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EN LA MUERTE DE JULIO ANGUITA

Una semana duró en el hospital cordobés. El histórico líder del PCE y de IU, y ex coordinador federal de IU, Julio Anguita, ha fallecido hace una semana, el pasado 16 de mayo de 2020, a los 78 años, tras no superar el episodio de hace catorce días, una parada cardíaca que sufrió entonces y le llevó de urgencia a ser internado en la UCI del Hospital Reina Sofía de Córdoba.

Por Eugenio Eiroa

Julio Anguita había sufrido previamente, años atrás, cuando menos dos serios ataques al corazón que le llevaron a ser intervenido quirúrgicamente en dos ocasiones precisamente por problemas cardíacos. El primer infarto lo sufrió en el año 1993 en Barcelona. Eso le hizo escribir un libro «Corazón rojo. La vida después de un infarto», donde relataba su propia experiencia tras sufrir este grave problema de salud.
Su complejo historial médico y sus reiteradas dolencias cardíacas estaban ahí, antes de la crisis sufrida el pasado sábado 9 de mayo: hasta media docena de episodios en los últimos 27 años.

Julio Anguita se ha ido casi sin avisar, como a él le gustaría, siempre sencillo, siempre humilde; había pasado toda la semana estable dentro de la gravedad, aunque siempre con ventilación mecánica. Fue el parte médico reiterado, aunque en el transcurso de los días sus cuidadores parecían más optimistas, pero la mejoría real no llegaba. Así hasta que ha fallecido.


Cuando conocí a Anguita, hace ya muchos años, ya andaba a vueltas con algunos problemillas de corazón; pero siempre los iba capeando. Hace una semana, yo decía en Rías Baixas Tribuna que «esta vez, parece que las cosas, con UCI por medio no son tan fáciles como antaño…». Y no decía que tal vez ahora no podría remontar, porque deseaba firmemente que saliese adelante. Por la sencilla razón de que era una persona que realmente merecía la pena, digno de admiración, pensases o no como él.
Anguita fue uno de los personajes con los que, además de entrevistarle un par de veces, tuve la suerte de poder compartir un café con leche y conversar a solas fuera de micrófono durante un par de horas. Con Anguita fue así, un día, en Vigo, hace ya demasiados años.

Era cuando él estaba en primerísima línea. Y puedo hoy decirles a ustedes que desde el primer minuto me pareció un individuo de los que realmente merecen la pena. Didáctico siempre en sus exposiciones, ameno conversador, siempre humilde, convencido en todo momento de lo que decía, se le adivinaba tenaz, sincero, coherente, sin dobleces… ¡Qué lejos de tanto impostor, de tanto impresentable existente en el actual momento político!

Podrías o no compartir las ideas de Anguita, pero si tenías dos dedos de frente, si eras mínimamente inteligente, no podías dejar de escuchar ni un solo instante lo que este hombre decía; porque solamente la forma cómo lo decía, el planteamiento, sus exposiciones… escucharle era un tiempo bien empleado.

Conocí tiempo después a Rosa Aguilar, alumna de Anguita, cuando ya era famosa, cuando había dejado atrás sus tiempos de concejala de Urbanismo en Córdoba y diputada en el Parlamento andaluz. Rosa Aguilar había venido a Vigo a pedir el voto para su formación política porque quería instalarse en el Congreso, como así fue. Aquel día, también con un café por medio, no fueron dos horas, pero sí una en la que fue una satisfacción charlar también fuera de micrófono, con la que me pareció -igualmente- una mujer político muy digna de ser tenida en cuenta. Rosa -que ahora debe estar ya bien por encima de los 60 años- llegó a ser alcaldesa de Córdoba, como su antaño maestro, el profesor Anguita; también sería Consejera de la Junta de Andalucía, por 3 veces, y hasta ministra de Medio Ambiente. Claro que… Rosa Aguilar pasó del Comunismo de Izquierda Unida al barco del PSOE con el devenir del tiempo.


