galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL MUNDO DEL DEPORTE PATAS ARRIBA

En aquel mi Ourense al que llamaban la Atenas de Galicia, a ninguno de los intelectuales que me sirvieron de ejemplo para priorizar la cultura por encima de cualquier otra actividad formativa, le interesaba el deporte.

Don Vicente Risco lo despreciaba, sobre todo el fútbol; llamaba masa descerebrada a los aficionados que acudían al campo de la Loña para aplaudir a la Unión Deportiva Ourensana. (También jugaba en ese campo el primer equipo femenino de hockey). Don Ramón Otero Pedrayo jamás pisó una instalación deportiva. El profesor Souto Vilas era capaz de suspenderte si te veía participando en cualquier juego deportivo que no fuese el frontón. Me quedaron grabadas, tras sorprenderme bajo los palos de la portería de futbol, estas sus palabras…

—- Usted, que se tira al balón como el lobo a la oveja tendrá que esforzarse lo doble que sus compañeros para aprobar.

En aquel Instituto del Posío, salvo el instructor de Educación Física, todos los profesores ilustres despreciaban el deporte, aunque don Xesús Ferro Couselo, que impartía Latín, era partidario de aquella sentencia escrita en uno de los poemas satíricos del autor romano Décimo Junio Juvenal

—- Mens sana in corpore sano.

Ante esas enseñanzas, a mí nunca me sedujo excesivamente la práctica del deporte pero adquirí la condición de aficionado al fútbol cuando el Celta de la conexión rusa le marcó 7 goles al Benfica y llegamos a las semis de la Copa de la UEFA, máximo premio que obtuvo el club, al que solo seguimos “los sufridores”.

Sirva esta introducción para disculpar mi apatía deportiva y para mejor comprender las exageraciones que están sucediendo estos días con el futbol de andar por casa, el exacerbado interés mundial por un tocapelotas estelar y la importancia social que cobran todos los deportistas americanos en el endémico mal del racismo.

De estas historias se habla hoy en el mundo más que de la pandemia del coronavirus, que ha destrozado nuestra vida anterior y está sembrando el miedo en el planeta.

Capítulo I: LA PATALETA DEL DEPORTIVO

El jueves pasado se le agotaron al Deportivo de La Coruña todas las posibilidades de seguir en Segunda División, tras el fallo en su contra de los tribunales del deporte y la negativa de La Liga a aumentar el número de equipos en esa categoría. Así que el histórico SuperDepor, el que legó al futbol gallego sus mayores éxitos, jugará la próxima temporada en segunda división B por méritos propios.

Ha descendido de categoría porque su juego esta temporada resultó calamitoso y porque obtuvo menos puntos que los 18 equipos que terminaron la competición clasificándose por encima del equipo herculino.

No, como aseguran sus dirigentes, porque se adulteró el final de la Liga al suspenderse su partido contra el Fuenlabrada, atacado por un brote de coronavirus y porque se jugaron todos los demás encuentros de la jornada. Esa es la disculpa del mal perdedor no tenida en cuenta por los jueces deportivos.

Hoy mismo, el presidente del Deportivo, decidió agotar la vía de la justicia ordinaria y presentó un contencioso-administrativo en el que exige, de forma inmediata, que el juez aplique “la cautelarísima” y no comience la Liga hasta que se resuelvan sus reclamaciones. Un último cartucho de esos que nunca dan el blanco.

Fernando Vidal sabrá porqué se empeña en prolongar esta agonía cuando lo que debiera hacer es preparar un gran equipo que devuelva a Primera División al Deportivo, una categoría que perdió por la pésima gestión de sus dirigentes.

Como celtista al que dejaron sin derbi y sin máxima rivalidad, hago votos por ese retorno a la división de oro del fútbol español, aunque se esté quedando sin cracks.  

Capítulo II: LOS CAPRICHOS DEL DIOS MENOR

Lionel Messi, el mejor futbolista del mundo, ha comunicado al F. C. Barcelona que quiere dejar el club. Lo hizo mediante un burofax enviado por sus abogados, un gesto que se interpreta en algunos sectores como de cobardía tras no haber ejercido de gran capitán en la derrota. En otros foros se acusa a la directiva y especialmente al presidente Bartomeu de no saber gestionar la continuidad del astro argentino, al que dejaron de tener en cuenta en sus decisiones deportivas.

