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INMIGRACIÓN, LAS SOLUCIONES QUE NO LLEGAN EN CAYUCO

Por Alberto Barciela

Demasiadas fronteras, demasiados nombres, demasiadas siglas, demasiados acuerdos y disensiones, demasiados errores, demasiadas mafias, demasiados esfuerzos inconexos de las fuerzas de seguridad, demasiada manipulación, demasiada simplificación  y, en esencia, demasiado desamparo para muchos refugiados necesitados de asilo, libertad, comprensión, ayuda, asistencia, trabajo y salud.

La defensa de los Derechos Humanos -en esencia los valores que Europa propugna desde sus cimientos grecorromanos-,  la atención a cuantos huyen de guerras, persecuciones políticas, el hambre o la miseria no puede verse comprometida por los graves dilemas que, sumados al COVID, generan las mafias del flujo migratorio, grupos criminales organizados que, en pleno siglo XXI, se lucran ante las pantallas con la trata de seres humanos.

Ante esa dramática situación nos aturden la burocracia, las incoherencias legales, el solapamiento de competencias, los egoísmos nacionales y de objetivos, la inmadurez de la Unión Europea en determinados aspectos. Y también nos inmovilizan los insuficientes recursos  económicos, materiales y legales, e incomprensiones, que padecen los funcionarios públicos encargados competentes. Y, por si esto fuera poco, el virus ha descalabrado los planes mejor bienintencionados que se habían puesto ya en marcha desde Bruselas.

Lo paradójico es que la inmigración, correctamente ordenada y organizada, podría ser una oportunidad para superar la demografía negativa de determinadas regiones. Entre otras cosas, permitiría facilitar mano de obra, cualificada o no, y talento para compensar al que durante los últimos años hemos dejado escapar a países como EEUU, Australia o la Europa hanseática.

Es imprescindible actuar ya, conformar de manera consensuada, clara y decidida, una política migratoria y de asilo coherente a escala continental. Ante todo hay que preservar la seguridad, la economía, el sistema de bienestar, la legalidad, las fronteras -el sistema Schengen es uno de los mayores logros de la Unión y está en riesgo-, la redistribución ordenada de los inmigrantes y su integración legal en los países de destino. Es imprescindible también reconvertir en eficientes las ayudas ineficaces, generar oportunidades de futuro, empezando por crear riqueza y empleo en África o en Oriente Próximo.

Muchos son los frentes en los que trabajar con denuedo e imaginación. Repito que entre los primeros objetivos ha de estar intensificar la acción contra las organizaciones criminales apoyando a los funcionarios encargados de desmantelarlas. Ha de obstaculizarse a cuantos ponen en cuestión vidas, familias, afanes, países, leyes, acuerdos; en definitiva al propio sistema humanitario internacional.

Europa ha de seguir trabajando coordinada y eficazmente. Es forzoso aplicar políticas proactivas que posibiliten la incorporación ágil y ordenada de la inmigración legal, de manera acorde con los requerimientos del mercado de trabajo. Son muchos los seres humanos que urgen encontrar lugares y oportunidades en los que desarrollarse en base a la educación, el respeto, el trabajo, el esfuerzo, el entendimiento, la pluralidad, la democracia, la honradez, la solidaridad y la creación. Desde lo múltiple se ha de cimentar una nueva cultura común de la UE, respetuosa con sus pasado y coherente con sus valores éticos y morales. El reto es inmenso. Lo es para la sociedad, para las organizaciones y para los individuos.

Las fronteras griegas, italianas o españolas, las marítimas y las terrestres, las insulares, significativamente ahora las canarias, y las continentales, son limes europeos, con todas las consecuencias. En ningún caso pueden traicionarse en ellas los principios fundamentales de la Vieja Dama, tampoco considerarse crisis de carácter local.

Debemos entender a los que buscan el sueño europeo. Hemos de evitar que se conviertan en una pesadilla o en un juego político de demagogias. Corresponde responder al conflicto con Europa, con más Europa y con una Europa aún mejor, más firme, unida y decidida que nunca. De una vez y para siempre, pongamos las mascarillas pero quitémonos los antifaces, los problemas no se resuelven solos o con disimulos, y esta vez estamos fallando.

* Este artículo forma parte del Proyecto Manifiesto Ibérico Destino Europa