Pero Anguita nunca fue saltarín en Política. Hizo de la coherencia una virtud gigantesca. Comunista convencido, tremendamente culto, inteligente… sin embargo no triunfó del todo en Política.

—- ¿Por qué?

Sencillamente por ser coherente, por no engañar, por no regalar los oídos a la gente en cada momento con lo que les gustase oír. El era tenaz, perseverante, insistente… convencido siempre de sus ideas, trataba no de imponer pero sí de persuadir en todo momento. 
Cuando pasaron los años y vio que aquello no obtenía la comprensión suficiente en una masa importante y al tiempo consistente de la ciudadanía, Anguita -con la misma dignidad con la que había llegado-, acuciado también por sus problemas cardíacos, se retiró del primer plano de la vida política, se fue a su casa con la cabeza muy alta, dio conferencias, charlas -siempre muy interesantes- y hasta hoy.
Un ejemplo de dignidad política, de respeto también, de coherencia siempre…

Jubilado en el año 1999, Julio decidió renunciar a su paga vitalicia como ex parlamentario por convicción, ya que decía que con la de su trabajo como profesor tenía bastante. Anguita ha mantenido hasta su muerte su capacidad de crítica en numerosas entrevistas y su activismo social.

Por eso y por muchas más cosas, Julio Anguita González es ejemplo de político decente, honesto a carta cabal, de personalidad algunas veces arrolladora, que bien merece ser citado, respetado y estimado incluso por los que no piensan como él. La vida, si algo nos enseña, es que se pueden aprender cosas, también, de los que no piensan como tú. Nadie está en posesión de la verdad absoluta. Y escuchar, respetar, tomar nota incluso de lo que otros dicen -aunque no sean afines- enriquecerá siempre al ser humano.

Recordar hoy a Julio Anguita es también reivindicar a aquellos políticos que en España fueron importantes frente a la lastimosa mediocridad que hoy nos ha tocado en suerte.

Dice Anguita en uno de sus libros…

No fui una lumbrera en los estudios, pero sí de los que aprobaban todas las asignaturas con buenas notas. Cuando llegaba con ellas mi padre traía un paquetito de tortas con azúcar blanca encima, me las daba y decía de forma ritual: «¡Muy bien, has cumplido con tu deber! (…) Ése era el premio y no había otra cosa. Y así entendí que debía ser mi vida en el futuro: por hacer las cosas bien no me tienen que agradecer nada, por eso soy tan reacio a los aspavientos y a los montajes que se hacen a las personas que en realidad sólo han cumplido con su deber. Soy de la opinión de que hay que ser más austero y comedido en la administración de elogios y parabienes».

Julio Anguita nació el 21 de noviembre de 1941 en Fuengirola, miembro de una familia de militares. Pero no enveredó por esos caminos: cursó estudios de Magisterio y se licenció en Historia en la Universidad de Barcelona. «Maestro de profesión» -siempre presumía de ello-, en el año 1972 se afilió al entonces clandestino Partido Comunista de España (PCE) y en 1977 accedió al Comité Central del partido en Andalucía.

Fue alcalde de Córdoba entre 1979 y 1986, secretario general del Partido Comunista de España (PCE) y coordinador general de Izquierda Unida (IU). Fue precisamente bajo su liderazgo cuando la coalición IU alcanzó sus mayores éxitos electorales, superando ampliamente los 2 millones de votos en las generales de 1993 y 1996, alcanzando en este último año más de un 10% de los votos y 21 diputados.

Dos ejes principales de batalla tenía en su planteamiento político: uno su permanente exigencia de concretar acuerdos programáticos… Siempre le decía a quienes se le acercaban a negociar…

—-  Programa, programa y programa.  

El otro fue su rechazo frontal a la corrupción.

Ni que decir tiene que una vez abandonado por Anguita el liderazgo de Izquierda Unida, sus sucesores -Francisco Frutos, Gaspar Llamazares y Alberto Garzón- solo han oficiado de enterradores.

