galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

LOS ÁNGELES DE GUARDIA

Aquel viernes respondí muy de mañana a mis pájaros cantores con tos profunda, de esa que no la evitas porque es viral de verdad, para nada virtual; pero nunca supuse que la música siguiente, que escucharía en silencio quejumbroso, fuese la sirena de una ambulancia, camino del hospital.

Fue entonces cuando mis ojos se fijaron en el techo y abrieron una ventana para insertar el paisaje de toda una vida, como apurando el tiempo con los recuerdos, haciendo recuento de mis pecados, todos veniales, y clamando el perdón por los males que pudiera haber causado.

Cuando atravesé la puerta de las lamentaciones supe que detrás de ella nadie estaba por su gusto y, sí, en cada box se escondía el secreto de muchas y muy variadas existencias, con  historias clínicas terribles de esas que hacen, que incluso allí, en tendido supino y mirando a las imaginarias musarañas, me sintiera un ser afortunado.

Además, tenía la mano de Betty sobre la mía transmitiéndome ese cariño inmenso que mis hijos me profesan y la tranquilizante sonrisa de Gloria cerca de mi cara. Por si esto fuera poco, los ángeles de guardia detuvieron enseguida los demonios de mi cuerpo, viejo y cansado.

Enfundados en sus batas, tendrías que ver cómo tranquilizan tu sistema nervioso y lo pronto que ponen remedio a tus males. Poco a poco dejas de toser y tu corazón reconquista el ritmo.

Luego, ya de vuelta en casa, sientes que la vida es un regalo que se te da para que contemples, una y otra vez, el verde nacido sobre el otro verde, las flores arco iris de la ladera y las nubes enrojecidas de un mes de junio lleno de sustos.

He vuelto, mis amigos, para escuchar la misma música de mi última década, la sinfonía de mis pájaros cantores, esa bella melodía encadenada que obliga a las musas a seguirme en mi rutina.

Así que… daré gracias a los dioses y a mis ángeles de guardia desde lo alto del Monte San Marcos, admirando ese cielo que por fortuna aún no es mi destino.

He trepado hasta aquí para que mis pulmones respiren profundamente el oxígeno puro, como cuando era niño y se llenaban también de pureza entre los carballos del bosque de Souto de Rei. A fin de cuentas, mi vida más placentera transcurre siempre en los paraísos naturales, todos los que recuerdo y este de mi cercanía.

Lo enfoco primero desde mi ventana antes de encaramarme a él para contemplar el Val da Mahía y entusiasmarme con los espacios que comparten el gavilán y la garza bonita y todas las aves que amenizan mi existencia.

Cuando la tarde languidece desciendo por la ruta que marcan los senderos del agua, lo único que no destrozó el paso del tiempo en medio de este paisaje de leyenda, donde la paz revive entre lo mágico.   

Nunca digas de esta agua no beberé y procura distinguir el placer del vicio, mi amigo. Porque habrás de sufrir para aprender a gozar de la vida sencilla que te rodea, sin duda lo mejor que puede pasarte cuando los años ya no importen tanto.

¡Ah! Y cuando te lleguen cantos de sirena que ponen en duda la eficiencia de la sanidad pública diles que los ángeles de guardia no hacen política, solo salvan vidas.