galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EL VOTO EMIGRANTE

Algunos municipios, como Fisterra, les levantaron un monumento.

Te cuento. En los últimos días he recibido más de cien correos de emigrantes gallegos en Latinoamérica quejándose de que se sienten expoliados de sus derechos al no permitirles votar en las próximas elecciones municipales. La gente está que muerde. Y es mi gente. Y es tu gente.

Aquí, en el corazón del país, los políticos están todos de acuerdo en limitar el voto al censo municipal, obviando el de los “residentes ausentes”. Lo razonan en el desconocimiento que tienen los nietos e hijos de emigrantes que nunca pisaron su tierra pero que están incluidos en el famoso CERA. Y los políticos tienen su razón.

Ahora bien. Entre los “residentes ausentes” -para seguir utilizando el lenguaje legal aunque no me guste tal designación-  hay más de cien mil gallegos que no solo pasan aquí, en su pueblo, en su ayuntamiento, todo su tiempo libre, sus vacaciones; sino que además mantienen casa abierta y pagan su catastro y sus impuestos municipales. Por recogida de basuras, alcantarillado, servicio de aguas y circulación de vehículos. Es más, mantienen cuenta corriente abierta en sucursales bancarias y cajas de ahorros.

Y esto aun cuando no estén empadronados porque para pagar nunca les hizo falta el padrón municipal, trámite que va a ser indispensable para votar en los próximos comicios. ¿Verdad, señores alcaldes?

Estos cien mil gallegos crearon y siguen creando riqueza desde el exterior en pueblos que, si no fuera por la emigración, no tengo yo muy clara su existencia. Anotad: Avión, Beariz, Carballeda de Avia, Celanova, Bande, A Cañiza… La lista es larga y seguro que a vosotros se os ocurren muchos más municipios.

Esos cien mil gallegos sueñan con retirarse –como ellos dicen-  y volver a sus pueblos de origen. Como, por fortuna,  hicieron tantos y tantos emigrantes en los últimos años.

Os pongo un ejemplo. Donde yo vivo, en la parroquia de Santo Tomé de Ames, en el ayuntamiento coruñés del mismo nombre, no hay una sola familia que entre sus miembros no cuente con, al menos, un emigrante retornado. Es decir, que en un pueblo de dos mil habitantes, alrededor de quinientos han sido emigrantes. Curiosamente, la mayor parte de esos retornados estuvieron en Caracas y en Londres.

Contado lo anterior, yo creo que los ayuntamientos debieran hacer campaña para que esos vecinos de tiempo libre, que pagan sus impuestos como los que viven todo el año, se empadronen y se distingan, efectivamente, de esos otros hijos de la Galleguidad que por nacimiento, formación y cultura, tienen un mayor arraigo en los países en los que residen,  aunque también posean el pasaporte español.

Tiene que desaparecer ese censo en el que seguro que figuran muchos “centenarios” e iniciar un proceso para que se pueda votar en urna, en las embajadas y consulados. Esto es lo más claro y democrático.

Pero no se puede prescindir del voto de los emigrantes porque es cercenar los derechos constitucionales de aquellos a los que más debe este país. Y eso deben tenerlo en cuenta los legisladores.

Porque Galicia mantiene, en materia de emigración, una situación peculiar que la distingue de las demás comunidades autónomas del estado español.

Manifestación en Buenos Aires a favor del voto.

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