galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

ENAMORAMIENTO VERSUS AMOR

Por J.J. García Pena

 

Caminábamos como lo hacemos frecuentemente, sin correr jamás pero a paso vivo y tomados de la mano, por la senda, rojiza de pedregullo, que bordea el arroyo Miguelete.

La deseada rutina de dos kilómetros es siempre la misma: dos vueltas a la ribera del arroyo desde el puente de la avenida Agraciada  hasta el de Buschental, en el corazón mismo del parque del Prado, ese artístico pulmón verde creado a fines del siglo XIX, por la expansión de un Montevideo  liberado de los recientemente derribados muros coloniales que lo constreñían.

La primavera rejuvenecía  los árboles y bajo ellos grupos de jóvenes formaban grupos de risas, guitarras,  iPads y tabletas. Daba gusto ver tantos jóvenes felices, sobre la verde gramilla.

La vimos venir y el micrófono nos dijo, antes que ella, que se trataba de una “movilera” en busca de una nota casual para Radio…Bla-Blá.  

 —– ¿Puedo molestarlos un momento?

 — No te lo permitiremos de ningún modo, pero si te referís a hacernos algunas preguntas, con mucho gusto accederemos -le dije y fue, ésta, su primera sorpresa.

 — En el día de la Primavera estamos consultando a todo tipo de parejas ¿qué opinan sobre el amor?… Al verlos así, de la mano, es evidente que ustedes están enamorados…tal vez hace poco se conocieron.

Ana y yo nos miramos. Nuevamente fui yo quien tomó la palabra:

—¡Por supuesto que NO estamos enamorados!

Hace ya muchos, muchos años que nos amamos-.

—Por eso mismo, insistió– se les ve enamorados y…

La risa de Ana debió parecerle una burla.  

—No le hagás caso, es muy de él. Lo que te quiere decir es que ya superamos aquella preciosa etapa.

— ¿…?

El desconcierto de la joven reportera era notorio.

 — ¿Pueden explicarme lo que dicen?

— Mirá… ¿cuál es tu nombre?

— Florencia-

— ¡Hacés juego con la estación!

— Mirá, Florencia, hace cuarenta y tres años y un mes que Ana y yo nos casamos. Si a ello le agregamos tres años y cuatro meses de noviazgo tenemos un total de casi cuarenta y seis años y medio de vida en común, ¡y no contamos dos años previos de compañerismo laboral!

— Entonces, más a mi favor. Siguen enamorados…-

— Creo, Florencia, que vós también tenés la generalizada confusión de creer que enamoramiento y amor son la misma cosa y…

— ¿Y no es así?

— ¡Claro que no, chiquilina! El enamoramiento es la etapa de mayor ilusión en nuestras vidas, en la vida de cada ser humano. Es una sensación divina. Desgraciados  quienes jamás estuvieron enamorados, una o mil veces, eso no importa, pero enamorados.

— No lo entiendo. Entonces, ¿qué es lo que los hace parecer como si lo estuviesen?

De nuevo Ana y yo nos miramos. Entendí que debía hablar ella y me callé.

— El amor. Eso es; el amor. Cuando estamos enamorados nuestra pareja carece de defectos. Cuando amamos suele tener tantos o más defectos que nosotros, pero el amor equilibra, con ventaja, esa falla. Nosotros, como te dijo Javier, estuvimos muy enamorados y ello nos permitió conocernos y potenciar, valorando, lo positivo de cada uno.

— Entonces, ¿Jamás se pelean entre ustedes?

Hemos perdido la cuenta de los enojos, tanto durante el noviazgo como en la etapa de convivencia hasta hoy  y no han sido pocas las veces en que cualquiera de los dos hemos pensado y dicho: “Hasta aquí llegamos, ¡no te soporto más!”

– ¿Cómo han ido superando las diferencias que me relatan?

