galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

EN MONTEDERRAMO HAZ EL AMOR Y NO LA GUERRA

          Esta vez te invito a “tocar cielo” desde el macizo central ourensano, que es el techo de Galicia. Desde las cumbres de San Mamede alcanzas un paisaje de montañas suaves y valles verdes, regados por los ríos que nacen en las sierras, generadores de la belleza natural que existe en todo este territorio.

          Camina conmigo por entre abedules hasta el Pico Seixo y desde él comprenderás mejor la grandiosidad de estas montañas.

         Al pié de ellas, aparece todo un paraíso natural que se contempla en su inmensidad desde la cumbre, la que da origen a los ríos y estos, a su vez, a los lagos, que en lo más alto fueron de hielo en tiempos de antiguos inviernos.

         Y cerca del bosque, aparecerá ante nosotros aquel pueblo pequeño,  que nos recordará, como siempre,  que estamos en la tierra del abuelo emigrante…

         Para alcanzar todo esto con la mano hemos de sentar nuestros reales en la villa monacal de Montederramo dónde, te cuento, verás cómo aún es posible sentirse feliz al pié de la más dura montaña.

 

        Los ourensanos, desde muy jóvenes, íbamos a Montederramo para aprender a encaramarnos a las cumbres de la sierra donde sucedieron increíbles historias de “fuxidos” en la postguerra, que escribieron páginas de heroica resistencia antifranquista. Al mismo tiempo que nos impresionaba el paisaje y su grandeza, admirábamos aquella lucha guerrillera de los “maquis” que nos contaba el viejo pastor de Edreira, mientras te ofrecía un trozo de sabroso queso curado.

        Aquellos guerrilleros gallegos –decía el pastor al pie de la hoguera-  “convirtieron las tierras del abuelo en un campo de batalla”.

        En Edreira vivió solo una familia, la del pastor Francisco Galán padre. Vivió hasta que sonaron los cascos “dos cabalos da noite” en el camino empredado que antes había sido vía romana…

        Galán, su mujer y un grupo de guerrilleros, fueron asesinados en desigual lucha aquella noche, la más trágica noche que vivió la sierra con San Mamede por testigo.

        Solo se salvó Francisco Galán hijo, que hace unos años, a sus 84, aún seguía siendo pastor.

      Hasta Edreira llegas, casi cresteando, desde A Pá, por la cara oeste del Xistral, a más de mil metros encima del valle por el que discurren las primeras aguas del río Queixa.

      Paisajes de agua que tienen su cenit en la Xunta dos Ríos, muy cerca de la pequeña aldea de los Galán, hoy abandonada pero cuyas paredes nos cuentan aún como el abuelo Francisco se fue, recién estrenado el siglo XX, a las Américas de Cuba. Y de la isla, al nuevo continente.

      Conoció la joven Caracas, el bullicioso Río de Janeiro, la inmensidad urbana de Buenos Aires y puso fin a su errante vida en un pequeño negocio de la uruguaya Punta del Este, en cuyo cementerio está enterrado…

     Son muchas las historias de guerra, exilio y emigración que aquí suelen contar los pastores.

     Los pastores han tomado como suyo el también abandonado lugar de A Ferreiría, vestigio de una antigua y artesanal industria metalúrgica en plena sierra, buena prueba de que estas montañas fueron cuna de gente con iniciativa.

     Entre Edreira y A Ferrería, hay lugares de ensueño que se confunden con el paraíso. Bañados por ríos de aguas limpias y siempre frías. Que cruzan caminos tan antiguos como la propia montaña, entre carballos, castiñeiros, acebos e incluso abedules.

 

        ¡Ay, mi amigo! Este territorio cansa si lo haces a pié, que los años pasan para todos; pero las serpenteantes carreteras de montaña, las más bellas que jamás hayas soñado, te permiten utilizar el coche, el quad o el caballo que te alquilarán en Montederramo para descubrir sus encantos naturales o…

        Como aquella vez de mis recuerdos, hacer el amor contemplando la belleza del abismo para gozar en lo más profundo de tu alma una nueva vida.

        Aquí, al pie de la sierra de San Mamede, puede ocurrirte que bebas la esencia desnuda bebiendo las frescas palabras de cien ríos trucheros, los creadores del Mao que se ensancha como un mar en el Leboreiro.

 

        Los espejos de la sierra te descubrirán en sus laderas el Bidueiral de Montederramo, que es espacio protegido considerado de interés europeo y rodeado de acebos, lo que quiere decir que por aquí pisa también el corzo bonito.

        Hay en todo este territorio un total de 85 lugares diferentes habitados por menos de 1.500 personas y todos ellos están rodeados de la naturaleza más viva.

 

        En el Caserío da Castiñeira, excelente alojamiento rural, me recomendaron aquella vez una jornada de pesca,  pero no estaba uno para aprender el arte de la caña y sí para disfrutar de las frías gotas de agua sobre el cuerpo desnudo de mi ninfa, aquel atardecer repetido del verano caliente, con las manos perdidas en la inmensidad de la admirable belleza de su piel de nieve.

        Nunca pedí perdón a Dios por esos pecados del sexo, que son tan naturales como los alisos que crecen en el bosque del río para madera de gaita.

        Pero aquella tarde, en el que fuera uno de los grandes monasterios benedictinos de nuestra historia, me sentí un alma descarriada ante la magnitud de aquellas paredes y la impresión que me causó su arquitectura.

        Creí ver, rezando, ante el altar mayor, a la bella reina Teresa de Portugal, conocida como doña Urraca, creadora de aquel monumento y mucho mas pecadora que yo según cuentas las crónicas. Y recé. A mi manera, pero recé.

       Y debió de ser Santa María la que me llevó hasta Regueiro para que conociera aquel cruceiro; en realidad era un peto de ànimas donde los pecadores como yo debemos depositar un óbolo para que no nos lleve la Santa Compaña cuando, por la noche, y tras la queimada con estas buenas gentes de Montederramo, salgamos a ver como la luna llora porque el sol se fue a dormir sin hacerle caso.

       Recuerdo que, al día siguiente, ella y yo nos fuimos de vuelta a Vigo

       En mi mente se sucedían las imágenes de aquellos otros días de mi bachillerato en los que, desde Arnuiz, fui vagando perdido entre la nieve hasta que vi las luces de Montederramo a lo lejos, cuando la noche era incipiente y mi guapa profesora de Ciencias Naturales sintió por primera vez un cuerpo fuertemente apretado contra el suyo.

       Siempre que en mi aldea, a través de mi ventana, refulge el verde de los agros sobre el verde de los árboles, me acuerdo de Montederramo:

       Una sierra, una aldea abandonada, muchos ríos, un bosque singular, un gran monasterio, un cruceiro-peto de ánimas… y ellas.

       Cuando vayas, si es que vas, procura hacer el amor y olvídarte de aquella guerra.