Anguita fue en Política mucho Anguita. Si tenía alguna duda para continuar al mando de IU, sus problemas cardíacos acabaron por despejársela. Ello no impidió hasta ahora que Julio Anguita haya venido apareciendo a lo largo de estos últimos años, en diferentes actos públicos y planteando alternativas: formó parte del Colectivo Prometeo y del Frente Cívico Somos Mayoría, del cual es fundador.
Sobre las campañas electorales, dejó escrito:

Pocas veces más podré escribir que he aportado algo nuevo a la actividad política, pero sí me gusta resaltar esa pequeña forma de hablar en público que cambió un estilo mitinero vigente hasta ese momento. Se trata de un modo basado en una forma de entender la vida y las ideas revolucionarias, que a su vez están recogidas en Sócrates, en Antonio Gramsci y en Bertolt Brecht. Siempre he creído que la mejor campaña electoral es aquella que se hace cotidianamente. Nunca me ha gustado ir a sitios donde no nos han llamado. He tenido problemas con algunos gabinetes de campaña electoral porque he rechazado la visita a la fábrica en el periodo electoral o el paseo del candidato en los mercados repartiendo flores o propaganda. Las campañas y su deleznable liturgia son, además de ridículas, totalmente ineficaces para el objetivo que dicen buscar: el voto.» 

Este sábado más bien caluroso de un mayo que ha arrancado tormentoso en el noroeste peninsular, llega la noticia de que a Julio Anguita ha cerrado los ojos para siempre. Nadie deseaba eso. Nadie pensaba en eso hace ocho o diez días atrás: el exlíder de IU se encontraba confinado en su domicilio, en buen estado de salud, y el pasado 4 de mayo incluso había difundido un vídeo (*) con un llamamiento a superar la actual crispación política.

Pero Julio Anguita había sufrido ya dos infartos de miocardio… y hace siete días ese arreón final con tremendo cornalón del toro que no perdona, que te lleva por delante… 
Atrás quedan aquellos dos infartos, al fin y al cabo, superados… uno de ellos en plena campaña electoral, cuando se presentaba al frente de Izquierda Unida, en 1993, y otro en Córdoba, en 1998.

Siete días atrás, también en sábado de mayo, este humilde periodista deseaba a Julio Anguita «una recuperación plena, una mejoría rápida y una reacción positiva ante la adversidad, como siempre supo tener en su vida. Ojalá que, también esta vez, salga adelante y que podamos…».  Los buenos deseos de mucha gente como yo, esta vez, han servido de nada.

 Pretendíamos seguir prestando atención a lo que de vez en cuando escribiese, a lo que de vez en cuando dijese y cómo lo dijese.. Ya solo podremos releer lo por él escrito antes, ya solo podremos escuchar lo por él dicho en tiempo pasado. Inevitablemente, como dirían los hermanos portugueses, llegó el «fim da linha» para Julio Anguita. 

Se ha ido, en el mes de mayo de los inigualables patios floridos cordobeses que lucen este año igual de bellos aunque con el confinamiento por medio… Se ha ido en el mismo mes en que Córdoba -en este 2020- no podrá celebrar su tradicional Feria de Nuestra Señora de la Salud… Seguro que han sido muchos los cordobeses que habrán pedido a la Virgen de la Salud estos días para que Anguita salvase este round. No ha podido ser. Cabe ahora pedir, al menos, por el alma de quien habiendo dejado de ser creyente, era tremendamente respetuoso con los creyentes.

Así era Julio Anguita.


(*): “En estos momentos de crispación que están aprovechando algunas fuerzas políticas hace falta serenidad, reflexión y sopesar razones”, decía Anguita en un video del pasado 4 de mayo, que se aloja en Youtube. Allí, Julio Anguita exhorta a analizar una salida política, ecológica y económica a la pandemia del coronavirus. En el vídeo, difundido por el Colectivo Prometeo, Anguita pone el acento en la necesidad de encontrar una salida a la actual crisis que «no hipoteque el futuro de nuestros hijos y nuestros nietos, que tienen derecho a que no les dejemos miseria y grandes problemas”.