galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL PÓRTICO DE COLOR CIELO

Por Alberto Barciela

 

A cuantos han contribuido a la restauración del Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago de Compostela.

 

Los cinceles cantan sobre las piedras. Buscan alabar a Dios y hallarán una sonrisa. Desbrozan cada bloque para averiguar la forma que esconde. El sonido se parece al de un coro catedralicio, propendiendo al cielo, consonante con las trompetas que anuncian la cumbre de un estilo, de un pensar, de un entendimiento, inmaculando el gozo humano en un deseo de eternidad.

Es XII de siglo, es Compostela y el Obradoiro es rumor de los labradores de piedras, doladores, tallistas, de los picapedreros de verbo propio, de los que hablan el latín de los canteros -«verbo das arginas»- que resuena a gloria. «Muchacho, para aprender bien el oficio de cantero necesitas saber el idioma en el que se explican las leyes de la talla de la piedra. Cuando salgas solo por el mundo a trabajar como cantero, hablarás con tus camaradas de oficio nuestra lengua, si es que quieres te estimen y no te traten mal los señores y los maestros. Hombre: no serás ladrón. Hombre: no serás bebedor. Hombre: no serás embustero. Hombre: serás caritativo. Hombre serás instruido. Hombre serás veraz. Hombre serás trabajador». La moral de los maestros, se suma en plaza a la sabiduría de la Iglesia. Para la vida cotidiana se aprende de la experiencia del mundo, para la muerte hay que saber construir la esperanza, una teología, con la fe y con la razón. Todo conforma una cultura de bien vivir, para bien morir.

La catedral crece, mientras el Camino se incrusta en el taller donde se citan forjadores, carpinteros, cristaleros, tejeros. En esta meta, los pies peregrinos reverencian a las manos artesanas, la Europa de las rutas se mezcla aquí con los mercaderes de las cosas, los corazones ansiosos se entrecruzan definitivamente en el límite de las certidumbres, cada peregrino se halla a sí mismo en el otro, en el ejemplo silente de las almas que se ofrecen con humildad bajo las estrellas que guían a Santiago, las que cambiaron un fin del mundo por un nuevo principio, las que trastocaron un sol adorable por un Dios único, a Prisciliano por el Apóstol de Cristo, a los ídolos por el monoteísmo. La Iglesia vence a la naturaleza deificada, el dogma a la inspiración natural. 

Dios de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Oraciones y alabanzas. Búsqueda permanente de una ciudad, de un Guía, de una Verdad. El entendimiento humano se enzarza en sí mismo y trata de huir de su propia confusión reencontrándose con la pureza primigenia, pura y sencilla del Paraíso. El Camino es la reflexión, la Iglesia la unión, la fe la creencia, el arte la representación que alcanza el entendimiento humano, la belleza que se ofrece como símbolo. El Románico, es el primer gran estilo cristiano y europeo, que todo lo resume, que se muestra ante los lenguajeros, que todo lo perdonan. El arte al servicio de la misericordia, una Puerta Santa por la que se llega a la Verdad, al abrazo con el amigo de Jesús, con el Apóstol.

Las piedras crecen y han de saber florecer, acunar musgos, dejar arder las ofrendas de harapos, soportar humedades, hacer levitar sobre los tejados a los peregrinos, acoger ecos de las más poderosas campanas, convertirse en oro en el atardecer soleado, soportar asedios sarracenos, ningunear blasfemias, prodigarse en verdes, emerger en torres, abombarse en cúpulas, dar horas con sombras o sonajeros, esculpirse en las mil formas de la naturaleza y de la imaginación, soportar carracas, acoger peregrinos, a Apóstoles y a Reyes y a Canónigos y a humildes, y a babalanes y sabios, a viajeros y a especuladores, cobijar Códices y tesoros, inspirar a poetas. Aquí se elevan en humilde Corticela, allá se muestran en majestuoso claustro, y siempre se expresan como Catedral de Dios. Las piedras humildes se hacen Puerta Santa para ayudar a alcanzar el cielo de cuantos la traspasan, cantera para construir un cielo.

Mateo hace sonreír al Profeta. Daniel nos hace comprender la alegría de llegar a Dios. El Pórtico de la Gloria es arte anunciador y proclama en belleza una fe. Y ahora se mostrará en plenitud de color cielo.