LOS RICOS FRUTOS DE AQUEL ÉXODO
LA OMS PREMIA UN TRABAJO CIENTÍFICO DE LA DOCTORA ANA MARÍA LORENZO
Por J. J. García Pena
Cuando el imberbe Ramón Lorenzo Castro, en 1937, con apenas 16 años dejó su patria, no lo hizo por amor a la aventura sino por elemental sentido de supervivencia. Galicia, secularmente enferma de caciquismo e ignorancia, como casi toda la España de entonces, se desangraba en la más pavorosa y completa de las crisis que pueda estallar en una nación: una guerra civil. Su intuición puso alas a sus pies y metas a sus sueños trasatlánticos.
— De Oza a Viznar no hay más que hambre, metralla y asesinos por los caminos.
— Este verano pasado, hace apenas seis meses, asesinaron a otro joven desarmado, un poeta, en Granada.
Antes de «la guerra», de América solo llegaban turistas con habanos y noticias buenas .Y Uruguay está en América. De Brión a Montevideo, en 1948, a pesar de «al Uruguay, guay , guay, yo no voy, voy, voy, porque tengo miedo naufragar», hay un barco blanco que acercará, en medio de olas mareantes y lágrimas saladas, a Sabina García González , bella adolescente, al increíble paraíso de la abundante carne roja y el pan de trigo. No obstante, llegaba con gran pesadumbre, dudas e inquietud a estas lejanas playas.
La pujante colectividad galaico-oriental, a fuerza de iniciativa y del empeño honradamente laborioso de miles y miles de sus emprendedores hijos, levantó hospitales, industrias, centros culturales y recreativos. Cada provincia gallega – y no pocas de sus parroquias o municipios- ofrecía a los recién transplantados, y para siempre, su propio trocito de tierra uruguaya en qué contener y restañar las raíces heridas y las inevitables nostalgias. Si nombro a una sola de ellas y sus virtudes, deberé, por simple justicia, nombrar a todas .Ello excedería largamente el propósito de esta nota. Baste decir, resumiendo, que las instituciones sociales gallegas, con sus alegres xuntanzas, romerías y bailes domingueros, aliviaron las morriñas de la patria lejana. Ellas facilitaron la vida de los inmigrantes, dándoles lugar y ocasión de conocerse y de formar matrimonios, cuyos integrantes tenían ideales y metas similares. En ese congregante ambiente terruñero se conocieron Sabina y Ramón.
«Los gallegos de la diáspora aprendimos a ser de aquí y ser de allá…»
La feliz pareja de animosos inmigrantes cumplieron, con creces, todos sus sueños en su amorosa nueva tierra. Don Ramón Lorenzo hace siete años se durmió anciano, satisfecho y feliz de su paciente siembra y la merecida cosecha, sin olvidar jamás y retornando, cuantas veces pudo, a su terruño de Oza, en Carballo. Doña Sabina García, la jovencita que, compungida e inquieta ante lo desconocido, a sus 18 años dejó su aldea de Brión, Leiloio, en los pagos de Malpica, descansa «dos seus moitos traballiños», merecidamente y muy bien atendida, a sus 89 años.
La buena sangre de ambos gallegos ejemplares, fructificó en Ana María, Isabel y Gustavo, tres rozagantes hijos que, como tantos otros hijos de inmigrantes, pudieron haber nacido en Galicia. Del trío de cativos, solo Isabel lo hizo. Sin embargo, el destino quiso que los tres, con sus conductas , honraran la tierra que acogió a sus padres, al tiempo que mantienen viva, y en alto, la memoria de la Galicia de sus progenitores .
De esos tres vástagos de nuestros paisanos Ramón y Sabina, solo me ocuparé, por hoy, de Ana María. Y por un motivo que me enorgullece, tanto por lo gallego que soy, como por lo uruguayo en que me tengo.
Ana María Lorenzo García es una destacada doctora uruguaya, especialista en Gastroenterología. Desde hace muchos años, con singular vocación de servicio y pertinaz empeño, está consustanciada con una cruzada mundial dirigida a controlar la epidemia de tabaquismo que, según sus propias palabras, «ocasiona 7 millones de muertes en el mundo cada año». La doctora Lorenzo, además de trabajar para el Ministerio de Salud Pública de Uruguay , es Directora Técnica del Centro de Cooperación Internacional para el Control del Tabaco y Tesorera de la Sociedad Uruguaya de Tabacología.
El 31 de mayo de este año 2019 la Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) acaba de galardonar a nuestra meritoria compatriota, en el marco del Día Mundial sin Tabaco,
Ana Lorenzo es enfática al señalar que…
—- Más del 60% de las muertes son debidas a las enfermedades no transmisibles, para las cuales el consumo de tabaco constituye uno de los principales factores de riesgo.
Por tanto, el papel activo que desarrolla la inteligente y simpática profesional, hace que sus aseveraciones médicas, basadas en su larga experiencia en el tema del tabaquismo, cobren una importancia tal que no pasan desapercibidas para la exigente Organización Mundial de la Salud.
Por si fuera poco, Ana se da tiempo y lugar en sus múltiples obligaciones médicas, para dedicarse a su otra pasión: mantener la llama de la galleguidad en el Río de la Plata, al frente del longevo programa radial “Sempre en Galicia”, fundado en 1950, que cada domingo a las nueve de la mañana, co-dirige con Antonio García de Seárez, «Toni».
