EL PERRHUMANO
Por J.J. García Pena
De que vamos evolucionando socialmente, y para bien, no tengo la menor duda. Por más que los deformativos se empeñan en resaltar todo lo negativo de nuestra especie, que es mucho y grave. Sin embargo y a pesar de todo, observo sutiles avances que indican que nos movemos en la dirección correcta.
Nadie podría tachar de insensibles a iconos populares como Gardel o Zitarrosa, o a los amantes del toreo Serrat y Sabina, cuatro de mis preferidos. De hecho, ellos fueron y son los portavoces de buena parte del alma popular, los referentes de generaciones enteras.
Gracias a su legado, escrito y cantado, podemos analizar y evaluar los progresos operados en las últimas diez décadas. Salen del pueblo. Ellos mismos lo son. Tienen sus mismas virtudes, defectos y manías
Ellos son lo que somos. Ni más ni menos. Si no nos representan no viven. O dicho de otra manera: son lo que son porque nos interpretan, nos entienden. El poeta, el cantor, le ponen letras a lo que el pueblo ya siente pero no sabe interpretar.
No inventan nada, solo le ponen cuerpo a un alma preexistente.
Cuando, en las décadas de los años ’30 y ´70 del pasado siglo se tomaron estas instantáneas de Gardel y Zitarrosa, casi nadie en el Río de la Plata se cuestionaba que hubiese perversión alguna en privar de su natural libertad a seres que nada habían hecho para merecer esa condena a perpetuidad. ¿Por qué los cantores debieran ser diferentes a su medio ambiente?
Pacíficos padres de familia (yo entre ellos) llevaban a sus hijos a divertirse mirando la miserable supervivencia de miles de animales apiñados en una manzana montevideana. El predio era conocido como Villa Dolores, un nombre por demás adecuado a su realidad.
Porque dolor perenne debe haber sido lo que sintieron esos miles de pobres seres, de la más diversa y remota procedencia, injustamente condenados a compartir cadena perpetua en un hábitat antinatural.
Recuerdo el obsesivo paseo circular del único y mugroso oso polar y la apatía suicida de los hipopótamos del Nilo, ¡a escasos metros uno de los otros….!
Ninguno de nosotros veía nada malo en ese ultraje a la vida. La mejor prueba de ello es que nadie desea lo peor para sus hijos, y sin embargo….
El hecho es que, con nuestra actitud, estábamos adoctrinándolos para continuar la heredada falta de respeto al planeta todo.
Estas famosas imágenes de pájaros enjaulados y hombres enjauladores, que hoy nos producen tristeza, se repetían en casi todos los hogares con la misma naturalidad con que hoy miramos, embobados y sin percatarnos de ello, cualquier pantalla plana.
Hoy, por suerte, casi nadie se ufana de tener pájaros enjaulados, pero aún no se condena la prisión, para nuestra diversión, de peces y otros animales mudos. Sin embargo ya está instalado, en la conciencia colectiva, un incipiente pudor que espero vaya a más.
Ya el sentimiento popular ve con desagrado las riñas de gallos, el toreo y el boxeo, entre otras muchas barbaridades. Aún es poco, pero algo es algo.
Un día, ya más educados y menos egoístas, dejaremos de obligar a vivir a los perros y gatos como si fuesen seres humanos y a los humanos como si fuesen perros. Falta tiempo pero, los que vienen detrás, lo conseguirán.
Dicen que Alfredo grabó esta versión en el estudio a oscuras, para que no lo viesen llorar. Eso dicen. Yo ni lo vi ni lo sé. Pero lo creo. Era tan pudoroso como sensible. Mucho más habrá llorado antes, con luz y en privado, al escribir esta sencilla e insuperable despedida plagada de diminutivos, como buen uruguayo.