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EL PORQUÉ DE LAS PEREGRINACIONES A COMPOSTELA

Caminar. Abrazar la imagen del Apóstol. Sentir como rebrota la fe ante su santo sepulcro. Un rito que nos permite ganar el Jubileo y vivir la más apasionante aventura espiritual jamás soñada por el hombre.

Andar. Unirse a la naturaleza, descubrir el arte y la cultura, leer otros momentos de la historia y disfrutar por el Camino de los placeres de este mundo.

Eso es peregrinar a Compostela como hicieron este año trescientas mil almas y más de cuatrocientos mil cuerpos. Es decir, los creyentes y no creyentes. Aquellos que quieren la Compostela, su certificado religioso; y los  que no creen ni en milagros ni en perdones.

Todo comenzó hace casi mil años, cuando el Papa Calixto II concedía la bula Regis Eternae, origen y motivo de la peregrinación a Compostela. Y casi tantos que Aimérico Picaud escribió la primera guía turística de la historia, el Códice Calixtino. Desde entonces, la vida fue un peregrinaje a través del Camino de las Estrellas.

El peregrino busca la meta más trascendente, llegar a la perfecta comunión con su creencia espiritual. El caminante se echa a andar porque se siente unido al paisaje y busca en él su propia aventura.

Las crónicas del Medioevo cuentan que las peregrinaciones a Compostela tuvieron su inicio a principios del siglo X, pero sería a partir del año 1179 cuando alcanzaron su apogeo. Es decir, cuando la Iglesia Católica instituyó el Año Santo que desde entonces se celebra cada vez que el 25 de julio coincide en domingo. Es el aniversario de la decapitación de Santiago, el Apóstol. El próximo será en el 2021.

Santiago era hijo de Zebedeo y Salomé, pescadores de la antigua Jaffa, en tierras de Nazaret y hermano de Juan, el Evangelista. Viajero de la cristiandad y aventurero de la fe, fue capaz de llegar en barca hasta el fin del mundo. Jesucristo, el Maestro, lo tenía entre sus predilectos y lo bautizó como “Hijo del Trueno” por su carácter vehemente y apasionado.

El clérigo Picaud escribió de él en el Códice Calixtino…  

—- Era un santo de admirable poder, bienaventurado por su vida, asombroso por sus virtudes, de ingenio esclarecido y de brillante fecundia.

Santiago, el  mayor de los apóstoles, fue el principal animador de la comunidad cristiana de Jerusalén, ciudad a la que llegaban comerciantes de todos los mundos, desde el puerto de Jaffa, a donde arribaban en pequeñas embarcaciones artesanales. En una de ellas, hizo su primer viaje al Fin de la Tierra, para predicar la cristiandad… Atravesó Andalucía y Portugal para llegar a la Gallaecia, hasta el Finisterrae de los romanos y predicar por toda ella la fe en Cristo.

Sin embargo regresó por tierra a Palestina,  por la Vía Romana de Lucus Augusta, atravesando la Hispania. Cuentan que abatido por el cansancio,  a las orillas del río Ebro, en Zaragoza, se le apareció la Virgen sobre un miliario romano de cuarzo y le pidió que en ese lugar erigiese una iglesia… la misma que se convertiría en la actual basílica de la Virgen del Pilar.

Sería en Palestina, cuando Jerusalén ya es ciudad santa y cristiana, en donde, Herodes, rey de Judea, sentencia su decapitación. Se ejecuta el 25 de julio del año 44 de nuestra era.

Según los Hechos de los Apóstoles dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro, trajeron sus restos hasta Galicia  en una pequeña nave, y lo enterraron en un campo, lejos de la entonces influyente Iria Flavia.

Pero no sería hasta el año 813 cuando un ermitaño descubrió su cuerpo. Pelayo vivía en el Monte Libredón, un bosque que se ubicaba en el espacio de las plazas que actualmente circundan la catedral compostelana. Contempló durante varias noches un enorme resplandor en el cielo, como si de una lluvia de estrellas se tratase.  Todas caían sobre el mismo lugar… Pelayo lo excavó y descubrió el cuerpo de Santiago.

En ese lugar, conocido desde entonces como Campus Stellae, mandó construir el rey Alfonso II El Casto una pequeña iglesia… En torno a ella creció una villa… La noticia se propagó por todo el mundo cristiano y llegaron peregrinos por todas las rutas… La pequeña iglesia se convirtió en Catedral y la villa en una hermosa ciudad, pétrea y acogedora.

Así nacieron los Caminos de Santiago y así surgió Compostela.

Crecieron las peregrinaciones desde la vieja Europa, y con ellas se fueron labrando, paso a paso, todos los caminos que hoy consideramos xacobeos. Caminos de los que nos habla el Códice Calixtino o Liber Sancti Jacobi. Un libro que comenzó a escribirse en el año 1130, por orden del Papa Calixto II y, en su mayor parte, bajo el mandato arzobispal de Diego Gelmirez. Se trata de cinco tomos que constituyen la primera guía del peregrino a Compostela.

Hoy en día hay siete rutas xacobeas reconocidas oficialmente. En ellas confluyen la materia y el espíritu. Por eso en la actualidad, las peregrinaciones a Compostela suponen, además de un hecho espiritual, un encuentro con la naturaleza y el arte.

Por una parte la piedra se convierte en alma. La arquitectura es la forma material del espíritu. Los monumentos y el arte que nos salen al paso son los símbolos de la fe hechos de materia vivificada.

Todas las rutas o son de piedra o de polvo aplastado por millones de pasos a lo largo de al menos un milenio de afanes itinerantes.

Y los paisajes están repletos de magia, de naturaleza viva. De historia y de leyendas. De cultura.

Los senderos que conducen a Santiago aún hoy despiertan el interés de los hagiógrafos y  de los esotéricos, lo mismo que hace mil años cristianos interesaron a masones y monjes templarios.