galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LA LEYENDA DE LOS SIETE INFANTES

TORREON +

Por Santiago Lorenzo Sueiro, presidente de Alianzagalega.

 

En la parroquia rural de San Martín de Fontao, perteneciente al ayuntamiento de Sarria (Lugo), hay una aldea llamada “Castelo dos sete Infantes”. En esta aldea, en la cual existía un gran pazo no hace muchos años, hay una leyenda que dio origen al nombre del lugar, y es la siguiente.

Dícese que antes del pazo había allí un castillo perteneciente al señorío de los Gayoso, uno de los cuales, joven caballero que poco después de haberse casado salió a pelear al lado del rey por tierras de los santos lugares, como otros tantos nobles gallegos, marchó con la esperanza de volver al cabo de un tiempo para poder asistir al nacimiento de su hijo primogénito.

Pero aconteció que llegado aquel momento, la esposa del joven guerrero dio a luz a siete infantitos, sin que su marido hubiera estado presente, como había mostrado deseos de hacerlo en el momento de partir hacia la guerra.

Horrorizada la joven señora ante tan numerosa cantidad de hijos, decidió conservar el primeramente nacido y hacer desaparecer a los otros seis, que creyó sólo habían de depararle perjuicios y pesares sin cuento.

Y dice la leyenda que encargó a una de sus sirvientas de toda confianza que los metiese en una cesta y fuese a tirarlos al río.

La sirvienta se dispuso a cumplir la orden y, portando la cesta sobre la cabeza con los seis sentenciados infantitos cubiertos por una manta, se encaminó hacia la ribera del río donde tenía que arrojarlos para ahogarlos.

ESCUDO DE LOS GAYOSO +

Pero en el camino se encontró con un caballero que le preguntó de dónde era: y al responderle que servía en el castillo de Gayoso, el caballero le pidió noticias de cómo estaba la señora. Díjole la sirvienta que la señora había sido madre de un hermoso niño, lo que produjo gran satisfacción al caballero.

Después este, curioso, le preguntó qué era lo que portaba en aquella cesta tan grande; a lo cual ella, sorprendida, respondió que eran unos perros recién nacidos que iba a tirar al río.

—– Caramba – exclamó el caballero, -pueden ser hermosos perros de caza. Déjame que los vea.

—– No, señor –respondió la mujer, aterrada-.Yo he de cumplir con la orden dada-.

Pero entonces un niño empezó a llorar y el caballero, rápidamente, levantó la manta, viendo con asombro que no había perros, que eran seis niños lo que la mujer llevaba en la cesta.

—– ¡Acompáñame!  ordenó el caballero -. De estos niños me encargaré yo. Pero has de guardar secreto de esto o diré que te vi arrojar a los infantes al río y serás descuartizada por tu crimen.

Aquel caballero, que era el padre de los infantes, llevó a estos a casa de uno de sus vasallos, al cual encomendó la crianza de los niños, y se fue después a su castillo, donde celebró una fiesta por su llegada y por el nacimiento de su primogénito.

De lo demás nadie supo nada.

Fueron pasando los años. El primogénito iba creciendo y educándose en el castillo, instruyéndose en el ejercicio de las armas, de la caza y  de las humanidades, como convenía a su condición, hasta que llegó el día de su mayoría de edad. Entonces se preparó en el castillo todo lo necesario para la gran fiesta.

Pronto los gritos de los vasallos que llenaban el patio del castillo resonaron con alborozo y las gaitas y panderos lanzaban sus sonidos más alegres.

De pronto, el señor Gayoso pidió a todos unos momentos de silencio y dirigiéndose a sus amigos y vasallos, grito:

 —– Ahora vais a conocer no sólo a este querido hijo mío a quien agasajamos hoy, sino a sus otros seis hermanos gemelos que mi compadre señor de Osorio me ha hecho el favor de criar y educar, y los cuales merecen también mi amor y los honores de mi casa, que es la suya.

Y al compás de una marcha solemne entraron en el gran patio los seis infantes con su ayo el señor Osorio, entre las aclamaciones de todos los presentes.

Pero la esposa del señor Gayoso, al ver a los hijos que ella creía muertos y desaparecidos, sufrió tan fuerte impresión, que falleció repentinamente.