galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EN BUSCA DE LA LÍRICA PERDIDA

Es sábado y aquí todo el mundo piensa en fútbol porque, está visto, la Lírica tiene poco futuro en un país que solo cree en los números, en los beneficios que puede obtener cada individuo, quiero decir para sí mismos. Ahora la gente se pasa las horas muertas pensando en cómo ganar más euros para meterse en el mogollón de la sociedad de consumo y aparentar que la vida le va bien.

Se compran trajes de marca porque son más caros y van a por el mejor coche que pueden pagar para decirle al vecino que se rozan con los ricos. La política no les importa porque creen, los muy ilusos, que no va con ellos; y ni siquiera leen publicaciones serias, que se desinforman por la tele. Además, su nueva cultura se basa en lo que dice su “guasa-p” y en las opiniones de los grandes hermanos, esos que nadan en sus propios excrementos y aún encima lo retransmiten.

Así las cosas, tampoco este fin de semana iré a misa. Quiero volver a sentir la poesía del alma, esa que comienza con un toque de campanas y sigue a las orillas del Sar, diciéndole adiós al río que se va en busca del Ulla, para alejarse de los vicios urbanos y de la masa…

—- ¿Pero dónde está la masa?

¡Esta tarde se fue al campo de fútbol, como cuando aún vivía don Vicente Risco!

Así que, esta vez te invito a seguir los senderos organizados del valle que procuran la poesía y la leyenda en el paisaje de Bastavales, parroquia del municipio de Brión, con 24 aldeas y 1400 habitantes. Es la más famosa, sin embargo, de todas las parroquias de A Mahía.  Se lo debe a Rosalía de Castro y a sus Cantares Gallegos, que hicieron repicar con fuerza poética las campanas de la iglesia de San Xulián.

Situémonos, ahora que entramos en la Semana de la Mujer, en el lugar donde vivió la gallega más universal antes de descubrir otros mundos cercanos. 

“…Cando de lonxe vos oio,

penso que por mín chamades

e das entrañas me doio.”

Rosalía de Castro  solía escuchar las campanas de Bastavales desde la pequeña aldea de Soigresa, hoy uno de los lugares que ven aumentada su población, debido a nuevas urbanizaciones que hicieron crecer el área  periférica de Santiago, especialmente esta de A Mahía. 

Los templos de Bastavales viven estos días, con intensidad, la expresividad cromática del final del invierno, mezcla de “raioliñas” de sol entre cielos grises, sombras de niebla y persistente lluvia.

Y digo los templos porque en San Xiao de Bastavales no repican las campanas de la poesía, pero sí los restos románicos de una iglesia que, aunque reconstruida en el siglo XVII, es muy anterior a la de San Xulián.

Aunque las auténticas “Campanas de Bastavales”, claro, son las de San Xulián… Un templo construido en el 1768, de cruz latina y una sola nave, con varios retablos con cierto valor artístico y magníficas imágenes de diferentes épocas.

“…Solo media me deixaron

os que de aló me trouxeron,

os que de aló me roubaron.”

Y  es San Xulián de Bastavales un bellísimo conjunto monumental, formado también por la barroca capilla del Carmen y el atrio, al que llaman el Balcón de A Mahía. La capilla fue costeada “por el cura y 83 habaneros devotos de la Virgen y amantes de la niñez”, según reza en artístico monolito de principios del siglo XX.

Dicen que la iglesia mira cara a occidente para así entroncarse en la leyenda xacobea.  Algunos ven desde aquí, desde la puerta principal,  las torres catedralicias de Compostela e imaginarios peregrinos bebiendo en las también poéticas orillas del Sar.

Lo cierto es que, desde este lugar se alcanza toda la belleza del Valle y cuenta una leyenda que muy cerca, en la aldea de Beca, vivió la Reina Lupa de la tradición xacobea. Por eso se llama Castro Lupar a los restos de la antigua capital de la galaica tribu de los Amaeos.

“…Que os amores xa fuxiron,

as soedades viñeron,

de pena me consumiron…”

Pero el presente de Bastavales aún nos permite el asombro, sobre todo cuando el campanero actual repica las campanas, para que bailen al compás de la muiñeira, cuando se celebra la anual romería.

Hay un bar próximo desde dónde nos llegó a Manuel y a mí, hace un instante, la palabra que sustituyó al abracadabra, los fines de semana… ¡Goooooool!

Así que nos volvemos a casa.