galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL REY GALLEGO DE LOS MAVACAS

Cuando salió de Vigo, un frío día de la primavera de 1890, soñaba con que aquel paquebote fuese para Nueva York cuando en realidad tenía como destino La Guayra. Una vez en el gran puerto de Venezuela creyó que se quedaría en Caracas, con sus primos Toñito y Pepe, que trabajaban en sendas tiendas finas de La Candelaria. Pero…

Aquel joven de a Baixa Limia, nacido a la sombra del Xurés en San Paio de Arauxo hacía solo 17 años, era pastor de ovejas y campesino de necesidad. No poseía el don de la palabra para vender trajes a la damas caraqueñas y ni siquiera poseía la “buena presencia” exigida para el cargo de dependiente. Manuel García Álvarez vagó por tan enorme capital 18 días y otras tantas noches, procurando un futuro que no daba llegado. Hasta que…

Aquel señor, que apenas entendía porque no hablaba gallego, le propuso trabajar en las minas próximas a Boca Mavaca; y así, sentado en el parque Central con un desconocido de habla rara, Manoliño, el de Arauxo, comenzó la más grande aventura de su vida, que le llevaría a vivir en la Amazonía venezolana todos sus años jóvenes.

—-  Las pasó canutas porque no poseía las naturales ciencias médicas de los indios y había contraído todas las enfermedades posibles de una selva en el siglo XIX…

Me contaba su historia mi primo Álvaro, una tarde de julio, paseando por el Ávila casi selvático, con Caracas a nuestros pies…

—- Pero su suerte la cambió un brujo que supuestamente poseía conocimientos similares a  los antiguos druidas celtas. Le adoptó como hijo y le transmitió toda su sabiduría para la curación de enfermedades, mediante la utilización de cierto tipo de hierbas de la selva.

Manolo de Arauxo, a sus veinte años, pasó entonces a llamarse Tuparú y a convivir con los indios con los que alcanzó jerarquía casándose con su princesa y llegando a ser el rey, tras realizar actos asombrosos que “sobrepasaban lo humano y alcanzaban lo sobrenatural”.

Manoliño fue un auténtico brujo.  Aquel hombre humilde,  casi analfabeto,  nacido en la media ladera del Xurés,  se encarnó en el psicólogo, en el médico,  el naturalista, el espiritista y hasta el adivino. Se convirtió en el mejor conocedor de los secretos de la selva y todo lo curaba con sustancias de origen vegetal o animal.

— Decían que tenía tal dominio sobre la mente humana que actuaba como quería sobre los sentidos y órganos vitales; y era capaz de transmitir en la distancia ondas sensoriales. Incluso poseyó la capacidad de desdoblarse y ser médium espiritual usando la metafísica.

Esto, según contaban en Caracas algunos viejos contrabandistas de diamantes que le conocieron in situ, podía apreciarse cada vez que Tuparú organizaba una sesión de Ayahuasaca.

Tuparú no volvió a ser nunca a ser Manuel García Alvarez, el pastor del Xurés, aunque fueron muchos los gallegos que viajaron a Boca Mavaca y desde allí a un poblado perdido en medio de la selva amazónica venezolana, para reencontrarse con el Rey que había nacido en la Baixa Limia y que, decían por Caracas, curaba todos los males. Caracas, lo saben bien los caraqueños, no destacó nunca precisamente por sus buenos servicios sanitarios…

Mi amigo Luis Devesa corroboró esta historia. Él fue uno de los pioneros de la emigración gallega a Venezuela en los años cincuenta, antes de que fuese enterrado, en el 1954 y  en algún lugar de la selva, el gallego Manuel García Álvarez; o lo que es lo mismo el brujo Tuparú, rey de los Mavacas.

Hay otros varios gallegos brujos cuyas historias son auténticos guiones de aventuras escritos en el continente americano. Yo mismo entrevisté a un viejo chamán gallego y brasilero, allá por el 1993. Pero ese es otro tema.

La historia del rey de los Mavacas es desconocida en su pueblo, en San Paio de Arauxo, en donde solo dejó su pobreza…