Los culés ven en este acto el hundimiento del club porque se va el factor principal en el logro de los últimos 34 títulos, a pesar de los tres presidentes que ejercieron como tales desde que, en 2004, Messi debutó en el Barsa, su único equipo hasta ahora.

Es verdad que Bartomeu, después de Gaspart –aquel señor que se alteraba demasiado- es el peor dirigente que tuvo la sociedad culé. En su haber tiene fallos estrepitosos, como los cambios de entrenador, ya que fue de mejor a peor. El no saber retener a los buenos futbolistas y por el contrario tirar los dineros en inversiones mediocres. Y sobre todo, esa pérdida de credibilidad con tanto contrato oscuro que metió en más pleitos al club que en el resto de su historia. Además, ni siquiera deja pingües beneficios para acometer otro proyecto ilusionante.

Pero aún así, aún teniendo en cuenta que Lionel Messi es el número 1, aún a sabiendas de que su marcha, de este modo, tras un frío burofax, es una salida en falso que causará, momentáneamente, un grave perjuicio al Barsa, no se le puede dar a Messi más de lo que se le dio.

Desde las famosas inyecciones de crecimiento cuando era un pibe y hasta que debutó en el primer equipo. Messi promesa fue el niño mimado de la cantera. Tras su triunfo como profesional, año a año, se le cumplieron todos sus caprichos, incluso el de fichar a sus mejores amigos para que jugaran a su lado y se sintiera muy feliz cuando no había partido. Y por si esto no fuese suficiente, el Barsa le convirtió en el futbolista más rico del planeta; está cobrando 50 millones de euros limpios por temporada que le paga el club que ahora, en la derrota, quiere abandonar de la misma manera en la que las ratas abandonan el barco cuando se hunde.

Así que visto lo visto, lo mejor para un club “que es mes que un clube” y que debe de mantenerse por encima de las personas y las estrellas rutilantes, dejad a Messi que se vaya y que Bartomeu dimita.  No os quepa duda de que llegará alguien con más más cabeza que ambos que convertirá estos fracasos en grandes éxitos.

Capítulo III: EL SOLIDARIO DEPORTE AMERICANO    

Mientras, en el país más poderoso del mundo, el deporte unido reta a su presidente en respuesta al vil asesinato en Kenosha (Wisconsin) de un joven negro, Jacob Blake, al que el policía blanco Rusten Sheskey metió siete balas en la espalda, en un salvaje acto más de esa endémica enfermedad americana llamada racismo. El fiscal de Trump lo justificó diciendo que los policías –cinco- encontraron un cuchillo en el coche… ¡Qué vergüenza!

Nada más deplorable que esta forma de matar a traición por el simple hecho de que el color de tu piel es negra. Así lo interpreta el mundo entero y así lo vio la gran plataforma del deporte estadounidense que, en un movimiento sin precedentes, boicoteó las competiciones de baloncesto, beisbol, tenis o soccer. Incluso los equipos de futbol, los más conservadores, cancelaron los entrenamientos de pretemporada.

Los jugadores de la NBA se reunieron ayer para decidir si daban por finalizada la temporada que se está disputando en la burbuja creada en el Parque Disney de Orlando. Decidieron regresar hoy sábado, después de suspender dos jornadas.

Los jugadores utilizaron las redes sociales para refrendar su lucha contra el racismo y contestar a las provocaciones de Trump, que les twiteó:

—- Qué suerte tienen esos jugadores de baloncesto, lo suficientemente ricos para tener un día libre…

A lo que respondió Jason Tatum, de los Boston Celtics:

—- Somos más que jugadores de baloncesto…

Por su parte LeBron James, jugador de los Lakers y todo un líder del baloncesto americano, habló así de claro…

—- Los cambios no se producen solo hablando. Requieren acción y es necesario que suceda ahora. Depende de nosotros marcar las diferencias, por eso tu voto importa.

Trump utiliza su campaña para captar el voto blanco aumentando con su discurso la temperatura política racista del país. Intenta borrar de un plumazo la muerte del joven de 29 años Jacob Blake. Se calla ante la gran crisis económica que sufre Estados Unidos e ignora los 180.000 muertos que ha causado el coronavirus. Solo habla de la ley y el orden aplicados a los que protestan por la desigualdad del color de la piel.

Pero cada vez que un deportista en el mundo entero –la solidaridad salta los muros- hinca la rodilla o hace una declaración, millones de personas de todo el planeta sienten como suyo el problema de la discriminación racial, la mayor infamia de la sociedad que ha creado el capitalismo norteamericano.