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ENLATADOS PREHISTÓRICOS

Una evidencia de almacenamiento y conserva de médula ósea animal para consumo humano ha sido encontrada en la cueva Qesem, importante yacimiento paleolítico israelí datado hace 400.000 años. La investigación, que publica la revista ‘Science Advances’, proporciona pruebas de que las primeras personas del Paleolítico conservaron huesos de animales durante nueve semanas antes de preparar alimentos con ellos.

Por J. J. García Pena

La ciencia, para felicidad de muchos y desgracia de unos cuantos, no cesa en sus descubrimientos. Ahora le tocó el turno al consumo humano  de alimentos «en conserva», técnica que se suponía de data relativamente reciente.

Los científicos nos revelan que unos  390.000 antes de convertirnos en sedentarios agroganaderos y especializarnos en hacer dulce de membrillo y perdices en escabeche, nos teníamos que valer de nuestro inagotable ingenio para, innovando,  sobrevivir.

(Coincidentemente,  el trascendental descubrimiento del que nos hablaron estos días se produjo en la misma región antaño  poblada por tribus que dieron origen a las religiones abrahámicas que databan la creación del universo en unos pocos miles de años)

Por lo visto, en todo ese extenso período no nos visitó ninguna nave maravillosa que nos sacase de nuestro ancestral atraso y nos matase el hambre con pases de magia ni multiplicadoras y nunca vistas  técnicas del otro mundo.

Cada día más, la ciencia nos demuestra que,  si hemos  llegado  hasta hoy usando zapatos, y encima doblegando (esclavizando, directamente) a todos los demás seres y al propio planeta,  fue por nuestro propio esfuerzo y en contra de todas las posibilidades de éxito de un cuerpo débil en un planeta «cruel»  plagado de peligros. La propia naturaleza dota de «crueldad» a su obra para que sobreviva renovándose. Ella, la naturaleza, no maneja conceptos de bondad o maldad, ni entiende de moral alguna. 

Esos son novedosos y nobles conceptos estrictamente humanos, no naturales y, por tanto, nos debemos a ellos. La naturaleza, incompasiva,  somete constantemente a prueba a sus criaturas. Una de ellas, sin embargo,  le salió díscola y no acata sus reglas y las modifica sin su permiso.

Porque en la cima de tanta prueba estamos nosotros con nuestra probada inteligencia. Esa misma inteligencia, patrimonio de toda la especie humana, será la que, como siempre hizo,  encuentre el remedio a los muchos  males que le hemos ocasionado a nuestra propia especie y al planeta en nuestra necesidad de, una vez vivos y pensantes, superar esta etapa animal y proyectarnos a lo aún desconocido, cosa que no preocupa a ninguno de los incontables pasajeros extra-humanos que nos acompañan, pasivamente, en esta colosal nave espacial.

El cinismo y la hipocresía, ausentes en la naturaleza,  también son típica y exclusivamente humanos.

A la hora de buscar culpables de tanta basura que nos rodea, nadie parece haber consumido ni un caramelo ni un refresco sin reciclar su papel o envase; tampoco yo ¡por supuesto!

A todos (o por lo menos a la gran mayoría) nos agrada andar en coche y comer tortilla. Pero no hay forma de andar en coche sin gastar algún tipo de energía ni comer una tortilla sin antes romper los huevos.  

¡Ah!, créanme: los Trumpes, los Maduros, los Francos, los Castros, los Stálines, los Nerones y los aún peores que están por nacer, no vienen de Ganímedes ni son aupados por marcianos…