JUDÍOS GALLEGOS: IGNORANCIA Y REPRESIÓN
Por Carlos Penelas
Mónica es una mujer de sensibilidad, fineza e inteligencia
que nos sorprende por su serenidad y su modestia. Trasmite, con sencillez y
precisión, conocimientos de gramática castellana. Es mi amiga desde los veinte
años; fue testigo de mi casamiento. Conocí a sus padres, dos seres
encantadores. Don Blás Arance Vicente nació en Jaén, Linares, en 1896. Abandonó
España en 1928. Era autodidacto (tiene género, reitera Mónica) y –al igual que
mi padre– no terminó la escuela primaria. Era lector voraz, de memoria
concreta, de juicio lúcido. Le apasionaron los Beatles. Socorro fue
un film que vio en varias oportunidades. Le gustaban también The
Tremeloes. Un ser simpático, lleno de vida, de energía. Y juventud.
“A pesar de ser andaluz, tenía una gracia
muy sutil y nada festiva”, recuerda mi querida amiga. “Aquí se va la víctima del infortunio uncida al yugo de la desesperanza”.
Si había visitas Dina, su esposa, traducía: “Se va a trabajar”. “Decir
mentiras es muy complicado, es mejor decir la verdad, total nadie te va a
creer…”. “No sacudas el árbol que
te puede caer un rabino en la cabeza”, con respecto a algún español renegando
de los judíos.
Gloria de Antonio Rubio, especialista sobre el judaísmo en Galicia, escribió:
“La población judía estaba sometida a unos tributos exclusivos denominados
‘cabezas de pecho’ y ‘servicio y medio servicio’ que se recaudaban mediante el
sistema de capitación, es decir, existía un reparto previo entre los diferentes
núcleos de población que tenía en cuenta el volumen de cada uno de ellos. Por
lo tanto este tributo nos permite un ligero análisis demográfico. En 1442 Juan
II intentó reducir el impuesto personal hebreo fijando el canon personal en 45
maravedíes por cada vecino o cabeza de familia mayor de 20 años, eximiendo del
tributo a las mujeres. Partiendo de los datos del repartimiento de 1474 (no
están incluidas comunidades importantes como Tuy o Mondoñedo) y teniendo en
cuenta que la relación entre contribución y número de vecinos nunca es exacta,
sino meramente aproximativa, se puede hablar de una población de 567 hebreos en
Galicia repartidos del modo siguiente: A Coruña, Betanzos y Ribadeo cotizan
1.800 maravedíes que divididos por el canon personal (45 maravedíes) se
obtienen 40 vecinos o cabezas de familia. Multiplicados por 6 (promedio de
personas por familia) se obtiene unos 240 habitantes judíos aproximadamente. En
Ourense, Monforte y Ribadavia cotizan 2.000 maravedíes. Aplicando el mismo
cálculo se obtiene 267 habitantes. En Bayona que paga 450 maravedíes el número
de habitantes se reduce a 60”.
“Al igual que ocurrió en el resto del país, con la firma del Edicto de
expulsión, el 31 de marzo de 1492 y su entrada en vigor el 31 de mayo de 1492,
se inicia la salida de los judíos de Galicia. Alguna de las vías de salida de
la península quedan reflejadas en un documento de 6 de septiembre de 1492. Se
cita, entre otras, a Cartagena, Granada, Sevilla, Badajoz, Ciudad Rodrigo o
Zamora. Para Galicia se dice textualmente: “… otra desde donde sale
el obispado de Çamora e entra el Reyno de Gallisia por todo lo que va la raya
de Portogal fasta la cibdad de Tuy.-Otra…”.
Conocemos de lejos cómo se ha sacralizado en lo cristiano tradiciones hebreas.
Y también sabemos cómo el absolutismo político y religioso genera los
nacionalismos regionales. Hay una bibliografía enorme en torno a los
cristianos, moros y musulmanes en España. Y también en Galicia. De muchos de
estos temas conversamos hace más de diez años con nuestro amigo Alfredo Erias
Martínez, entre otros. Detrás de una fachada están los ritos hebreos-fenicios,
los ritos visigodos y el priscilianismo. Y rasgos arquitectónicos que hacen sospechar
un origen hebreo bajo un perfil románico. Y la estrella de David (un claro
ejemplo es el sepulcro de Fernán Pérez de Andrade en Betanzos, en la empuñadura
de su espada) en ventanas o en los crismones de la puertas laterales de las
iglesias. O los rosetones divididos en doce sectores, simbolizando las doce
tribus de Israel.
Se quiere ocultar. Podemos hablar de tartessos, judíos, hebreos o marranos. De topónimos, de semitas o idumeos, de arameos o sefardíes. Pero lo fundamental es saber por qué se oculta una historia, por qué desde el poder se tergiversan hechos, qué significa apoderarse de una simbología. Por esta razón intentamos escribir estas líneas. Para conocer un poco la ambigüedad y la estructura de las historias oficiales. El problema es milenario. Apareció cuando un hombre dijo “esto es mío”. Cuando se formó el Estado y alguien desde el cetro sentenció “este es el orden”.