galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LA JOVEN PEREGRINA ASESINADA EN EL MOLINO

Ya sabes que llegan gentes a Galicia por la “Ruta de los Sueños”, cantada ya por los trovadores del medioevo, como Dante Alighieri, el autor de la “Divina Comedia”, quien escribió, desde Roma, aquello de que “no se entiende por peregrino si no aquel que va a la tumba de Santiago o vuelve”.

Ya sabes que a Compostela vienen peregrinos por siete caminos, por el mar y por la tierra, desde América, Asia y Europa; desde Portugal y desde España. Y escriben en el cielo miles de sueños “con guirnaldas de verdes luceros”, que es como describió García Lorca, su poética “Vía Láctea”.

Vienen gentes cansadas por la dificultad de la ruta, que pinta inviernos de agua y nieve, luce primaveras de plata, veraniegos amaneceres de oro y policromáticos otoños. Por eso el Camino de Santiago es la perfecta conjunción de lo espiritual y lo natural; y en él se encuentran peregrinos de la más diversa condición y procedencia.

Ellos son los verdaderos protagonistas de la mística aventura o de la legendaria alquimia; e incluso de las múltiples fábulas y hechos que se suceden en los miles de libros que hablan del espíritu del Camino.

Este relato cuenta una historia de vida y de muerte…

 Se inicia en Alemania y termina a orillas del río Loio, en Paradela; más o menos en la mitad del trayecto gallego del Camino Francés, en el tramo que a partir del año 1.118 protegía la Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, fundada por San Bernardo.

Se trataba de monjes guerreros que defendían a los peregrinos de los cientos de ladrones que les salían al paso en aquellos lugares boscosos por donde pasa la Ruta Xacobea. Algunos de ellos llegaron a cuidar el gran Templo de Jerusalén por encargo especial del rey Balduino II.

Otros eran reconocidos en Paradela como los Caballeros Cambiadores, porque procedían del monasterio de Santa María de Loio, que había restaurado el abad Quintilla en el siglo IX.

Los monjes de Loio, además de dar asilo y protección al peregrino, le cambiaban la montura en este punto del Camino de Santiago, que ya había sido parada en la Gallaecia romana. De ahí el nombre de estas tierras, Paradela.

De aquel monasterio solo queda hoy una capilla prerrománica, en la que apenas se perciben sus mozárabes arcos de herradura originales; y la senda discurre por aquí con la característica paz de un Camino de Concordia.

Es más, muchos peregrinos eligen desviarse de la ruta original para seguir el Sendero del Loio, de unos siete kilómetros. Pero esas tres horas que hacen de más, merecen la pena.

El río Loio es cantarín y te permite disfrutar de un paisaje único en absoluta soledad. El verde se impone en todo el trayecto, sobre todo en el lugar más hermoso, allá donde el río supera el vértigo de la cascada.

El agua va en busca de nuevos rastros abriendo una brecha cristalina hacia el valle, dejando su huella entre árboles autóctonos de impredecibles raíces.

El paisaje embelesa al peregrino de tal forma, que deja al margen la mística y los motivos que le llevan a Compostela.

Te confieso que cuando hice esta ruta por mero placer me quedé sorprendido por su frondosidad, la que le proporcionan sus árboles centenarios recubiertos de líquenes que le confieren cierto halo misterioso.

Sin embargo, hay veces que estos paisajes parecen creados por brujas malas capaces de encantamientos asesinos. Solo hay que mirar hacia el cielo y descubrir las rarezas de los árboles. Al anochecer, asustan.

El viejo Portomarín quedara sumergido bajo las aguas del Miño y todo el mundo hablaba de ello en la comarca. Los agentes de la autoridad habían acudido todos al evento, protestado por la mayoría y solo aplaudido por quienes iban a obtener el gran beneficio de aquel trueque.

La muerte y la resurrección se daban la mano con el gran río por testigo.

La muerte de un pueblo en aras del progreso,  nacido en la ribeira más hermosa y hundido como si de una maldición se tratase.

Y un pueblo nuevo que nacía en lo alto de la colina, para dar la bienvenida en el futuro a los peregrinos que, aún hoy, cuando la sequía ataca al Miño, se asombran cuando surgen del fondo los fantasmas del pasado.

En  Paradela, la curiosidad del caminante despierta el relato olvidado de aquel horroroso crimen, cometido aquel mismo día de 1961. Pero antes de contártelo, hemos de viajar a Alemania.

Kransberg es pueblo con castillo cercano a Fráncfort. Un lugar con mal fario para los que hemos leído un poco acerca del Consejo de Nuremberg. En realidad se le conoce por el “Basurero”, porque fue allí donde se interrogó a los juzgados en el famoso proceso seguido contra la peor calaña nazi.

Allí nació Érika Schacht Souto  hija de un alemán, Karl, y de una gallega, Elena. El era un buen herrero y ella se ganaba la vida trabajando en una fábrica de productos lácteos.

