galiciaunica Un recorrido semanal por Galicia, España.

Los hippies del siglo XXI

La buena gente de la ecoaldea de Tanquián

Mientras unos se encargan de valorizar los productos del agro gallego, otros jóvenes e incluso quienes no lo son tanto, apuestan por un modelo de vida en la que el respeto por el medio ambiente es su bandera. Hay quien les llama “hippies del nuevo siglo” y viven en lo que se conoce como “eco-aldeas”.

En ellas se sigue un modelo de vida sostenible y respetuosa con el entorno que las rodea. He aquí algunos de sus objetivos:

Construir o reconstruir con materiales de bajo impacto ambiental. Comer solo productos artesanales o de los llamados ecológicos. Utilizar energías renovables para obtener electricidad. Luchar por la disminución de las cantidades de desechos. Ser autosuficientes.

Además, las “eco-aldeas” tienen su propio autogobierno y las grandes decisiones se toman de forma comunal, mediante lo que pudiéramos llamar un “referéndum”.

En Galicia funcionan al menos tres “eco-aldeas” que ven como la demanda para vivir en ellas no deja de crecer. Son:

Xestas, en Porto do Son. Tanquián, en el ayuntamiento de Pantón. Y As Chozas, en plena Serra do Suido, en el municipio de Covelo.

El cien por cien ecológico es el motor que mueve la vida en estos asentamientos que son una minoría. La pionera es la de Xestas, en Porto do Son pero tampoco se le quedan muy atrás en el tiempo las demás.

Según Paul Baker, el británico que fundó la de Tanquián hace ya 18 años, “no es fácil vivir en una “eco-aldea” porque siempre hay problemas para hacerse con la propiedad”.

La agricultura que practican está libre de pesticidas, sus animales solo consumen piensos tipo “bio” y viven más al aire libre que en la granja.

Crearon pequeñas industrias artesanales en las que fabrican pan, quesos o mermeladas, todo pensado en el uso sostenible de la tierra. Incluso aprovechan mejor los recursos: depuran el agua de forma natural, aprovechan fuentes de energía renovables y siguen los principios de sostenibilidad al reducir tanto el consumo como el número de desechos.

Además, siempre con el medio ambiente por bandera, en las “eco-aldeas” se organizan periódicamente diferentes cursos de interés para sus habitantes, como talleres de elaboración de jabones caseros, formas de construir con paja y barro, yoga o terapias alternativas.

Las personas que más se interesan por vivir en una “eco-aldea” son gente alternativa que quiere vivir en el campo buscando la armonía con la Naturaleza, pero que prefiere vivir en comunidad.

Este es el caso de Paul Baker, que es maestro, y su pareja Emmely, orfebre. Tras varios años de convivencia en proyectos comunales, decidieron vivir juntos y fundaron la “eco-aldea” de Tanquián.

Aquí hay una vivienda principal, dos pequeños alpendres y venden productos de agricultura ecológica, mermeladas y zumos de fruta de la propia finca, que tiene casi seis hectáreas de extensión y de la que se encargan, además de los cinco residentes habituales, varios voluntarios.

Xestas, recuperada en 1973, cuenta con tres casas, varios alpendres, una huerta, dos estanques artificiales y varios paneles fotovoltaicos.

Sin embargo, en las “eco-aldeas” no renuncian a las nuevas tecnologías. Internet y la maquinaria moderna son utilizadas habitualmente en estos lugares donde la vida es muy diferente a la que podemos encontrar en una aldea convencional.