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LOS “DÍAS DE…”

MATERNIDAD +

Por J. JAVIER GARCÍA PENA

No creo en los forzosos “Días de…”. Ya se trate del abuelo, la madre, el padre, o el animal. Menos, y muy  especialmente, de  la mujer.

En todos esos artificiales engendros subyace, en estado larvario, pero implícito, un oscuro sentimiento discriminatorio y un no sé qué de intento de descargo de mala conciencia. Algo así como un querer comprar, a modo de bula papal, la indulgencia sobre los pecados cometidos.

Un día puntual al año recordamos, o consideramos, a quienes debiéramos respetar, tratar con amor, delicadeza y comprensión, todo el año, toda la vida.

Un perro, por ejemplo, jamás entenderá por qué ese estúpido Día del Animal se le trata con mayor consideración, por más pompa y actos se hagan  y discursos se lean en su regalo.

Pero en el caso de la mujer es dónde se hace más evidente lo disparatado del homenaje.

¿Acaso alguien ha festejado jamás el Día del Hombre¿Por qué habríamos de hacerlo si todo está hecho a nuestra medida? ¡Como que lo hicimos nosotros mismos!

Buscamos aliviar  nuestros espíritus dedicándoles, nominalmente, un solo y mezquino día, cuando nuestro deber moral es velar  todos los días por quienes velaron por nosotros mucho antes de que naciéramos.  Y no discriminarlas, evaluándolas como inferiores.

Cuando  hayamos superado la tonta etapa de dedicarle un Día de… habremos dado un paso cualitativo semejante, quizás, a aquel en que reconocimos que no teníamos derecho a cazar humanos en Angola para traerlos  a vender y comprar frente a la Iglesia Matriz, en las narices del Cabildo montevideano.   ¡Y creíamos, entonces, que nos asistía el derecho divino y la razón, al  hacerlo!  Como hoy, al permitir la mendicidad infantil o adulta, entre otras tantas lacras que toleramos.

Días llegarán, lejanos sí, pero llegarán, en que seremos considerados delincuentes  si a escasos metros de nosotros un semejante pasa hambre, mientras nosotros atiborramos un carro de provisiones…o compramos boletos para viajes de placer.

Al valorizar a nuestros semejantes  también  nos valorizaremos nosotros.

Por tanto, lo dicho: no creo en Los Días de…, pero aún así puedo y quiero hoy,  Mercantil Día de la Mujer o  Madre y el resto de mis días, cobijar y acariciar con mis pobres palabras y hechos a todas ellas,  las mujeres todas,  lo más parecido a un Dios en el que, desdichadamente, tampoco creo, pero que, en caso de inventarlo, debiera ser como ellas.

Para todas las mujeres, madres o no, mi más cálido y permanente homenaje por ser los mejores seres del planeta:  las mujeres, que, por su propia naturaleza son tiernas y sin embargo fuertes, mucho más que nosotros, los hombres, que nos suponemos más que ellas, porque  confundimos egoísmo, brutalidad y grosería, con fortaleza.

Bien poco nos piden ellas a cambio de darnos la vida y conservárnosla: consideración y ternura.  ¿Piden demasiado?

 ¡Qué miserables hubieran sido nuestras vidas sin la sonrisa y los cuidados de esos seres excepcionales y únicos!

Es la frescura de sus manos la que, ya hombres, recordamos sobre nuestra frente infantil, quemante por la fiebre. Ella es quien nos lavaba la cara y alimentaba  antes de mandarnos a la escuela.  Es su rostro angustiado  el que recordamos, ya viejos, muy cerca del nuestro, cuando un dolor o una pena nos hacía (o hace) llorar.

Sin embargo, muy  pocas veces las apoyamos en su lucha diaria, recargándolas con las responsabilidades que nos competen en partes iguales.

Cuando la mujer, además de serlo, se transforma en madre, multiplica sus esfuerzos y estira su corazón, para darnos cabida a todos, aún a los que no lo merecemos.

No pocas suman la tardía crianza de su “fuerte” cónyuge a la de sus hijos, mientras evitan herir su orgullo de macho alfa. ¡Cuántas veces ese mismo “fuerte” hombre le da más trabajos y disgustos que sus propios hijos!

Una madre puede cuidar de diez hijos.  Diez hijos no cuidan a una madre.

No las felicito un solo y mezquino día al año, sino que las bendigo  toda la vida.

Por la vida que nos han dado y  su propia   vida que, generosamente, han entregado  en hacer de nosotros hombres y mujeres de provecho.

Lo más puro de nuestras vidas nos lo dieron ellas.

Gracias, mujeres,  madres universales.  Por siempre, por el antes y el ahora.

11 FLOR HIPPIE