galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

JOSÉ MARÍA BARREIRO EN EL ÁGORA

Por Alberto Barciela

Una pincelada es el inicio de un ritual, inexcusablemente la invitación a una revolución. Un grito fresco de esperanza en el albor de un nuevo mundo circunscrito a la imaginación de un artista y a la superación del espacio en blanco. En el caso del pintor es una tela de dimensiones concretas, limitadas, pero dispuesta a acoger contenidos infinitos por indefinidos.

Me han dicho que la inspiración es melancolía antigua, esencia difusa de una memoria que se recuerda a sí misma y se reitera en mentes únicas, privilegiadas, capaces de reinterpretar el mundo una y otra vez, justo hasta convertirlo en eternidad. Eso me han dicho.

Yo sé que lo que se representa es la más libre manifestación de libertad, y esa es, quizás, una de las mayores riquezas de un artista -pintor, escultor, fotógrafo o escritor-. Un trazo, una cincelada, una foto, una palabra, cuando son halos primigenios, principios, descifran una recreación del instante inicial del mundo. Eso sé o intuyo.

De José María Barreiro y de sus obras he aprendido que sólo la voluntad de arte convierte lo vulgar en obra maestra. Tocado por la musas ha descubierto el secreto telúrico de los colores de la lluvia y de la tierra, siguiendo la fórmula de inspiración mágica. En sus obras los ha mezclado para hallar una expresión singular de los sentimientos puros de un gran autor que, además, es un ser humano bueno y generoso, en cuyos últimos trabajos se puede entrever como músico, compositor de canciones y poeta. Es un sabio diletante. En los cuadros, entre floreros y fruteros abigarrados se incorporan un gato negro o una Luna o una Tara -sus queridas perras-, un acordeón, una guitarra, pianos y un gramófono de vinilos. El autor abre ventanas y puertas a la alegría de la luz tamizada por el yodo atlántico, a un océano de libertad, de imaginación. Lo celebra brindando con un Tinta Femia.

José María Barreiro  llega a Ourense, ciudad pletórica de historia y de cultura, gracias, entre otras, a la decidida acción de sus instituciones en favor de las artes plásticas, de la expresión libre en cualquiera de las formas propuestas de los creadores experimentados y jóvenes. La Atenas gallega, cuna de la llamada Generación Nós, de esos intelectuales que lideraron la renovación y modernización de la cultura gallega, es ciudad atenta y acogedora, vanguardista.

Nacido en Forcarei el 25 de octubre de 1940, José María es pintor, escultor y coleccionista de arte, residente en Bueu. Se presenta ahora acreditado por más de medio siglo de trabajo artístico y convertido ya en una referencia identitaria de lo que ha sido la pintura gallega más reconocible en el ámbito internacional. Pudo recorrer y mostrar su arte en ciudades como París, Buenos Aires, Chicago, Miami, Lisboa o Caracas. Su obra figura en la colección del Vaticano y en grandes hoteles de lujo en El Cairo o en ranchos norteamericanos.

La obra que Barreiro expone en el Centro Cultural Marcos Valcárcel hasta el 23 de febrero no sólo responde a una forma de pintar, sino a una manera de concebir la vida, la cultura, el país y el mundo en el que se desenvuelve: una rica fuente de experiencias personales que logran radiografiar la autenticidad de su vida. En sus óleos, acapara todo el sentido de Galicia, la plástica de la Tierra Madre, la del paisaje verde, toda la gama de los azules del mar y del cielo, los rojizos intensos de las puestas de sol atlánticas. Llena sus telas de luz, para conseguir una atmósfera propia, inconfundible. Su traducción pictórica huye de los tópicos para convertirse en una expresión de alegre emotividad. Viaja en el tiempo con sus Meninas, participa en el baile del Joy Eslava, se retrata en la alegría de sus gaiteros y muestra posiblemente su vertiente más varonil en los sus dibujos eróticos. En su obra resalta su capacidad expresiva, como dibujante, grabador, escultor, ceramista, compositor o diseñador ha creado su propio estilo narrativo. Sus rasgos son anchos, minuciosos en los dibujos, abigarrados en la pintura, su dominio del color es excelso. El resultado es siempre serenamente sorprendente, historia del arte. No hace falta que discurran los siglos para reconocerlo, es suficiente con abrir los ojos y la mente, con desrutinizar tópicos complejos, eliminar prejuicios, depurar trivialidades, considerar el mérito inconmensurable de una trayectoria lucida; es tan sencillo como admirar lo que se nos ofrece.

Amigo de Manuel Torres, Laxeiro, Seoane, Urbano Lugrís o Antón Pulido, José María Barreiro entronca con la vanguardia histórica. Fue miembro de la tertulia más famosa de Vigo, la del Goya, posee una colección secreta de dibujos eróticos y otra de postales pintadas a mano. Como su obra, el pintor es una ventana abierta a la vida, a la amistad y al arte. No entiendo su ausencia de la Real Academia Gallega de Bellas Artes, pero todo ha de llegar.

Barreiro regresa feliz al ágora ourensana – en este caso propongo llamarla augura-, tan feliz como es su obra. Oro para disfrutar.