galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LA RÍA DEL SOL

Os invito a procurar hoy la grandeza del paisaje desde el espacio perfecto de una isla, el corazón que late en el lugar marinero más nuestro.

Las olas suaves enviadas por una ría en calma besan playas de ensueño mientras al sur las aves viajeras buscan conciliar la luz contraria en el lugar protegido.

A Illa y Punta Carreirón,  nos invitan a vivir un sueño primaveral,  inmersos en la mera contemplación del paisaje y de la silueta de los barcos, sobre la placidez de la ensenada de Arousa.

Demos vueltas y más vueltas a esta isla para que renazca la postal, que esta perspectiva invita al gozo. Porque es la vida al pie de la más natural naturaleza, donde la arena recibe el oro del mar cada vez que el sol da paso a la luna, mientras la ultima dorna regresa a casa…

Si te sientas en el puerto verás que ahora, en el siglo XXI, la dorna es la artesana hermosura que aún resiste la deriva y su humilde tripulante presume de embarcación marinera.

Porque esta ría es un mar vital y cada palo aguanta su vela.              

Las bateas son los nuevos barcos de la vida anclados al alma del agua.  Crece en ellas el molusco sabroso, el  mejillón de  Galicia, el más apetecido.

Aunque de los puertos de Arousa van y vienen, sobre todo tipo de embarcaciones, marinos de vieja estirpe marinera, propietarios de este lugar de selvas sumergidas y de almacenes de corales, que todo lo poseen.

También en acotadas riberas de arena entran los pies de las mujeres para buscar con sus manos la húmeda cavidad donde se ocultan los moluscos, ya crecidos.

Es decir,  los frutos de esta playa, próxima a la playa amarilla de los cuerpos sobre la arena, de cada verano.

Esta ría de Arousa  es también el espejo de agua sobre el que navega, al compás de la música del viento, el velero cuya espumosa estela se alcanza, incluso, desde la nube del cielo bajo, caído  tras las montañas.

Esas montañas donde el sol enciende toda su luz tras los requiebros de la tarde, convirtiendo en fulgurante y manso todo este entorno. Por eso la llaman “la ría del oro”.

Verás, lo más grandioso que te tocará vivir en esta ría es la última postal, esa que derrota toda transparencia en el azul del agua entre las bateas, buscando el final de la tarde.

En esa cala… En el quebrado territorio del pequeño acantilado… En las dunas… En la playa soñada… Ahí sientes la pleamar en los pulmones, mientras ese sol que ya no quema se infiltra en la arena de la playa amarilla, camina sobre el agua creando torbellinos de colores a su paso y finalmente huye tras el límite atlántico provocando el gran incendio del mar.

Cuando mi alma persiga el paisaje final, os lo ruego, quemad mis despojos sobre una vieja dorna que, como yo ya no navegue, para que pueda alcanzar el éxtasis de esa luz de estrellas, nadando entre bateas.