Mientras Érika fue pequeña, el amor parecía presidir el hogar de los Schasht Souto. Fueron felices más o menos durante diez años, tiempo que tardó en maltratar Karl a Elena. El divorcio resultó inevitable y madre e hija se fueron a vivir a la capital.

Un mal día, Érika recibió la visita de su padre… Le dio una tremenda paliza y la violó. Por este delito terminaría en prisión, en donde murió a la edad de 37 años… como consecuencia de haber contraído el sida, por aquel entonces una enfermedad mortal.

Al morir su padre y tras casarse otra vez su madre, la joven, a sus 18 años, decidió vivir con sus abuelos gallegos que tenían casa en Vimianzo,  a donde quería llegar siguiendo a pié el Camino de Santiago

La ruina de un molino presidía aquel lugar llamado A Retorta… La joven peregrina nunca había visto construcción semejante, en medio de un bosque y encima de un regato… Esquivando árboles y maleza allá se metió entre aquellas cuatro paredes sin techo, con una piedra redonda en el medio…

—- ¿Le gustan los molinos? –inquirió aquel hombre maduro, con pinta de vagabundo o de agricultor que está trabajando el campo.

La sorprendió y la asustó…

 —-  No quise asustarla… ¿Es usted peregrina?

 —-  Sí, vengo desde Alemania, pero soy mitad gallega…

 —-  Por aquí no pasa el Camino de Santiago…

 —-  Ya, me desvié para ver esta zona tan bonita.

 —-  ¿Sola?

 —-  Sí, estoy peregrinando sola porque he de reflexionar sobre mi vida…

 —-  ¿Y que reflexiona?

 —-  Cosas mías…

Aquel bruto, maloliente y diabólico, dio entonces rienda suelta a su salvaje instinto y despojo de sus ropas a la joven Érika… Se las arrancó como una fiera desbocada y la dejó completamente desnuda…

—- No tienes defensa… ¡Por aquí no viene nadie!

—- ¡Déjame, por favor! –suplicó Érika.

Se arrojó entonces sobre ella, también desnudo, vejándola y golpeándola al mismo tiempo contra la pared del molino para que no gritara.

Uno de aquellos golpes le causó la muerte…

El malvado huyó por entre la maleza, bosque arriba, consciente de lo que había hecho, por lo que se refugió en la ruinas del monasterio con el propósito de pasar allí la noche y pensar que hacía…

Al día siguiente, la pareja de la Guardia Civil del puesto de Portomarín decidió tomar el camino del río Loio para ver como andaban los bosques y comprobar que todo estaba tan tranquilo como siempre, pero al llegar al molino de A Retorta, les extrañó ver la maleza tan pisada, como si alguien intentara abrir un camino…

—- Este carreiro está feito por dous homes e algunhos animales… -dijo el cabo al mismo tiempo que se dirigía al molino.

Cuando penetró entre aquellas cuatro derruidas paredes quedó horrorizado a pesar de que creía haberlo visto todo: Un gran charco de sangre cubría parte del suelo y el cuerpo de la bella Érika había comenzado a ser destrozado por las alimañas de aquel bosque, en el que abundaban entonces los lobos.

El buen agente cubrió con su capa los restos de la joven y pidió refuerzos a su cuartelillo utilizando una de aquellas radios popularmente conocidas como “mancontros”…  

Mientras, en las ruinas del viejo monasterio, aquel vagabundo creyó ver una luz que brillaba en lo que quedaba de templo; y en medio de ella, con una túnica blanca, un ser que parecía de otro mundo le recriminaba:

—- ¿Qué has hecho pobre desgraciado? Matar a un semejante es el pecado más horrible que puede cometer un ser humano; tú eres peor que el diablo… Arrodíllate ante Dios, confiesa y pide perdón por tu horrible crimen…

—-  Perdón, perdón, perdón… No quise hacerlo… Non sei que me pasou pero volvínme tolo… Non era eu… ¡Pobre rapaza! Viña facendo o Camiño de Santiago! Eu solo quería fodela, non quixen matala… ¡O xuro, meu Deus!

Al fondo de la derruida estancia se encontraban tres peregrinos… pero Agustín Sandoval Cubelo solo veía allí a San Bernardo, del que,  de niño, había sido gran devoto porque así se llamaba su padre.

El asesino se había escapado del Sanatorio Psiquiátrico de Conxo. Siguiendo el Camino de Santiago llegó hasta O Cebreiro, donde dio la vuelta al ver a Érika Schacht, a la que siguió hasta el molino de A Retorta

Una hora más tarde, la Guardia Civil se llevaba preso a Agustín Sandoval que pasó el resto de sus días en un psiquiátrico de Madrid con módulo para gente peligrosa.

Érika fue enterrada en el cementerio de Cambeda, en Vimianzo.  Poco después fallecieron sus dos abuelos, Elena García y Manuel Souto, que reposan en el mismo camposanto que su nieta.

En el lugar de Outeiro, una casa en ruinas y varias leiras llenas de xestas, toxos y silvas, es lo que queda del sueño gallego de aquella joven alemana que abandonó su país por el Camino de Santiago para vivir con sus abuelos…