— No sabría explicar cabalmente cómo, pero en mi caso, siempre que me enojaba con ella, trataba de imaginar cómo sería vivir y  envejecer sin tenerla mi lado.

— ¿Y vós, Ana, como hiciste para conservarlo?

— ¡Se conserva solo! Pero nadie me trató jamás con más amor y respeto; tal vez sea esa la razón de mi “durabilidad”, puesto que…

— ¡Eh, eh! ¡Un momento! Esa fórmula es mía y la tengo registrada…No hay mejor compañera que ella y eso que tenemos gustos bien diversos.

— ¿Por ejemplo?

— Ella no ha podido terminar de leer dos libros en estos últimos cuarenta  años, sin embargo la lectura es mi pasión.

— El sigue dejando migas de galletas en el sofá, por más que se lo hago notar pero, en compensación, aceptó, desde el principio, el bañarse al menos una vez al día.

— Ella se baña dos veces al día, pero cuando nos conocimos yo era un adolescente un tanto gatuno: el agua no era mi elemento; con tres veces de aseo general a la semana me sentía como un dandy.  Ella cambió mis hábitos, logrando lo que mi madre ya daba por perdido. Que, al principio, sea dicho de paso, ella no la aceptaba  a Ana por ser tres años mayor que yo, pero luego fue, para mi madre, una hija más.

— Ya ves como, si querés a la otra persona, te amoldás a ella y ella a vós, si sienten que quieren y vale el esfuerzo  seguir juntos.- remató Ana.

— Y… ¿en tantos años jamás sintieron atracción por otras personas?-.

— ¡Por supuesto que sí! No somos marcianos.

— ¿Perdonarían un engaño de uno hacia el otro?

— Yo no lo puedo afirmar, pero siento que sí.

Asentí. (Nada me importa más que su bienestar y si ella lo hiciese sé que tendría una buena razón).

— Yo sí lo puedo afirmar. Ambos somos humanos. Me costó, pero lo perdoné y no me arrepiento. El tuvo la hombría de decírmelo de frente, apenas llegó a casa.

— En cambio, yo sí me arrepentí de provocarle, por mi torpeza, ese dolor innecesario.

La cara de Florencia era un mapa de dudas. Presentí que deseaba pero no atinaba a preguntar cuál era la diferencia entre amar y estar enamorado y le facilité el reportaje.

— Florencia, tal vez no te haya quedado demasiado claro lo de “enamoramiento versus amor”, ¿Verdad?

— Te agradezco que lo traigas de nuevo al tapete…-

— Te lo explicaré de esta manera: cuando se ama  no es posible dejar de amar. Sí, no te asombres; así como lo oís.

Jamás se te ocurriría dejar de amar a tu madre, a tus hermanos o tus hijos. Los amás y punto. Te pelearás mil veces con tus hermanos, tus padres y tus hijos, pero no se te pasará por la cabeza dejar de quererlos. Es imposible.  De hecho, exactamente eso pasa con las parejas que, una vez enamorados, hoy se aman de verdad.

Los que “se dejaron de amar”, en realidad creyeron haber amado a una figura creada por su imaginación.

Cuando descubren la verdadera naturaleza del objeto amado, se sienten espantosamente defraudados por haber estado enamorados de una luz desvanecida, de un resplandor efímero. Tardamos en comprender que lo perdurablemente valioso de una persona está en su cerebro, no en la efímera tersura de su piel.

 Cuando nos enamoramos, ese estado tiene los días contados, como la flor en primavera.

No en vano y desde tiempos inmemoriales se han compuesto (yseguirán componiendo)  endechas de amor dolido y frustrado. Es el género musical y literario más exitoso. Lo saben muy bien las editoriales, los productores discográficos… y los representantes de artistas. La ilusión del enamoramiento duró, más o menos, siempre lo mismo; ahora tal vez menos, ya que la oferta visual  es mucho mayor.

— No te entiendo…

— Todos los días nos enteramos de que fulana se separó de zutano, a pesar de habérseles visto  tan enamorados semanas atrás..

