galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

GANGAS DE PROMOCIÓN PÚBLICA PARA MEDIO RICOS

 

Los días de lluvia plomiza se nos hacen más cortos y cuando regresas a casa, tras una larga caminata,  en la que has ido al encuentro de peregrinos que siguen la ruta hasta el Fin de la Tierra, vuelves medio en penumbra. Hace un mes aún era por la tarde y ahora, entrado diciembre, las cinco y media son  por la noche.

Por eso no estoy de acuerdo con el huso horario que nos asignan desde Madrid y me reafirmo una vez más en que Galicia, por hallarse en el extremo occidental peninsular ibérico, se merece la hora menos de Canarias, que es también la portuguesa, la de nuestra franja de cielo.

En Bruselas sin embargo, han pensado otra cosa. Proponen que todo el año tengamos horario de verano y así le ganaríamos tiempo a la noche. No tienen en cuenta que en Galicia amanecería mucho mas tarde.

No calculan algo tan simple como la duración de la noche y del día. Durante el solsticio de verano, la noche dura seis horas y cuarenta y cinco minutos menos, pero por Navidad  la noche le gana al día esa misma diferencia.

Así que, si en este país nos imponen el mismo horario veraniego de Madrid, nuestras famosas alboradas invernales se producirían a las diez de la mañana y eso es demasiado tarde para todos menos para los que se levantan a las once.

No sé qué hago escribiendo de husos horarios. Debe de ser porque los días tristes me ponen nostálgico y afloran mis recuerdos de verano, el de aquellos atardeceres de Vigo en los que Gloria y yo contemplábamos el mar enrojecido por el sol cuando se escondía entre las Cíes.

Hay veces, como hoy, que añoro aquellos ocasos que marcaban el perfil de los barcos amarrados en la Estación Marítima Internacional, incluso tengo la imagen de la sexta flota americana ocupándolo todo. Estuvo solo un par de días pero los marines invadieron literalmente la ciudad para satisfacción de los hosteleros de la plaza y de las prostitutas de la Ferrería.

Los americanos no fueron los únicos que encontraron los grandes placeres del sexo en el barrio prohibido. También los marinos franceses que tenían una curiosa gorra culminada por un pompón rojo. O los de la mercante, cuyos barcos atracaban en Guixar.

Decía Ángel Llanos, creador de las imágenes que inmortalizaron el siglo XX vigués, que si querías fotografiar montañas de peces tenías que ir al Berbés pero si lo que pretendías era rostros de marinos curtidos por largas travesías tenías que meterte en los bares de A Ferrería.

En la zona alta ya solo quedan las ruinas de cinco edificios, causa por la que el Consorcio Casco Vello Vigo no puede acabar su plan de remodelación de un barrio, otrora testigo de actos inconfesables porque el catecismo del padre Astete los castigaba como pecados mortales, esto al margen de que la salud aconsejaba a los vigueses a buscar placer en otro lugar, que la falta de higiene, entonces, hacía poco recomendable la mera visita.

Los propietarios de esos cinco inmuebles, sin que hayan manifestado la razón, no quieren vendérselos al consorcio que preside Ignacio López Chaves, un místico político del Partido Popular. Este hombre dice que la solución pasaría por una expropiación forzosa por parte del Concello de Vigo, cuyo importe pagaría el CCVV, al que protege y subvenciona la Xunta de Galicia. Pero Abel Caballero, alcalde, contestó que no es momento.

A ver, en este asunto vuelven a chocar el PP y el PSOE. Los de derechas detentan el gobierno autónomo y los social demócratas son mayoría municipal. La Xunta abrió chiringuito en Vigo para hacer las suyas pero en el Concello no pican: el alcalde dice que las obras las hace él, que le den los cuartiños y él se encargará, como pasó siempre. Unos y otros, así las cosas, siembran de piedras los caminos, esos que son inescrutables porque son los del Señor.

Mientras, parece que a excepción de esos cinco inmuebles, A Ferrería ya es un barrio familiar en el que se ultiman edificios de promoción pública a precios “asequibles” para evitar la inflación inmobiliaria. La Xunta marcó para esta zona un costo de 1.700 euros metro cuadrado, lo que quiere decir que el piso de 100 metros sale a 170.000 euros.

En estos tiempos que corren no le veo la gracia, porque solo los medio ricos podrán pagar esas “gangas” y lo que Vigo necesita, como el resto de Galicia, son viviendas que pueda alquilar o comprar la gente humilde.

—- Oye, ¿Y las prostitutas a donde se fueron?

Solo tienes que leer los anuncios por palabras de “Faro de Vigo” para saberlo.