EL TREN “CELTA” HUELE A MUERTO
Por Eugenio Eiroa
Puñalada trapera al tren internacional que unía Vigo y Porto. Entre la parte dura de la pandemia, que se lo llevó por delante; y el juego del perro y el gato que están llevando ahora a cabo la CP y la Renfe -con la disculpa de que son malos tiempos y no hay viajeros y hay que cuidar la depauperadas cuentas-… el caso es que al tren dichoso, aunque un día vuelva (sabe Dios cuando), le han metido una puñalada de la que -si un día lo reponen- le va a costar mucho levantarse.
Nada hay peor en el caso de un servicio de transporte que hacerlo desaparecer un tiempo. Había costado Dios y ayuda, pese a la ínfima calidad de servicio (material empleado, tiempo de viaje), lograr una clientela afín, abrir camino para el tren internacional Vigo-Porto con el que casi siempre en su historia, anduvieron a patadas la Renfe-especialmente- y la CP.
Ahora, tal y como www.riasbaixastribuna.com advirtió desde hace semanas, los dirigentes de CP y Renfe andan a dilatar la espera, andan a llevar al año que viene (eso dicen) la vuelta del llamado «tren Celta». Ya veremos, ya, si vuelve el año que viene o se queda ahí, una vez que lo olvidemos, enterrado para siempre.
Siempre hemos censurado el papel pasivo, de mirar para otro lado, que la Renfe ha tenido en los últimos años en esta relación ferroviaria entre Vigo y Porto. Es escandaloso, vergonzante, que décadas atrás, este servicio ferroviario entre Vigo y Porto llegase a ser prestado por un tren de los más modernos en su tiempo, de los mejores: un magnífico automotor Fiat, lo que en la Renfe llamaban un tren TER, material que se usaba en España para las relaciones de largo recorrido; material de lo mejor…
Eran otros tiempos: la Renfe respetaba a Portugal, a
las necesarias relaciones ferroviarias transfronterizas. Ahora, a la Renfe le
importa un carajo todo esto. Y por ende, al Gobierno español que está detrás de
la Renfe, tres cuartos de lo mismo.
En los últimos años ha sido la CP quien
ha sostenido realmente este tren internacional entre Porto y Vigo. La
Renfe no movió un dedo para emplear material ferroviario atractivo, moderno…
como hacía en los viejos tiempos. La
Renfe consintió que la CP (mucho más pobre y sin material disponible) hubiese
de destinar primero sus desvencijadas automotoras azules y luego a los viejos
«camellos» para la labor, convirtiendo muchos de los viajes en una
peste de olor a gasóleo por las cuatro esquinas, o de mareo por un sistema de
calefacción invernal que más que quitar el frío, asaba a los usuarios…
Años y años así y la Renfe no movió un dedo para decir: para ahí vamos a usar uno de los automotores modernos que por aquí tengo.
Es decir: no hubo una lucha por mejorar el servicio, por hacerlo atractivo para los posibles usuarios, mientras compañías de autobús internacionales, como el popular «flexibús» (como le dicen cariñosamente los usuarios) o la española Alsa, se introducían en los últimos años e iban captando pasajeros…
Esta renuncia de
Renfe y CP, por temporal que sea -y ya veremos si lo es- a poner en servicio el
tren internacional Vigo-Porto es una puñalada trapera al tren y un poner en
bandeja viajeros a las compañías privadas de autobús, que hoy funcionan porque
les conviene y mañana se irán con la música a otra parte, en cuanto pinten
bastos.
Pero la Renfe y la CP son hijas de los
respectivos Estados, son al fin y al cabo, compañías concebidas como servicios
públicos y deberían asumir lo que no les está dando la gana de asumir. Y,
encima, los respectivos gobiernos, consienten el teje-maneje que ahora mismo se
traen…
Se les llena la boca con lo de eliminar fronteras, con lo de la inter-relación ibérica. Eliminando los trenes transfronterizos no están haciendo otra cosa que levantar muros, levantar fronteras entre los pueblos hermanos a los que la incompetencia de sus gobiernos nunca los va a derrotar, aunque hayamos de cruzar a pie en uno y otro sentido la raia, aunque volviesen los tiempos oscuros e indeseables del pasado…
Hoy, más que nunca, vamos a seguir reivindicando el espíritu de Joâo Verde, el poeta de Monçâo, autor de aquello que decía:
Vendo-os assim tão pertinho
A Galiza mail`o o Minho
São como dois namorados
Que o rio traz separados
Quasi desde o nascimento
Deixai-os, pois, namorar
Já que os pães para casar
Lhes não dão consentimento”