguen sobre el agua clara. Este sol hermoso baila sobre ella su danza púrpura: aquí cauteriza las heridas causadas por el difícil trayecto, que hubo de saltar de piedra en piedra hasta ese refugio donde el río hervía, el increíble lugar oculto al que la gente llama “fervenza”.  

Este paso inacabado del agua deja un rastro de belleza para contar y cantar su interminable sinfonía. Es el paisaje favorito de las musas que aquí llamamos meigas…

VERDE

Los ríos hacen reverdecer la piel de la tierra. El verde es el color que predomina en el valle. El verde de esta Tierra única tiene mil tonos verdes según sea de fraga, de bocarribeira, de medialadeira, de alto, de llano, de carballeira, de pinar rumoroso, de souto, de viña…

El verde es el color de la abundancia en el paisaje de Galicia: porque de verde se pintan los prados y las leiras. Y en los campos cultivados tenemos depositada el alma verde del país…

ROJO

En el invierno primaveral, además, siempre hay un puerto esperándote. El que tengo más a mano esta vez es el de Muros. Destaco en él la postal en rojo, como en todos los puertos gallegos, desde los más pequeños a los más grandes.

Dicen que el rojo es el que mejor se ve entre la niebla y la lluvia cuando estás en medio de la ría,  pero yo creo que los pequeños armadores, que son en su mayoría también patrones, lo eligen porque el rojo es el color de la rebeldía.

Además el rojo despunta sobre el gris plateado de la montaña de peces de cada amanecer.  Incluso sobre el amarillo de los pantalones con peto de los marineros.

AZUL

Y también tengo para ti una postal azul de mar que rodea islas hermosas, diosas protectoras de las aguas de aquella bahía por la que se nos fue tanta gente. Es el azul que atraviesa la roca y se torna casi verde cuando besa la playa.

Los infinitos azules son los sueños perdidos en ignorados horizontes atlánticos,  aunque el océano siempre te devuelve con su esplendorosa fuerza la belleza olvidada. Solo tienes que volver a mirarte en su espejo.