galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL SABOR DE LOS DIVINOS HORRORES

Esta mañana me huele a lamprea y resulta que hace un lustro que no la como. Debe ser porque me acuerdo de aquellos días en los que todos los amigos peregrinábamos a Arbo en busca del sabor de los divinos horrores, que así lo defino yo después de leer a Cunqueiro y enterarme de que los romanos alimentaban al bicho arrojándole esclavos vivos.

Ahora que estamos en plena temporada, miro con nostalgia la lamprea de plata que me regaló el Concello por tener la honra de ser pregonero de uno de los eventos gastronómicos de mayor poder de convocatoria.

En realidad… hace más de cincuenta años ya había ido a la primera Festa da Lamprea. Fui como periodista curioso al que interesaban tanto el bicho en sí mismo como esa zona del “Miño da Fraternidade” que esconde legendarios relatos, algunos basados en la historia más antigua y otros fruto de ese misterio que desprendía siempre la “raia”, en aquellos tiempos en los que ir a Portugal era viajar al extranjero.

Aquella vez escribí…

            La huella de la historia y el estilo urbano de lo global.

            La estética del río que prolonga la atmósfera húmeda.

            El paisaje verde del vino de la fraternidad.  

            A un lado bacallau y al otro lamprea.

            Frente a Portugal…  Arbo, Terra da Fraternidade.

            Una villa medieval, aldeas y parroquias, campos cultivados.

            Y un pez hematófago que tiene fiesta propia.     

            La fe y los santos. El románico, los cruceiros, las tradiciones.

            Miño bravo y calma para contemplar el vuelo raso de la garza.

            Esta es la esencia de un pueblo hermoso y hospitalario…

Fue este mi primer retrato literario de una tierra que conozco bien y en la que conservo amigos generosos que siempre me invitan por estas fechas a degustar el plato estrella del tramo final del Miño. Uno ya no está para esos trotes gastronómicos, pero recuerda con sumo gusto los sabores y sobre todo la compañía de la gente única en los yantares interminables, cuando daba mis primeros pasos profesionales y tenía eso que ahora me falta, la juventud.

A lo largo de mi vida, desde Arbo fui siguiendo el curso fluvial más importante del país para conocer a fondo, también, As Neves, Salvaterra, Salceda, Tui, Tomiño, O Rosal y A Guarda. El Condado y el Baixo Miño. Es decir, las comarcas más fértiles de Galicia porque las esmalta el gran río cuando genera la inimitable belleza de la perspectiva que te asombra.

La lamprea asciende todo este trayecto en su viaje nupcial que es su morir.

Verás. El Miño, sigue su propio ritmo después de cobrarse el agua del Avia. Una vez que supera el vértigo del salto hidroeléctrico de Frieira, se adentra en Arbo con prisa, apurando la corriente para que las aguas bravas provoquen la gran ola, con la que los amantes de los deportes fluviales viven emocionantes momentos de aventura.

En tiempos de dictaduras en una y otra orilla las emociones eran otras. Se basaban en las historias de contrabando y rebeldía protagonizadas por gente solidaria y romántica capaz de convertir la frontera en un punto de encuentro.

Este es un paisaje exquisito, con cultura propia y tradiciones ancestrales de las que te llamarán especialmente la atención los modos de pesca.

El método está basado en las enseñanzas de los romanos, que ya utilizaban las pesqueiras para colocar nasas. Sin embargo, en la desembocadura, desde O Goián al gran estuario, al igual que en el Ulla, los pescadores de lampreas usan redes que lanzan a lo ancho del caudal, para dejarlas ir con la corriente y recogerlas más abajo.

De una u otra manera, la pesca de la lamprea es todo un espectáculo que he tenido el placer de presenciar y disfrutar más de una vez.

Para sus devotos,  la lamprea es el mejor fruto de estas aguas dulces espejo del arte natural. Es  un pez sin escamas, ni aletas, ni dientes; una especie de vampiro acuático ya que es hematófaga.

Los grandes fabuladores le dedicaron su atención, como Cunqueiro –que la llamó la diosa del río- o Torrente Ballester, quien contaba que las lampreas del río Baralla eran de mayor calidad cuanto mayor era el número de personas que se habían ahogado ese año. Además la lamprea enamoró a obispos y reyes. Cuentan que a Enrique I de Inglaterra le gustaba tanto que murió de una indigestión.

Para mí, el rito es la más fiel representación de la vida y la muerte. La lamprea remonta el río para desovar y luego se entrega a la muerte, si no lo hizo antes en la cazuela de la experta cocinera.

El canto del cuco, cuando llega la primavera, pone punto final al ciclo y a la temporada.

En este tiempo frío, tanto los restaurantes del trayecto del Miño como los de Padrón y Pontecesures, convierten en su plato estrella la lamprea a la bordalesa, que es lo más común, aunque hay otras formas de prepararla. Te diré que a mí me gustaba comerla en Arbo porque allí la estética del Miño prolonga la atmósfera húmeda de mi Cudeiro natal.

Una vez que terminaba el banquete acostumbraba a subir al monte San Fins, que tiene ermita y romería en verano. Me imaginaba, encaramado a su mirador, las encarnizadas batallas que se libraron en el valle derivadas de la independencia de Portugal y su guerra de sucesión, con Pedro Madruga al frente de su ejército…

Aunque también podría suponer a las legiones romanas procedentes de Brácara Augusta ascendiendo por la vieja calzada. O revivir aquella heroica página del combate de Mourentán, donde los soldados galaicos derrotaron a los invasores franceses del mariscal Soult.

Por fortuna se acabaron aquellas batallas y la fraternidad reina en el tercer milenio entre Melgaço y Arbo, dos pueblos que comparten un río y tienen una diosa en común, la lamprea. Cuando la pruebas, repites.