galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL PRIMER AMOR

…Era una sirena nacida del Miño.

Entonces,  te miraba como un felino desde el pupitre de al lado en aquel instituto del Posío, aún sin bautizar. Aquella tarde habíamos decidido saltarnos la gimnasia para caminar hacia el Monte Alegre. Yo quería ponerle Ourense a sus pies.

Vicky estaba espléndida para mi adolescente concupiscencia y por las prisas ya nos cansamos en la ascensión por el camino que rompiera la lluvia de invierno, poco antes de llegar a la cruz. Así que, hicimos una pausa y ella dijo:

—- Bésame…

—- ¿Cómo?

—- Bésame en los labios…

En realidad fue Vicky la que rompió la magia del primer momento, apretándose fuerte contra mi débil cuerpo juvenil y mojándome todos los sentidos para que yo gozara del primer momento sexual de mi vida.

Pasó aquel curso  y nuestros caminos divergieron hasta que volvieron a confluir, en los años setenta, en el Vigo prerrevoluciario del metal y de aquellas radiofónicas noches que se esfumaban como una quimera en la barra de un bar al que, nunca supe por qué, le decían americano…

Detrás de una de aquellas barras se me apareció Vicky, otra vez,  vestida de mayor, generosamente descubierta, con rímel que destacaba sus aún bellos ojos felinos, un toque carmesí sobre los labios y unos coloretes inocentes sobre las mejillas.  El  vestido gris plata, ceñido, dejaba ver su silueta pese a la luz tenue del local…

—- Tómate una copa. Invita la casa.

Tomé una, dos y tres y cuatro…

Hasta que descubrí en la esquina de la barra a aquel tipo. Vestía de vaqueros y chupa de napa, la imitación del cuero de la época. Tenía la cara cortada y una mirada asesina. Pensé que no era trigo limpio. Y me fui.

Reencontrando la paz de la ría Vigo, espléndida aquella noche, pensaba como podía haber ocurrido… Porqué Vicky “buenas notas” había terminado su carrera en una barra americana…

Hasta que un día, mientras en “Galicia de noite” sonaba “Spring, Summer, Winter and Fall”, me pasaron una llamada misteriosa…

—- ¿Quedamos?

—- Bueno.

El Flamingo estaba desierto,  y a punto de cerrar. Y allí estaba ella, deslumbrante, de calle, con el humeante café a punto de mojar sus labios lo que me recordó aquel primer beso. Pero ella solo quería contarme…

—- Me quedé huérfana, mis padres murieron en un accidente de tráfico…

—- Lo siento… ¿Y?

—- Tenía que conseguir dinero para irme a Madrid y seguir mi carrera. Y ya lo tengo. Me voy y quería contártelo.

Apuró el café y se refugió del orvallo bajo el paraguas. Mientras mi mirada la iba perdiendo en el fondo semioscuro de Príncipe,  algo en mi interior me decía que, al día siguiente,  debería abrir el programa con “Suzanne” y Leonard Cohen.

Un mes más tarde, Vicky era ya modelo de lencería femenina en más de mil vallas de carretera y poco tardó en desnudarse en el cine, en aquellas películas de la caspa y el destape del postfranquismo inmediato,  que ahora imita muy bien Santiago Segura.

Hoy, mayor y sin la tersura de su rostro bello,  aún conserva a los setenta aquellos ojos de felino; se mueve bien por los platós de televisión y hace de mamá en las teleseries…

Aunque, cada noche, Vicky seguro que se acuerda de Nadiuska, su compañera y  amiga, no sé si también amante, en aquellos años de cine…

Yo nunca os diré con qué nombre artístico la conocéis. Porque para mí será siempre Vicky.