galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL PACTO POLÍTICO ES IMPRESCINDIBLE

Por Obdulia Taboadela Álvarez *

Escribo estas líneas desde la esperanza (avalada por los últimos datos proporcionados por las autoridades sanitarias) de un más que probable aplanamiento de la curva de contagios y fallecidos por la pandemia del coronavirus en España. Nuestro país, como el resto del mundo, está sufriendo en carne propia las consecuencias de una epidemia mundial que por el momento no tiene cura, y que además afecta gravemente a las personas de más edad y/o con patologías previas. Justamente la epidemia golpea a aquellos y aquellas españolas nacidas en la guerra y la posguerra, la generación protagonista del cambio social, político y económico de nuestro país.

Efectivamente, como me han oído decir muchos de los que me conocen, ninguna generación en la historia de nuestro país ha sido como ella, agente de cambio de un enorme conjunto de transformaciones que cambiaron este país para siempre y, sobre todo, lo encaminaron hacia la senda de la modernidad. Por eso, mi primera esperanza es la de una rápida superación de la crisis sanitaria.

Pero aun en medio de la frustración y el dolor por la pérdida de muchas vidas, desde la tímida esperanza de ver una luz al final del túnel, conviene empezar a reflexionar sobre el inmediato futuro de nuestro país. A nadie se le escapa que lo que viene a continuación es una crisis económica muy intensa, y de enorme afectación a todos los sectores productivos, con una pérdida muy notable de empleos, y un descenso muy importante en la actividad y el crecimiento económico. En gran medida, la duración de la crisis dependerá de las soluciones que se adopten.

Desde mi punto de vista, es imprescindible un gran acuerdo que, a la manera del pacto de posguerra, unifique la respuesta de Europa. Ya sea a través del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), la emisión de Eurobonos (mutualización de la deuda pública europea en un único bono), o cualesquiera otros mecanismos de respuesta internacional, la solución pasa por dotar de liquidez a nuestras economías. Es cierto que ello supondrá más deuda para el futuro, aunque debemos recordar que altos niveles de deuda no significan necesariamente ni ausencia de crecimiento, ni crisis de financiación.

A tal fin, conviene recordar que países como Italia han mantenido una deuda superior al 100 por 100 de su PIB desde la posguerra, o el propio Estados Unidos, cuya economía no deja de crecer siendo al mismo tiempo el país más endeudado del mundo. Se puede vivir con deuda y con déficit, siempre que los mecanismos de financiación de los países estén mínimamente garantizados y se protejan contra la especulación.

Todo eso se ha hecho, y se puede –debe- volver a hacer. Además, tenemos la reciente experiencia de la respuesta a la crisis del 2008. En ese momento, la Comisión Europea, guiada por la ortodoxia liberal, apostó por la contracción y la austeridad, y la consecuencia fue una salida de la crisis retardada, en precario, y con crecientes niveles de desigualdad. Así que mi segunda esperanza (después de la superación de la crisis sanitaria), es que Europa reaccione como lo hizo después de la segunda guerra mundial, alentando una política monetaria expansiva y de estímulos económicos, que permitan la puesta en marcha de eso que Keynes llamaba el “círculo virtuoso de la economía”.

Y ahí va mi tercera esperanza. Tiene que ver con la propuesta del Presidente Sánchez de reeditar los Pactos de la Moncloa. Dicho gran acuerdo fue posible en la transición española, cuando nuestro país se hallaba en una situación muy complicada. En aquella ocasión, recién iniciada la democracia, se sentaron en una misma mesa a negociar comunistas y franquistas, sindicatos y empresarios, y representantes de todos los partidos políticos (incluidos los nacionalistas). Gracias a ese reconocido esfuerzo se alcanzaron una serie de compromisos, que además de servir para empezar a dar respuestas contundentes y unificadas a la grave crisis económica y política que sufría nuestro país, han quedado a través del tiempo como símbolo del consenso que fueron capaces de alcanzar las élites en la Transición.

Hoy la situación es tan grave y tan inédita como lo era a su manera el proceso transicional en 1977. Y por eso pienso que la solución necesariamente ha de venir por el acuerdo. Resulta innegable que las distintas opciones políticas tienen el derecho a defender sus postulados, su ideología, y sus distintas propuestas de solución a la crisis, pero creo firmemente que, por encima de ese derecho, está la obligación del mandato del bien común y del interés general. Y a ese interés general debemos apelar para exigirles a nuestros representantes que hagan el esfuerzo de ponerse de acuerdo.

Nuestra clase política tiene la oportunidad (yo diría la obligación) de volver a hacer historia, de la buena, de la que queda en la memoria, de la que hace que nos sintamos orgullosos de lo que somos, y de lo que nos gustaría transmitir a las generaciones venideras. Tres grandes esperanzas para tres grandes retos, pero como decía Julio Cortázar, “la esperanza le pertenece a la vida, es la vida misma defendiéndose”. Así que vivamos, defendámonos, y respondamos, volviendo a dar lo mejor de nosotros mismos como país y como sociedad.

* Obdulia Taboadela Álvarez es profesora de Sociología en la Universidad de A Coruña y Directora de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo en Galicia. Ha sido Senadora en la XIII Legislatura