— Es cierto, lo vemos a diario, en la vida común y en las de los famosos, que dicen estar tan enamorados…

— Y decís muy bien: “tan enamorados”.

Los artistas, más que nadie, necesitan dar, vender, imagen de felicidad perdurable, por eso persiguen esa esquiva quimera. No es muy taquillera la hogareña imagen de una pareja consolidada. No la prefiere el gran público, que es el gran consumidor de ilusiones. No es novedosa ni escandalosa.

Como te dije,  el enamoramiento es fugaz; supongo que es la artimaña que usa la naturaleza para lograr la segura y rápida reproducción de las especies, cualesquiera sean éstas.

— Jamás lo había analizado desde ese punto; para ser sincera, ni siquiera lo había analizado…

 Los humanos, que todo lo adornamos, a ese estado lo orlamos de ese significado idílico, que pretendemos fuera eterno.

 Creemos que hemos dado con el ser más perfecto y adecuado a nuestro interés y que quisiéramos pasar toda la vida juntos. Por eso nos sentimos tan desgraciados cuando al cabo de un tiempo, más o menos corto, uno de los dos, o los dos simultáneamente, despertamos del ensueño y nos topamos con la realidad cruda. Ese ser tan especial cobra su verdadera dimensión, que generalmente nada tiene que ver con aquel ideal que nos hipnotizó semanas atrás. Si todo se diera como en la naturaleza misma, el resultado de tal estado emocional siempre tendría, como resultado, un nuevo descendiente humano.

 Pero, como nosotros sabemos burlar a la naturaleza, es frecuente que el encanto se diluya en una  corriente de hilos de semen y orgasmos placenteros sin mayores consecuencias, sin dejarnos más que un buen recuerdo o frustración, según los casos. Hasta que otra bienvenida ilusión nos haga creer que, de nuevo, “amamos” a otro ser.

El amor es otra cosa. El amor no se agota, solo puede acrecentarse. Si bien comienza con el enamoramiento, se concreta sobre bases no tan idílicas. Se tienen más en cuenta otros factores racionales, sin dejar de apreciar y gozar de  aquellos primeros que nos hicieron fijar la atención en la pareja elegida, en aquel “gancho” natural.

 — Para no aburrirte, Florencia, pod…

 –– No me aburrís, seguí, por favor…

…Podés encontrarte con viejos, como nosotros, que dejaron de estar enamorados hace años y lograron el amor profundo, el cual se manifiesta cuando protegés más la vida de tu pareja que la tuya propia.

Es frecuente (y erróneo) decir que “el amor por la pareja es otra cosa”.  Bien  sé, sin duda alguna, que el querer que siento por Ana tiene la misma fuerza que el que siento por nuestros  hijos y nietos. Superior, incluso, al que siento por mí mismo ¡Y vaya si me quiero…!

Te lo resumo, Florencia:

—- El amor, a diferencia del enamoramiento, no es posible perderlo.

Florencia recogió, pensativa, su micrófono, lo guardó en su precioso bolsito juvenil y nos preguntó. 

— ¿Me  permiten que lo emita, sin editar, esta noche en el programa?

(Creo que fue una forma piadosa y sabia de evadirse, elegantemente, de dos viejos carrozas)

 — Sentíte libre, Florencia. Hacé lo que sientas que debés hacer.  Tal vez a algún escucha que ande dudando sobre si ama o “dejó de amar” a su pareja, le sirva para reflexionar y quizás encauzar su vida, para bien y para siempre.

-Gracias, Ana y Javier. No los entretengo más. Un beso.

Besamos en una sola mejilla, al estilo uruguayo, a la bella reportera y retomamos nuestra caminata, satisfechos de tenernos el uno al otro, por más imperfectos que seamos.

O tal vez por eso mismo.

En todo el transcurso del reportaje nuestras viejas manos no se habían soltado.