galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

FERROL: LA CIUDAD, LA RÍA Y EL MAR.

En el Instituto aquel del Posío, en el Ourense de mis quince o quizá dieciséis, comencé a interesarme por Ferrol. La culpa la tuvo Andrea, primer pupitre de la fila al otro lado del pasillo. Era una muchacha linda, dicharachera y simpática, además de una enamorada del mar. De su mar, ese Atlántico que baña la costa desde el Cabo Prior hasta el Cabo Ortegal, creando hermosas playas para surfistas y bañistas o rompiendo su furia contra un sinfín de acantilados de los que emergen multiformes rocas de belleza inacabada.

Andrea siempre hablaba del mar…

—- Es que tú no conoces Doniños, ni Valdoviño, ni Pantin…

—- No, nunca me llevaron. Mis padres prefieren Sanxenxo, Cangas o Playa América. Conozco las rías de Pontevedra y Vigo y también el mar de A Lanzada.

—- Nada que ver con el mar de Ferrol. Ni siquiera con su ría inexpugnable, de ahí que nuestro puerto haya sido el más importante del Departamento Marítimo.

Todos los días, Andrea, tenía palabras de amor para su Ferrol natal y para sus paisajes de ría y costa. Hasta tal punto que cuando fui por primera vez… me resultaba todo conocido; incluso me parecían historias las leyendas de la ciudad sumergida en la lagoa de Doniños o la del Mar de los Muertos que ubicaba frente al faro de A Frouxeira.

La ría, el mar y la ciudad… te enamoran. Te cuento.

Ferrol nació pueblo pequeño y marinero en su primer puerto de As Curuxeiras.  Llegó a la adolescencia por la ribera de su ría, mar apacible e inexpugnable. En la mili, le pusieron galones de ciudad departamental. Creció entonces como puerto militar estratégico y como una gran fábrica de barcos para la guerra.

Pero la “bella época” ferrolana, su inolvidable y romántico modernismo, su maravillosa esbeltez urbana, se inicia con el regreso de los indianos de América, a quienes debemos las casas encantadas y los principales cimientos de la actual cultura.

Aquella “bella época” sucedió cuando, en la Plaza de Armas destacaban los vistosos uniformes militares y en la de Amboage, la elegancia de las damas de una sociedad civil muy ilustrada.

Entre ambas plazas se desarrolló  el Barrio de la Magadalena, ejemplo de belleza arquitectónica, y de racional y simétrica creatividad urbanística.

En esa “bella época” se levantaron maravillosas casas encantadas, muchas de ellas con el estilo colonial típico de las mansiones construidas por aquellos que regresaban de América enriquecidos. Ferrol era entonces el paraíso soñado por muchos ricos y burgueses, que querían participar en aquella etapa de la Ilustración.

El Palacete de los Antón, realizado por el arquitecto Ucha Piñeiro, que parece haber nacido como el escenario de un cuento de hadas; la Casa da Maleta y la Casa Minerva son el prototipo de las mansiones de los indianos, los hijos pródigos que regresaron de hacer las  Américas en haiga, fumando grandes puros y construyendo escuelas.

La Casa de la Maleta es aún hoy una auténtica maravilla arquitectónica y has de prestar especial atención a sus cúpulas. En la más alta se aprecia la estatua del primitivo propietario, como si de un mausoleo se tratase.

Los mortales comunes aún podemos disfrutar de aquellas mansiones, de aquella bella época, durmiendo en uno de los hoteles con mayor encanto de Galicia, el viejo y querido Hotel Suizo. Si admiramos su fachada desde la calle vemos sus  balconadas como una bella muestra del art decó arquitectónico. Tanta imaginación se debe al arquitecto Rodolfo Ucha,

Otra muestra de las mansiones de ese tiempo es sin duda la modernista Casa Romero, en cuyos bajos aún ofrece su arte de chocolate y sus desayunos de película, la pastelería-cafetería Stollen. El edificio, magnífico, con sus gárgolas, vidrieras y rosas de metal, construido en 1910, con formas ovaladas, representa una de las joyas de la arquitectura modernista.

Todo el Barrio de la Magdalena es todo un ejemplo del urbanismo de la bella época, con su simetría y racionalismo articulados entre las Plazas de Armas y Amboage. Muchos de los edificios originales son incluso del siglo XVIII, aunque su principal característica, las galerías acristaladas pintadas de blanco y los balcones de forja, son añadidos posteriores, del siglo XIX.

La belleza y la creatividad arquitectónica de estos edificios destacan en todas y en cada una de las calles del centro histórico de la ciudad.    

La Ría es río en Xubia. Conquista su espacio cuando pasa bajo los puentes. El gótico, que marca los límites de Narón y Neda. El de As Pías que fue el símbolo de Ferrolterra. Y  el de la autopista, el de la modernidad.

Este mar de agua mansa se estrecha entre las fortalezas de San Felipe y de la Palma, de donde le viene a Ferrol la fama de inexpugnable puerto para la guerra.

Pero este es tiempo de paz y la ría amplía horizontes allá donde se oculta el pulpo, cuyo refugio buscan las gamelas de Mugardos, la villa de la calma y el placer gastronómico.

Pierde este mar su tranquilidad en Cabo Prioriño, próximo ya al gran puerto exterior y frente a la Punta de Segade, donde aún se escuchan a las nereidas cantar la historia de la sirenita de Isla Miranda, la que se convirtió en princesa.

Desde el aire, impresiona. Desde tierra es admirable. La costa de Ferrol se abre al océano Atlántico y recibe todos sus poderes:la fuerza, la riqueza y la perspectiva más brava de ese mar que le unió al mundo.

Ya lo dijo el procónsul de Roma, Rufo Festo Avieno, en carta al emperador Augusto:

—- Hay aquí un pueblo de gran valor, notable inteligencia y grandes habilidades, que construyen sus naves con pieles cosidas; y a bordo de ese cuero recorren habitualmente el vasto mar…

Se refería a los marinos ártabros de los que heredaron bravura los marineros ferrolanos, los que aún se siguen beneficiando del mar que les entrega los peces y mariscos más apreciados.

Este es el mismo Atlántico capaz de recrear la belleza en la roca, labrando esculturas a las que cubre cada invierno con un manto de espuma blanca de olas, buscando el contraste entre el mar y la playa.

El paisaje lo preside el Cabro Prior, convertido hoy en balcón marinero y en el símbolo más apreciado de lo que se conoce como Ferrolterra.

Desde aquí te quedarás con el contraste que forman en Doniños y en la Rega, el agua dulce de sus lagunas y el agua salada que se deshace en estos arenales, muy concurridos en los cálidos veranos. Además, su importancia ecológica es vital para la zona y para que su hermosura despierte el conservadurismo de estos espacios.

Estos son los lugares ideales para practicar surf o katesurf de invierno; también parapente o escalada junto al mar; o para simplemente pasear el espacio impregnado del más puro salitre en la iodada atmósfera que respiras

Por cierto. En las laderas de Cabo Prior, viejas construcciones militares sirven de balcón para contemplar tanta belleza, pero no estaría mal que se llevara a cabo su remodelación como aulas naturales, porque este es un lugar fulgurante que termina allá donde llegan los barcos con mercancías mas molestas, el puerto exterior, la gran obra de la modernidad ferrolana.