Incansable y optimista, Ana, además, no descuida su función como Presidente de O Patronato da Cultura Galega de Montevideo. Respaldada por un puñado de entusiastas colaboradores, organiza reuniones, urde juegos, crea actividades y hasta actúa, recreando radial o presencialmente, algunos personajes extraídos dos contos y cantos da nosa terra. Como recitadora y declamadora, la doctora no tiene par. ¡Y hasta canta o danza, si se cuadra la ocasión!
Esta singularmente inquieta montevideana, tiene el dominio del idioma gallego incorporado de tal forma y fluidez que nadie dudaría si afirmase haber nacido en Carballo.
Ella se complace en recordar las veces que ha visitado Oza, Brión, Carballo y Malpica, disfrutando de su familiares gallegos y recorriendo sus rincones cada vez que el destino, al principio, y el amor siempre, la transporta a la tierra de sus mayores.
Me cuenta con verdadero encanto y encantada, los primeros periplos familiares de orilla a orilla. Era muy niña entonces como para tener conciencia de ello, pero fue en los años en que España comenzaba a emerger de su postración postbélica. Ya nadie emigraba hacia Uruguay, y no pocos gallegos volvían al nido con el buche lleno… o a medio llenar, según. Su padre, esperanzado en las noticias que llegaban da terra, decidió volver a la aldea cuando Ana tenía un añito de vida y en aquella permanecieron hasta cumplir los tres de edad.
Desazón. La economía española, aunque incomparablemente superior a los aciagos años de guerra y postguerra, aún no estaba consolidada. Al cabo de dos años cruzaron el Atlántico, de nuevo al Uruguay. En 1962, en Latinoamérica comenzaban a soplar vientos aún suaves, pero que nada bueno presagiaban.
Inquietud. (El tiempo confirmaría el recelo: en los años próximos se cerniría sobre ella, como un cóndor de muerte, la noche larga de las dictaduras). Tal vez por eso sus padres, duchos en penurias propias por culpas ajenas, temiendo que sus hijos conocieran las calamidades que les tocó vivir en sus lejanas niñeces, decidieron, por segunda vez, que la familia en pleno volviera a Galicia.
Esa segunda vez, una Ana de cinco años cursó tres años de escolaridad en Carballo entre el ´62 y el ´65, en el colegio de las monjas, de cuyos recuerdos destaca al cura Don Ismael y a sus ex-condiscípulas. En ese intermedio español nace, en Carballo, su hermana Isabel.
En algún momento de 1965 surge la idea del nuevo retorno a Sudamérica. Fuese como fuese, el hecho es que los Lorenzo-García volvieron a Montevideo y aquí Ana María continuó sus estudios y culminó su carrera de Medicina. Muchas veces ha vuelto la doctora Ana María Lorenzo a Galicia y siempre a Carballo, a las viejas aldeas de Oza y Brión. Cada vez que va se reencuentra con sus viejos paisajes y afectos, mientras rememora aquellas vivencias de su niñez gallega.
Por momentos, su voz, dulce y educada, adopta, no obstante, la tonalidad aldeana y emocional del acento de la infancia, copiada a los abuelos de Oza. Al oírla me transmite, sin saberlo, los ecos emotivos del imaginado reencuentro con el pago querido y lejano. Lejano…
Su voz, perfectas mitades de acó y de aló, me regala cuadros pintados al musgo, pintados a la humedad de las fuentes, pintados al jugo violáceo de las amouriñas, pintados al verde dulzón del fiúncho.
Son pinceladas de bailes de aldea, aspavientos de choqueiros y apalpadores, de ejes quejumbrosos de carros de bois, de magia de viento zoando nas polas dos castiñeiros, llorando retazos de vidas que no fueron, relámpagos, apenas vislumbrados, de perdidos caleidoscopios sin retorno.
Ana Lorenzo García, la doctora galardonada por la OMS, rememora para tí y para mí, con memoria incontaminada, memoria infantil, aquellos días en su Carballo y sus fiestas parroquiales, sus procesiones, su Plaza del Ayuntamiento, su feria, el cine al que su mamá la llevaba a ver películas de Pepa Flores cuando aún era Marisol, la niña que, desde el telón blanco, nos enamoraba a todos. Pero…
—- ¡Silencio, rapaz, cala a boca, hó!.
Nadie mejor que ella misma nos podrá relatar esos entrañables momentos:
—- Cada vez que retorno, hasta el día de hoy, como en un ritual del que no puedo prescindir, me bajo en la pequeña iglesia del lugar, en Oza, y de allí me voy caminado por las «corredoiras» hasta el lugar de O Rodo, donde nació mi padre, llenando mis ojos con un paisaje que vivirá, para siempre, en lo profundo de mi corazón.
Es que Ana Lorenzo es una auténtica carballesa al tiempo que irrenunciablemente montevideana. Considero que lo es, al menos tanto como su hermana Isabel, que si bien nació en Carballo, se crió y educó en Montevideo y hoy vive en Santiago de Compostela.
Los gallegos de la diáspora aprendimos a ser de aquí y ser de allá, contrariando al popular poeta ciego.